Nineteen

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Jake llevó a Lily hasta su auto con pasos rápidos pero cuidadosos. La noche olía a alcohol y humo, y el aire frío hacía que su respiración formara pequeñas nubes en la oscuridad. La sentó en el asiento del copiloto y le ajustó el cinturón de seguridad con movimientos firmes. Luego rodeó el vehículo y se subió al volante.

—No quiero ir a mi casa —murmuró ella, revolviéndose en el asiento como una niña caprichosa.
—Lily, solo descansa —respondió él, tratando de mantener la vista fija en la carretera.

El silencio del auto se rompió con el timbre de su teléfono. Jake contestó de inmediato, el sonido de la música de fondo aún filtrándose por la llamada.
—Hola —saludó con voz suave.
—Lo siento, tuve que irme rápido de la fiesta, pero no te preocupes, volveré dentro de un rato —dijo, excusándose con la chica de la que se había alejado.

—¿Con quién hablas? —preguntó Lily sin abrir los ojos, su voz arrastrada por el sueño y el alcohol.

Jake apretó el volante.
—Te veo luego —colgó la llamada sin dar explicaciones.
—No importa —añadió, mirando de reojo a la chica a su lado.

—No me digas… ¿es tu novia? —preguntó ella, abriendo apenas los ojos. Su mirada estaba empañada, pero el brillo de celos era imposible de ocultar.
—No lo es —respondió Jake, desviando la mirada al camino iluminado por los faros.
—Te estabas besando con ella. No me creas tonta —replicó molesta, su voz temblando entre enojo y tristeza.
—Lo que tú digas, Lily —dijo él con una pequeña risa nerviosa—. ¿Por qué te fuiste a beber?

—Porque lo necesitaba… tú te estabas divirtiendo —susurró, recostando la cabeza contra la ventana helada.

—¿A qué te refieres? —preguntó, frunciendo el ceño, pero la única respuesta fue el sonido suave de su respiración. Al mirarla, Jake se dio cuenta de que ya estaba dormida, los labios entreabiertos y una lágrima seca en la comisura del ojo. Decidió dejarla tranquila.

El trayecto hasta la casa se hizo eterno. El silencio solo era interrumpido por el leve ronquido de Lily y el latido acelerado de Jake, que intentaba ordenar los pensamientos que lo atravesaban. Cuando por fin llegaron, bajó del auto y se acercó a su puerta. Intentó ayudarla a salir, incluso pensó en cargarla, pero ella se quejó.

—No necesito tu ayuda —protestó, apartando su brazo con un torpe movimiento.
—Lily, te vas a caer. Déjame ayudarte —pidió Jake, manteniéndose cerca.
—Ya te dije que no quiero tu ayuda —insistió, dando un paso inseguro… hasta que perdió el equilibrio y cayó.

—Te lo dije, Lily. No seas terca —Jake no esperó más; simplemente la tomó en brazos.

Su cuerpo era liviano, cálido, y olía a una mezcla de perfume dulce y alcohol. Entraron a la casa, que estaba sumida en un silencio casi inquietante. Por suerte, no había nadie: la señora Lee seguramente seguía en el trabajo y el padre, como siempre, brillaba por su ausencia.

—Tienes brazos fuertes —murmuró Lily, pasando las manos por los músculos de Jake con una sonrisa soñolienta.
—¿Sí? —respondió él, sorprendido y divertido—. Eso es algo que normalmente no dirías.
—Es verdad —asintió—. Eres el mejor amigo de mi hermano… ¿por qué?
—¿Por qué qué? —preguntó, subiendo las escaleras con ella en brazos.
—Por qué tú eres perfecto… y mi hermano es un tonto —rió fuerte, provocando en Jake una mezcla de ternura y preocupación.
—No creo ser perfecto, pero gracias —contestó, entrando en su habitación.

La recostó con cuidado sobre la cama, acomodó la almohada bajo su cabeza y la arropó. Cuando estaba a punto de retirarse, una mano pequeña se aferró a su muñeca.
—¡No te vayas! —pidió, frunciendo el ceño con un puchero que lo desarmó.

Jake se detuvo, sintiendo una punzada en el pecho.
—Debes dormir, y yo tengo que irme —dijo con voz suave, sentándose en el borde de la cama.
—Es que no quiero que te vayas —insistió, sus ojos brillando en la penumbra.

Jake la miró. El rostro de Lily estaba enrojecido por el alcohol, el cabello ligeramente despeinado. Aun así, para él nunca se había visto tan dulce.

—Quédate, Jake… por favor —suplicó, su voz temblando.
—Lily… no creo que sea buena idea —respondió, sintiendo que cada palabra era una batalla.

—Te irás con ella, ¿verdad? —preguntó de pronto, sentándose con una mueca de enojo.
—No es eso —Jake negó, acariciando su mejilla para tranquilizarla.

Los ojos de Lily comenzaron a llenarse de lágrimas.
—¿Por qué no me quieres, Jake? —susurró, la voz quebrándose.

Él la miró, completamente confundido.
—Lily…
—¿No te das cuenta? Estoy enamorada de ti desde hace años —la confesión salió acompañada de una lágrima que resbaló por su mejilla.

Jake quedó paralizado. No pudo articular palabra.
—No entiendes… yo te quiero a ti, Jake —continuó, sollozando—. Tú eres el chico que me gusta.

—No es cierto, Lily —negó con suavidad—. Solo lo dices porque estás ebria.
—Es verdad… ya no puedo ocultarlo más —se llevó una mano al pecho, como si intentara contener el dolor—. Me duele cada vez que estás con otra chica. Me duele pensar que tú no me quieres… que nunca me vas a querer.

Las lágrimas corrían libres por su rostro. Jake sintió un nudo en la garganta; aquella era la hermana menor de su mejor amigo, la chica que siempre había visto como alguien a proteger.

—Tengo que irme —dijo al fin, poniéndose de pie.
—¿Es lo único que vas a decir? —preguntó ella, mirándolo con desesperación.
—Lo siento, Lily… —murmuró, antes de salir de la habitación.

La puerta se cerró, dejando un silencio que pesaba más que cualquier palabra. Lily se recostó, ahogando un sollozo tras otro, mientras su corazón parecía romperse pedazo a pedazo.

Jake, por su parte, condujo de regreso a la fiesta con el estómago hecho un nudo. Las luces de la ciudad pasaban borrosas frente a sus ojos. No esperaba una confesión así, y menos de ella. Al llegar, la chica de antes intentó acercarse.
—¿Por qué no? Hace un rato parecía que querías —dijo, tratando de seducirlo.
—No quiero nada —respondió él, apartándose.

Ella frunció el ceño, pero Jake ya no la escuchaba. Su mente solo repetía las palabras de Lily, cada una clavándose más hondo. Buscó una botella y comenzó a beber sin pensar, solo deseando que el alcohol apagara el torbellino que lo consumía.

La Excepción - Sim Jake Donde viven las historias. Descúbrelo ahora