Thirty

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Me levanté temprano para preparar el desayuno. El aroma del café recién hecho llenaba el pequeño apartamento mientras el sol de sábado se filtraba por las cortinas, tiñendo la cocina de un tono dorado. Agradecí no tener clases en la universidad; mi mente todavía estaba enredada con lo que había pasado anoche. Ver a Jake llorar me había dejado un nudo en el pecho. Quizá había sido injusta. Tal vez nunca pensé en cómo mi frialdad podía afectarlo.

—Buenos días, Lily —saludó una voz ronca detrás de mí. Jake se cubrió el rostro cuando el rayo de sol lo golpeó de lleno.

—Buen día, Jake —terminé de voltear los huevos—. Ya está listo el desayuno.

—¿Dónde está Tom? —preguntó, aún adormilado.

—Salió temprano. Iba a almorzar con su suegra.

Se sentó a la mesa con un gesto de dolor, llevándose una mano a la cabeza. Seguramente la resaca lo estaba matando.

—Bebe esto, te ayudará —le ofrecí una pastilla y un vaso de agua.

—Gracias —murmuró antes de tragarla.

Serví los platos. El olor del tofu caliente se mezclaba con el del café. Comimos en silencio durante un largo rato. No era incómodo, solo… pesado. Cada uno estaba atrapado en sus propios pensamientos. Yo intentaba buscar las palabras para retomar el tema de anoche sin que él se sintiera acorralado.

—Esto está delicioso —dijo al fin, sonriendo sin mostrar los dientes.

—Me alegra que te guste —respondí, intentando una especie de bandera blanca.

Su sonrisa fue como un golpe suave contra mi coraza. La fachada dura que había construido se resquebrajaba poco a poco. Jake siempre lograba eso: derribar los muros que yo misma levantaba. Mi orgullo se evaporaba con una facilidad irritante.

—Jake… no sé si recuerdas, pero anoche… —empecé, insegura.

Él se pasó las manos por el rostro, frustrado.

—Lily, lamento lo de anoche —dijo con voz baja—. Siento haber llegado ebrio y haberte despertado. Lo último que quiero es incomodarte. Estás en tu derecho de mantener distancia. No tengo nada que reclamarte.

Guardé silencio. La sinceridad de su tono me apretó el corazón.

—Estoy de acuerdo —dije, aunque seguía a la defensiva.

Asintió, con la mirada fija en el plato vacío.

—Pero eso no significa que no me duela —su voz era apenas un susurro—. Me duele pensar que me odias.

—Jake, yo no te odio —lo miré a los ojos—. Solo que… las cosas cambiaron.

—Lo entiendo —murmuró.

Respiré hondo. El nudo en mi garganta ardía.

—Te debo una disculpa —me lancé antes de arrepentirme.

Él alzó la vista, sorprendido.

—He hablado de madurez, pero me he comportado como una niña —continué—. Fui inmadura, rencorosa… egoísta. No consideré que todo esto también te afectaba. Perdón, Jake.

Bajé la mirada, incapaz de sostener la suya.

—No tienes por qué disculparte —su voz era suave—. Comprendo lo que sientes. Esta situación es complicada para los dos.

—Entonces… propongo una tregua de paz —intenté sonreír para aliviar la tensión.

Él arqueó una ceja.

—Dime, Lee.

—No volverá a ser como antes —expliqué—, pero tampoco quiero seguir tratándote como a un enemigo. Podemos hablar como personas normales y civilizadas. Eso es lo que puedo ofrecer.

Jake lo pensó unos segundos, como si quisiera algo más, pero finalmente asintió.

—Está bien. No puedo ser ambicioso. Tomaré lo que me quieras dar, Lily.

Se levantó, pasó junto a mí y desordenó mi cabello con una caricia rápida.

—No empieces, Jake —protesté, aunque una sonrisa traicionera se dibujó en mis labios.

Me sentí más ligera, como si al fin pudiera respirar. Era un alivio no tener que sostener ese muro de hielo que me agotaba por dentro.

Horas después, Sunghoon me esperaba frente al edificio con su motocicleta negra reluciendo bajo el sol.

—Vamos, Lily. Dijiste que querías conocerme —me tendió un casco.

—¿A dónde me llevarás? —pregunté con cautela.

—Es una sorpresa —respondió con una sonrisa que dejaba ver sus pequeños colmillos.

—Confío en ti —dije, colocándome el casco.

Subí detrás de él. El motor rugió y la vibración recorrió mis piernas. El viento golpeaba mi rostro, despeinando mi cabello bajo el casco, y una extraña sensación de libertad me erizó la piel. Sunghoon conducía con cuidado, como si supiera que yo era nueva en esto.

Después de un trayecto largo, llegamos a un vecindario apartado, silencioso y lleno de casas imponentes. Todo parecía exclusivo, casi irreal.

—Nadie más ha venido aquí —dijo quitándose el casco.

—¿Así que soy la única que sabe dónde vive Park Sunghoon? —pregunté, arqueando una ceja.

—Sí. Te estoy confiando mucho, Lily. Espero no equivocarme.

—Sabes que no diré nada —le sonreí.

Una señora uniformada abrió la puerta principal e hizo una leve reverencia. La casa era enorme y elegante, cada objeto parecía elegido con precisión y costar una fortuna.

—Mis padres no están —explicó Sunghoon mientras me tomaba de la mano—, pero quiero que conozcas a alguien.

Y ahora qué???? 😳

Chicas comenten por favor, necesito saber si les está gustando la historia ☺️



La Excepción - Sim Jake Donde viven las historias. Descúbrelo ahora