XXXIII

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Se me ocurre durante el comunicado de la mañana, cuando anuncian
que este fin de semana nuestro colegio va a organizar la próxima reunión
de las Naciones Unidas en miniatura.

Marcos Aguilar fue el presidente de las Naciones Unidas en miniatura hace un par de años. Me pregunto si será parte del equipo de su nuevo colegio.

Se lo menciono a Pablo durante el almuerzo, antes de que lleguen los
otros chicos.
—¿Sabes si Marcos sigue en las Naciones Unidas en miniatura?

—¿Cómo queres que lo sepa?

—No sé. Me lo estaba preguntando.

—¿Por qué?

—Creo que este fin de semana voy a ir a la reunión de las Naciones Unidas
en miniatura. Tengo el presentimiento de que va a ir.

—¿En serio? —exclama —. Y si está, ¿qué vas a hacer?

—Todavía no sé. Puede que hable con él, o puede que no. Me gustaría saber qué fue de él.

—Podemos buscarlo en internet y listo.

—No, quiero verlo con mis propios ojos.

—Bueno, pero no te molestes en pedirme que te acompañe. No voy a
desperdiciar todo un sábado en las Naciones Unidas en miniatura.

—No pensaba pedírtelo.

Él pone cara de sentirse herido.
—¿Qué? ¿Por qué no?

—Sólo es algo que me gustaría hacer sola.

Pablo suelta un silbido.
—Sos una rompecorazones, Colucci. Todavía no cortamos y ya estás
intentando hablar con otros chicos. Me sentiría mal si no estuviese tan impresionado.

Su comentario me arranca una sonrisa.

En octavo, besé a Marcos en una fiesta. No fue un beso romántico. Casi no fue ni un beso. Estábamos jugando a girar la botella y, cuando llegó su turno, aguanté la respiración y recé para que la botella me señalara a mí. ¡Y lo hizo! Intenté mantener el gesto inexpresivo para no sonreír. Nos dimos un pico muy
rápido, y todo el mundo gritó, y Marcos estaba rojo como un tomate. Fue
decepcionante; creo que esperaba algo más. Una descarga eléctrica. Pero eso fue todo.
Quizás tenga una segunda oportunidad.
Quizá me ayude a olvidarme de Pablo.

A todos los chicos de los que me enamoré Donde viven las historias. Descúbrelo ahora