thirty five

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Habían pasado dos semanas desde aquella noche, y aunque todo parecía en calma, algo había cambiado. Jake estaba más distante, no en el sentido de ignorarme, sino como si deliberadamente me diera espacio. Lo curioso era que, antes, yo misma había deseado esa distancia… pero ahora que la tenía, no me sentía bien. Había un vacío incómodo, como un silencio que no sabía cómo llenar.

—Supongo que tendremos que cancelar el viaje —dijo Tom, dejando escapar un suspiro de decepción mientras revisaba su teléfono.

—Tom, llevas semanas planeando ese fin de semana —murmuré, sintiéndome culpable incluso antes de terminar la frase—. No deberías cancelarlo por mi culpa.

Me había enfermado justo la noche anterior a nuestro viaje. Tom llevaría a su novia y no dejaba de hablar de lo divertido que sería. Saber que yo era la razón para arruinar su plan me revolvía el estómago más que la fiebre.

—No deberían preocuparse, pueden ir ustedes tres —intenté sonreír, aunque mi voz sonó quebradiza—. Puedo encargarme sola.

—Lily, ni lo sueñes —la frustración en la voz de Tom era evidente—. No puedo dejarte enferma y sola.

—Yo me quedo con ella —propuso Jake, sin dudar.

Mi corazón dio un pequeño salto.
—No es necesario, en serio. No quiero arruinar su viaje —respondí rápido, casi en automático.

—De todas formas no te dejaremos sola. Es mejor si me quedo yo —insistió Jake, con ese tono firme que no dejaba espacio para protestas.

Me rendí. Sabía que no lograría convencerlo. Me levanté del sofá, un poco mareada, y caminé despacio hacia mi habitación. Sentía las miradas de ambos clavadas en mi espalda. Jake, sobre todo, parecía preocupado; lo notaba incluso sin mirarlo.

Tom trató de protestar.
—No es tu responsabilidad, Jake.

—Somos amigos —respondió él, dándole dos palmadas en el hombro—. Además, prefiero que tú disfrutes tu viaje como pareja. Yo no estaría tranquilo si la dejara sola.

Finalmente, Tom cedió y se fue. Me alegraba que pudiera disfrutar su plan, aunque cada paso que daba fuera de casa hacía que el silencio del apartamento se volviera más pesado.

Pasaron un par de horas. Estaba recostada en la cama, sintiendo cómo el calor de la fiebre me envolvía como una manta demasiado gruesa. El aire del cuarto se sentía espeso, cada respiración me costaba un poco más. Cerré los ojos intentando ignorar el mareo.

“Por su parte, Jake no podía quedarse quieto. Había decidido darle espacio, pero cada vez que pasaba frente a mi puerta su corazón se apretaba un poco más. Entró varias veces para asegurarse de que seguía respirando con normalidad, y cada vez que la veía dormida tenía que obligarse a salir.”

—Lily —su voz rompió el silencio, suave pero cargada de inquietud. Me giré apenas, lo suficiente para mirarlo.
—¿Necesitas algo? ¿Quieres que te prepare algo? —preguntó con nerviosismo.

—No… gracias —susurré apenas. Sentía que incluso hablar me drenaba energía.

Jake se acercó lentamente y apoyó su mano en mi frente. El contacto fue un contraste: su piel tibia contra el calor ardiente de mi fiebre. Lo vi fruncir el ceño.
—Estás ardiendo. Necesitas una ducha para bajar la temperatura.

—No tengo fuerzas… —gemí, intentando darme la vuelta. El simple pensamiento de ponerme de pie me mareaba.

—Lily, por favor —su voz se quebró apenas, como si le doliera verme así—. Ayúdame a ayudarte. Solo una ducha, te lo ruego.

Su súplica, más que sus palabras, me hizo asentir débilmente.
—De acuerdo…

—Linda, te ayudaré a ponerte de pie —dijo en un tono increíblemente suave, casi un susurro. Me sostuvo con firmeza, su brazo rodeando mi cintura, guiándome con una paciencia que me hizo temblar más que la fiebre.

El agua de la ducha cayó sobre mi piel como una lluvia reparadora. El vapor empañó el espejo, y por primera vez en horas sentí algo de alivio. Me puse la pijama que Jake había elegido: una tela suave, fresca, que acariciaba mi piel febril.

Al salir, él me esperaba en la puerta, los ojos cargados de preocupación.
—¿Te sientes mejor? —preguntó, intentando sonreír.

—Un poco… la necesitaba —contesté, mi voz todavía ronca.

Jake levantó una pequeña bandeja.
—Preparé esto para ti. Sopa de algas con tofu.

El aroma salado me hizo salivar a pesar de las náuseas. Me senté lentamente en la cama.
—No tenía muchas ganas de comer, pero… gracias —tomé la primera cucharada que él mismo me acercó. El sabor era reconfortante, un abrazo cálido que se deslizaba por mi garganta.

—¿Por qué haces todo esto? —pregunté, mirando sus ojos, intentando leer algo más allá de la obvia preocupación.

—Porque necesitas comer —respondió, esquivando el verdadero motivo.

—Jake… —lo miré con una mezcla de ternura y reproche.

Suspiró, rindiéndose.
—No puedo evitar preocuparme por ti. Solo… quiero cuidarte.

Mi corazón latió más rápido.
—Gracias. Eres un buen amigo —dije con una sonrisa pequeña, sin darme cuenta del filo que tenían esas palabras.

Jake apartó la mirada, ocultando el dolor que esa frase le provocaba.
“Preferiría ser parte de tuu vida de cualquier manera —pensó—, incluso si eso significa quedarme solo como el amigo que nunca dejaste de querer.”

Me entregó el medicamento y se ofreció a traer agua. Mientras lo veía salir, sentí una gratitud tan profunda que me dolía. No cualquiera cancela un viaje para quedarse a cuidarte. Esa capacidad de proteger, de cuidar, era una de las cosas que siempre había amado de él, incluso cuando intentaba convencerme de lo contrario.

Después de tomar la medicina, el sueño me venció. Sentí una caricia leve en la frente y el roce de unos labios que dejaron un calor distinto al de la fiebre.

—Mejórate, por favor —murmuró Jake.

Antes de salir, el celular vibró. En la pantalla apareció un nombre: Sunghoon. Jake lo miró, el ceño fruncido. Puso el teléfono en silencio para no despertarla. Luego se retiró a su habitación.
En el pasillo, la casa volvió a quedar en silencio, pero en su pecho el ruido era ensordecedor.



Perdónenme chicas 😔 es que he estado un poco desanimada estos días pero aquí vengo a darles un capítulo 🙃

La Excepción - Sim Jake Donde viven las historias. Descúbrelo ahora