Three

874 61 3
                                        


—Hola, Lily —dijo Jungwon, asomando la cabeza por la ventanilla del auto.

—Hola, Jungwon —dije sonriendo y agitando la mano.

—¿Te vas a casa caminando? —preguntó, y bajó del auto.

—Mmm… sí —respondí, un poco apenada.

—Si quieres, puedo llevarte —ofreció con su típica sonrisa sin mostrar los dientes.

—No hace falta, Jungwon, no te preocupes. Puedo ir caminando.

—No es nada, déjame llevarte, por favor.

Jungwon tomó mi mano con delicadeza, me acercó al auto, abrió la puerta para mí y, cuando subí, emprendió el camino.

—¿Vives lejos? —preguntó con la vista en la carretera.

—Más o menos —contesté en tono bajo pero audible—. Jungwon, no tenías que traerme.

—No te preocupes, Lily. Tengo auto y puedo llevarte a casa; no es un gran favor. Además, ahora sabré dónde vives —me miró un segundo y volvió la vista al frente.

No dije nada más. Me preocupó que ahora supiera dónde vivo; no sé la razón exacta por la que quiere saberlo, pero ya le indiqué más o menos por dónde ir y pronto llegamos a mi casa.

—Es aquí. Gracias, Jungwon —empecé a desabrochar el cinturón.

—No es nada, Lily. Espera —dijo; bajó rápidamente del auto y abrió mi puerta para que saliera.

La verdad, Jungwon es muy amable. Le agradecí y me despedí para entrar a la casa, donde me llevé la sorpresa de ver a mi hermano y a Jake.

—¿Quién era ese? —preguntó Tomás en tono molesto.

—Es Jungwon, es compañero de clase, Tom —dije dejando mi maleta.

—¿Y por qué te trajo? —se sentó en el sofá con aire interrogante.

—Solo me hizo un favor, es todo. No sé por qué te molesta —respondí a la defensiva.

—No me agrada —replicó, negando con la cabeza.

Jake se reía, mirando la cara de Tomás.
—Ni siquiera lo conoces —rodé los ojos.

—Ten cuidado con los chicos; ya sabes que lo único que quieren hoy en día es… —empezó Tomás.

—Ya, déjala en paz; deja de ser sobreprotector y celoso —interrumpió Jake, riendo.

Subí a mi habitación para cambiarme el uniforme y luego bajé.
—Parece que papá se está esforzando mucho por conseguir empleo —dijo Tomás, un poco incrédulo.

—Sí. Ya sabes que es difícil —respondí, porque no quería que Tomás supiera la verdad; si se enteraba las cosas se pondrían feas.

—Hermanita, ¿podrías prepararnos ramen, por favor? —pidió Tomás con ojos de cachorro.

—No, hazlo tú —dije, sentándome en el sillón individual.

—Ay, por favor. A ti te gusta cocinar; además no queremos quemar la casa —argumentó.

—Sí, claro, como si esa fuera la verdadera razón —comenté, cerrando los ojos—. Ustedes viven solos, ¿cómo hacen en casa?

—Pedimos a domicilio todo el tiempo —respondió Jake.

—¿Por qué no piden ahora? —hice un ademán con la mano, dando a entender la razón.

—Estoy cansado de comer a domicilio; quiero comida casera y tú cocinas delicioso, hermana —dijo Tomás, tomando mis hombros—. Además, Jake está muriéndose de hambre.

Vi a Jake hacer puchero y me dio ternura; sonreí.

—Está bien, les prepararé ramen —dije levantándome del sillón.

No puedo creer que les esté preparando comida mientras ellos miran la tele, pero la verdad es que quería consentirlos un poco. La última vez que vi a Jake porque nos visitó fue hace dos años; ellos se fueron a Seúl hace casi cuatro años.

Cuando terminé de hacer el ramen serví los platos y los llevé a la sala.
—Huele delicioso, hermana —dijo Tomás, ansioso por empezar a comer.

Comimos los tres; quedó delicioso. No es por presumir, pero realmente cocino bien.

—Está muy delicioso, Lee —me dijo Jake saboreando la comida—. Gracias, me salvaste la vida.

—No exageres, Jake, no es para tanto —respondí, nerviosa y feliz porque le había gustado.

—Jake tiene razón —dijo Tomás, dejando el plato en la mesa—. Tenía mucha hambre; muchas gracias.

—No es nada —respondí.

Al rato vimos un programa de televisión juntos. Estaba muy nerviosa; estar al lado de Jake y tenerlo tan cerca me ponía los pelos de punta. Sigue siendo igual de guapo.

—Bien, hermana, nos tenemos que ir —dijo Tomás levantándose del sillón.

—¿Por qué tan rápido? —pregunté desanimada.

—Vamos a ir a una fiesta más tarde.

—¿Puedo ir con ustedes? Por favor —supliqué juntando las manos.

—No —respondió seco Tomás.

—¿Por qué no? —busqué una explicación.

—Eres menor de edad, no puedes ir, y punto —dijo, recogiendo sus cosas.

—Está bien, como sea —dije mientras recogía los platos para llevarlos a la cocina y lavarlos.

Jake entró a la cocina.
—Yo los lavo, Lily, no te preocupes —dijo, apartándome para empezar a fregar.

—No hace falta, Jake —protesté, aún un poco molesta; quería salir un rato. Nunca he ido a una fiesta, pero quería ir, sobre todo si estaban ellos.

—Lee, entiende a tu hermano; él solo trata de protegerte —dijo, enjabonando un plato.

—¿Protegerme de qué? —pregunté en tono algo fuerte; luego me arrepentí, me dejé llevar.

—No te enojes conmigo; yo no soy el que decide. Ya sabes que en esas fiestas hay alcohol y gente mayor.

—¿Y qué? Solo quiero ir; no es como que me vaya a embriagar.

—Solo entiende, ese no es un lugar para una chica como tú —me miró serio.

—¿Una chica como yo? ¿A qué se refiere? —pregunté, porque la frase se me quedó dando vueltas en la cabeza.

Yo también quiero ir 😁

La Excepción - Sim Jake Donde viven las historias. Descúbrelo ahora