Twenty

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Había amanecido con un dolor de cabeza tan intenso que cada latido parecía golpearme las sienes. Todo giraba a mi alrededor; incluso la luz tenue que entraba por la ventana me lastimaba los ojos. Sentía el rostro caliente, un poco inflamado, como si hubiera pasado la noche llorando.

“¿Qué rayos pasó anoche?”, murmuré para mí misma, aunque en el fondo temía recordar.

Me metí al baño buscando refugio. Abrí la ducha y dejé que el agua fría cayera sobre mi rostro, intentando que el frío desinflamara mi piel y apagara el torbellino en mi mente. El sonido del agua chocando contra los azulejos era lo único que podía soportar.

—Buenos días, Lily —la voz de mamá me sorprendió cuando entré a la cocina. Ella estaba preparando el desayuno, el aroma a café recién hecho llenaba el aire.
—Hola, mamá —dije llevándome una mano a la cabeza—. Me duele horrible.
—Ya te traeré una pastilla —contestó de inmediato. Minutos después volvió con un vaso de agua helada—. Toma, con esto se te pasará un poco.

El frío del agua me recorrió la garganta y, por un instante, sentí que podía respirar. Mamá se dirigió a la puerta cuando alguien llamó.

—¡Hola, mis niños! —exclamó con un tono que mezclaba cariño y tristeza—. No puedo creer que ya se van.

Al verlos entrar, primero a Tom y luego a Jake, el mundo dejó de girar… para después volver a girar con más fuerza. En el momento en que mis ojos se cruzaron con los de Jake, los recuerdos de la noche anterior se encendieron de golpe, como una película que no pedí volver a ver.

El calor me subió hasta las mejillas.
—Me voy a mi habitación —dije rápido, casi atropellando las palabras, antes de dar media vuelta.
—Lily, debes despedirte —gritó mamá desde la puerta.

No, no podía. Corrí escaleras arriba mientras mi corazón golpeaba con furia. ¿Cómo mirarlo después de… después de todo? Quería desaparecer.

—Déjala, mamá. De hecho, quiero hablar contigo a solas —escuché la voz firme de Tom.
—Está bien, hijo —respondió ella, confundida.
—Yo iré a ver a Lily —añadió Jake.
—Gracias, amigo —dijo Tom en un tono que apenas alcancé a escuchar.

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Mientras tanto, en la sala…

—Mamá, necesito hablar contigo de papá —dijo Tom, sentándose en el sofá.
—Aquí todo está bien, no te preocupes —intentó suavizar ella, pero su voz tembló.
—Nada está bien —replicó, la frustración marcando cada palabra—. Sé que él no busca empleo. Solo se embriaga cada noche. Mamá, papá es un alcohólico.

Ella bajó la mirada, angustiada.
—Hijo…
—Tú trabajas horas extras, te desgastas, y él solo gasta el dinero en licor —continuó Tom, apretando los puños—. Esto no puede seguir así.
—¿Qué quieres que haga? Es mi esposo… tu padre.
—Si él no quiere cambiar, debe irse. Mira a Lily, ¿qué ejemplo le está dando?

Las lágrimas empezaron a rodar por el rostro de mamá. Tom tomó sus manos con suavidad.
—Mamá, estaremos mejor sin él —dijo, levantando su mirada—. Solo sácalo de la casa.
—No puedo hacer eso —sollozó.
—Sé que es difícil, pero Lily y yo estaremos contigo. No estás sola.

Ella dudó, pero finalmente asintió, derrotada.
—Está bien… pero tú concéntrate en tus estudios, no cargues con más.
—Estamos juntos en esto —repitió Tom, abrazándola.

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En mi habitación…

El golpeteo en la puerta me hizo dar un respingo.
Jake asomó la cabeza, sus ojos buscando los míos con una mezcla de decisión y nerviosismo.
—Debemos hablar —dijo entrando, para luego cerrar la puerta tras de sí.

Me quedé sentada al borde de la cama, con el corazón latiendo tan fuerte que temía que él pudiera escucharlo.
—¿De qué… de qué hablas? —tartamudeé.
—De anoche. —Se sentó a mi lado, su voz era tranquila, pero firme.

Quise escapar.
—Mejor bajemos y…
—Lily, en serio —me interrumpió—. Necesitamos hablar.

Tragué saliva, intentando controlar el temblor de mis manos.
—Anoche hiciste una confesión —dijo, mirándome directamente.
—¿De verdad? —fingí sorpresa, aunque mi pecho ardía.
—Sé que lo recuerdas —afirmó—. Me evitas, y eso lo dice todo.

Suspiré, derrotada. No había salida.
—Solo quiero saber si lo que dijiste era cierto —continuó, buscando mi mirada.
Podía mentir. Podía culpar al alcohol y fingir que todo fue un malentendido. Sería lo más fácil.
Pero si lo negaba, perdería para siempre la única oportunidad de que supiera la verdad.

—Quiero la verdad, Lily —añadió, y entonces su mano se posó suavemente sobre mi muslo, dándome una calidez inesperada.

El contacto me dio el valor que necesitaba.
—Sí… —dije apenas en un hilo de voz. Levanté la mirada, temblando—. Es cierto. Todo lo que dije anoche es verdad.

Jake exhaló un largo suspiro, el silencio se volvió insoportable.
—Di algo —rogué, cerrando los ojos.
—Ahora puedo responderte como corresponde… —su voz era baja, casi un susurro.
—Jake… —mi pecho subía y bajaba con rapidez.
—No puedo corresponderte.

El suelo pareció desaparecer bajo mis pies. Había imaginado ese rechazo muchas veces, pero escucharlo en voz alta fue como sentirlo por primera vez.

—Lo siento, Lily. De verdad. Espero no haber hecho nada que provocara estos sentimientos.
—No digas eso —logré responder, conteniendo las lágrimas—. Fui yo quien… quien eligió sentir esto. No eres culpable de nada.

Él bajó la mirada, la culpa asomando en sus ojos.
—Me duele tener que decirlo, pero no puedo. De verdad lo siento.

En ese momento comprendí que no había lugar para culpas. Solo la certeza de que, aunque mi corazón latiera por él, Jake nunca sería mío. Y aun así, él seguía siendo el chico que yo había amado en silencio durante años.

La Excepción - Sim Jake Donde viven las historias. Descúbrelo ahora