Five

727 53 8
                                        

—Eso no es cierto —dije, algo molesta.

No quiero que Jake piense que me gusta otro chico. No puede ser, ¿qué le pasa a Tom? ¿Por qué tiene que salir con eso ahora?

—Ya déjala en paz, Tom —dijo Jake sin despegar la vista del camino.

—Entonces déjenme en paz a mí —replicó Tom, abriendo la ventana del auto.

El aire frío de la noche entró de golpe. El olor a gasolina y asfalto se mezclaba con el perfume de Jake que llegaba a mí en cada ráfaga. Mi estómago estaba hecho un nudo.
Después de unos quince minutos —quizá más, el tiempo parecía estirarse— llegamos al lugar. Era una casa enorme, iluminada con luces cálidas que brillaban como luciérnagas. Seguro que quien vivía allí tenía mucho dinero.

Apenas cruzamos la puerta, una oleada de olores me golpeó: alcohol, cigarrillo, perfume barato y algo dulce que no supe identificar. La música retumbaba tan fuerte que podía sentirla en el pecho, como si cada bajo marcara mi propio corazón. Había risas, gritos, pasos desordenados. Gente bailando, otros abrazados, algunos perdidos en su propio mundo de humo.

Me quedé quieta, incómoda. Tenían razón… este no es un ambiente para alguien como yo.

—Prefiero las fiestas en casa —murmuró Jake cerca de mi oído para que pudiera escucharlo.

Su voz grave y cálida me recorrió como una corriente eléctrica. Por un instante me quedé estática. Jake siempre ha sido cercano, pero… ¿por qué ahora me provoca este nerviosismo que no puedo controlar?

—Aun así, tienes que tener cuidado. No te alejes mucho —dijo, posando una mano firme en mi espalda.

El calor de su palma me atravesó la tela del vestido. Era imposible no sentirme protegida, incluso mientras mi corazón latía a toda velocidad.

—¿Estás bien, Lily? —preguntó, inclinándose para verme mejor.

—Sí, Jake, lo prometo —asentí con una sonrisa que apenas pude sostener.

Un grupo de chicos se acercó, saludando a Jake y a Tom. Ellos chocaron manos y se rieron, quedando atrapados en su conversación. Yo, en cambio, permanecí de pie, observando… hasta que sentí una mirada fija sobre mí.
Levanté los ojos y ahí estaba: un chico alto, cabello oscuro, sonrisa apenas insinuada. Su mirada era tan intensa que me atravesó por completo.

—¡No puede ser, Heeseung! Está estupenda la fiesta —exclamó mi hermano, apoyando una mano en el hombro del chico. Así que ese es su nombre… Heeseung.

—¿Cuándo te he decepcionado? —respondió él con aire confiado.

—Nunca, Hee —dijo Jake con una sonrisa.

—Les presento a mi hermana menor. Ella es Lily —anunció Tom—. Lily, ellos son amigos de la secundaria: Heeseung y Niki.

—No sabía que tenías una hermana —comentó Niki, sorprendido.

—Mucho gusto, soy Lily —hice una pequeña reverencia. Los dos sonrieron.

Heeseung no dijo nada, pero su mirada me mantenía atrapada. Era penetrante, casi hipnótica, como si pudiera leer cada pensamiento que intentaba esconder. Al mismo tiempo, había en ella un brillo divertido, una especie de sonrisa silenciosa que me desarmaba.

Después de un rato, todos fueron hacia la piscina. Tom reía a carcajadas con sus amigos y Jake parecía feliz de reencontrarse con ellos. Los entendía: habían pasado dos años desde su última visita.

—Así que tú eres Lily —dijo una voz a mi lado.

Me giré. Heeseung me observaba con una media sonrisa.

—Sí, así es —respondí, bajando la mirada hacia el suelo.

—Déjame adivinar… ¿estás aburrida? —su sonrisa se ensanchó, dejando ver unos dientes casi perfectos.

—Es que… es mi primera fiesta —confesé, riendo con timidez.

—Claro, pero no estés nerviosa. Solo es una fiesta. ¿Quieres beber algo? —preguntó, sosteniéndome la mirada.
¿Cómo puede mirarme así tanto tiempo? Parece que lo hace a propósito, como si quisiera intimidarme… y lo está logrando.

—No sé —murmuré, mirando de reojo a Jake y a mi hermano, que seguían distraídos.

—Ven, no pasa nada —dijo, y antes de que pudiera responder, tomó mi mano.

Su contacto era cálido, seguro. Me guiaba a través de la multitud. Pasamos entre personas demasiado ebrias para mantenerse de pie, parejas besándose sin pudor, risas que sonaban más fuertes que la música. El olor a alcohol y tabaco me mareaba un poco.
Al fin llegamos a la cocina, más silenciosa aunque impregnada de un aroma a cerveza y limón.

—¿Qué quieres beber? —preguntó, soltándome con suavidad.

—Una soda, por favor —respondí, titubeante.

—Soda será. —Sacó una del refrigerador y me la entregó. Luego destapó una cerveza para él y bebió un largo sorbo.

Lo imité, dando un pequeño trago a mi bebida solo para no quedarme mirándolo.

—¿Esta es tu casa? —pregunté, intentando romper el silencio.

—Sí. Fue un obsequio de mis padres. ¿Te gusta, Lee? —sonrió con un brillo pícaro en los ojos.

—Es muy bonita —dije, apartando la mirada. Me ponía nerviosa.

—Sí, aunque es demasiado grande para vivir solo —bebió otro sorbo de cerveza.

—Me cuesta creer que no tengas pareja para compartirla —dije, entornando los ojos.

¿Por qué dije eso? ¡Qué estúpida soy! No tiene nada que ver.

—Para tu sorpresa, no tengo… por ahora —respondió, clavando su mirada en la mía.

Mi corazón dio un salto. No sentí peligro, pero sí algo distinto: una especie de cosquilleo que me recorría la piel. Este chico sabe exactamente cómo hablarle a una mujer. Seguramente tiene a muchas detrás de él.

—Dime, ¿cómo es que Tom nunca mencionó que tenía una hermana tan bonita como tú?

—No lo sé. Supongo que no le gusta hablar al respecto —me encogí de hombros, intentando restarle importancia.

---

POV Jake

Charlaba con unos amigos cuando, de pronto, noté su ausencia. Miré alrededor. Nada.
Una punzada de miedo me atravesó el pecho.

—Tom, no veo a Lily —dije, acercándome. Él estaba tan distraído conversando con una chica que apenas me escuchó. El alcohol ya le enrojecía las mejillas.

—¿Cómo que no está? —preguntó, frunciendo el ceño.

—No lo sé. No te preocupes, la buscaré por toda la casa. Si no la encuentro, te aviso, ¿ok?

—Jake, avísame si no la encuentras —me señaló con el dedo, la voz cargada de inquietud.

Lo dejé allí, el corazón golpeándome como la música.
¿Dónde se habrá metido esta niña? La perdimos solo unos segundos. Me preocupa que esté sola entre tantos ebrios, y quién sabe si hay drogados que quieran aprovecharse. Peor aún, algunos podrían poner algo en su bebida…
La sola idea me enloquece. No pienso permitirlo.

La Excepción - Sim Jake Donde viven las historias. Descúbrelo ahora