Twenty Three

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Salí temprano rumbo a la universidad. No vi a los chicos por ninguna parte, seguramente porque esta vez me levanté más temprano que ellos. El aire de la mañana estaba fresco, con ese olor a pasto húmedo que deja la noche, y decidí ir caminando. Según Tom, el campus no quedaba tan lejos.

Cuando crucé la entrada principal, me detuve un momento. El campus era enorme, mucho más de lo que había imaginado. Los edificios de ladrillo claro parecían tocar el cielo, y los pasillos se extendían como laberintos. A mi alrededor, el sonido de risas, pasos apresurados y bicicletas que pasaban zumbando me hizo sentir una pequeña partícula dentro de un mundo gigante. La emoción se mezclaba con un nudo de nervios en el estómago.

Comencé a caminar tratando de encontrar mi salón, pero después de varios minutos deambulado entre corredores que parecían todos iguales, el estrés empezó a subirme por la garganta. Saqué el papel con el número de aula, lo miré otra vez y nada. Justo cuando estaba a punto de rendirme, sentí una mano ligera posarse en mi hombro.

Me giré de inmediato y me encontré con un chico alto, de piel clara como porcelana. Sus cejas, gruesas y oscuras, enmarcaban unos ojos atentos; su nariz perfilada tenía un pequeño lunar que llamaba la atención, y sus labios, anchos y rosados, parecían dibujados con pincel. Los hombros anchos le daban una presencia segura.

—¿Necesitas ayuda? Pareces perdida —dijo, retirando la mano con un gesto educado.

—S-sí… es que soy nueva, hoy es mi primer día —logré decir, la voz temblando un poco.

—Te puedo guiar —sonrió, apenas curvando los labios, sin mostrar los dientes.

Le mostré el papel arrugado entre mis dedos. —Busco esta aula. Ya caminé por varios pasillos, pero no logro encontrarla.

—Ah, es la sala 20B. Ven, yo te llevo —tomó mi mano con naturalidad y me condujo por los pasillos, su paso firme y rápido.

El contacto de su piel me sobresaltó. Mi mano encajaba en la suya con una calidez inesperada, y traté de no pensar en eso. En pocos segundos nos detuvimos frente a una puerta de madera clara.

—Aquí es —dijo, soltando mi mano.

—Gracias —respondí con una sonrisa tímida.

Hubo un pequeño silencio que, para mí, se sintió eterno.

—¿Estás nerviosa por el primer día? —preguntó mientras se arremangaba el suéter verde oscuro.

—Sí —admití rápido—. Todos me han hablado de lo difícil que es la universidad, pero ahora… ahora lo viviré por mi cuenta. —Aparté la mirada, porque el chico me ponía más nerviosa de lo que quería aceptar.

—Creo que no hay nada mejor que experimentarlo uno mismo. Soy de cuarto año, estudio economía —asintió, como si eso explicara su calma—. Por eso no te daré consejos, es mejor que lo descubras sola.

—Supongo que sí —me encogí de hombros, apretando los labios para disimular mi inquietud.

—Debo irme —señaló con el pulgar hacia atrás—. Pero si me ves por ahí y necesitas algo, no dudes en buscarme.

Su sonrisa apareció de golpe, esta vez dejando ver unos colmillos ligeramente sobresalientes que lo hacían verse… tierno.

—Muchas gracias, en serio —acomodé mi bolso en el hombro.

—Por cierto, soy Park Sunghoon —dijo mientras se alejaba.

—respondí, despidiéndome con un leve movimiento de mano antes de entrar al aula.

Dentro, el salón estaba casi vacío. Prefería así: llegar temprano me evitaba la incomodidad de sentir todas las miradas cuando alguien entra tarde.

La primera clase fue introductoria. La profesora habló sobre conceptos gastronómicos básicos para adentrarnos en la carrera. Me esforcé por prestar atención, aunque en el fondo lo único que me inquietaba era la posibilidad de tener que ver matemáticas. Siempre las odié. En la escuela solo las pasé gracias a la ayuda de Jungwon, y ahora él ya no estaba para rescatarme.

—Hola, soy Sua —me saludó una chica con una sonrisa amigable mientras se sentaba a mi lado.

—Soy Lily, un gusto —hice una pequeña reverencia.

—¿Qué estudias?

—Gastronomía. ¿Y tú?

—Comunicación y periodismo —sus ojos brillaron—. Quiero convertirme en una de las mejores periodistas del país.

—Eso suena increíble —dije, contagiada por su entusiasmo.

Sua resultó ser muy amable y, durante el almuerzo, se unió a mi mesa sin dudar. Su presencia alivió la soledad que había sentido en las primeras horas.

Mientras charlábamos, vi a mi hermano entrar a la cafetería con Jake. Tom iba abrazado a una chica, seguramente su novia, y los acompañaba un pequeño grupo de amigos.

—¿Los conoces? —preguntó Sua, notando mi mirada.

—¿Por qué lo dices? ¿Sabes algo de ellos? —quise saber, intrigada.

—Sí, son bastante conocidos. A Jake lo ubica todo el mundo, las chicas están locas por él. Tom es su amigo y, si no me equivoco, la novia de Tom es de las más bonitas de la universidad. Además, viene de una familia muy acomodada.

—Ah… —traté de sonar indiferente—. ¿Y Jake?

—Él… creo que solo es un universitario normal, aunque la fama lo persigue —dijo encogiéndose de hombros.

Intenté concentrarme en mi comida, pero el nombre de Jake seguía girando en mi cabeza.

De pronto, unos brazos rodearon mis hombros desde atrás. Me sobresalté, pero al girarme vi una sonrisa conocida.

—Hola —exhalé, aliviada.

—Hola… —Sunghoon se sentó a mi lado, ignorando la sorpresa de Sua—. No me dijiste tu nombre.

—Soy Lily —reí, algo nerviosa por su cercanía.

—Lindo nombre —comentó antes de mirar a mi compañera—. ¿Y tú eres…?

—Sua —respondió ella, todavía impresionada.

—Un gusto, Sua. —Volvió a enfocarse en mí—. ¿Cómo va tu primer día?

—Bien, por ahora todo va bien —contesté, bajando la mirada al plato.

—Espero que siga así. Quería acompañarte en el almuerzo; sé que el primer día puede ser difícil.

—Gracias, eres muy amable —le dediqué una pequeña sonrisa.

Sua continuaba en silencio, mirándonos como si no pudiera creer lo que veía.

Al otro lado del comedor, Jake se detuvo en seco al notar la escena. Su mirada se clavó en nosotros, tensa.

—Esa es Lily, ¿no? —preguntó, señalándome con la cabeza.

Tom frunció el ceño. —¿Qué hace Park Sunghoon con mi hermana?

La Excepción - Sim Jake Donde viven las historias. Descúbrelo ahora