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Habían pasado dos días y Jake no se había aparecido por aquí. Tal vez estaba ocupado, seguramente tenía asuntos personales que resolver.
Fui a la escuela y, la verdad, no fue nada interesante, salvo por el examen de matemáticas en el que me fue fatal. Sentía un cosquilleo de frustración en el estómago, pero nada que hacer.

—¿Mamá? —llamé mientras buscaba en la cocina. No estaba. Fui a la sala y allí la encontré, sentada en el sofá junto a mi hermano… y Jake.

El corazón me dio un salto. Verlo fue como recibir una bocanada de aire que no sabía que necesitaba. Era absurdo, solo habían pasado dos días, pero sentí como si hubieran sido semanas. ¿Cómo voy a soportar cuando él tenga que volver a Seúl?

—Sí, dime, cariño —preguntó mamá apartando la vista del televisor.

—Hola, Jake, no sabía que estabas aquí —dije intentando sonar casual, aunque mis manos temblaban.

—Claro, saludas a Jake y no a tu hermano —protestó Tom, cruzándose de brazos. Jake soltó una risa suave.

—Hola, Lily. ¿Cómo estás? —preguntó Jake con esa sonrisa que parece iluminar todo.

—Estoy bien —respondí rápido, buscando dónde poner las manos—. Mamá, necesito salir.

—¿A dónde, Lily? —preguntó mientras cambiaba de canal.

—Mamá, deja el partido —rogó Tom.

—Está bien —cedió ella, devolviendo el canal mientras Jake reía.

—Es que… voy a la biblioteca a estudiar —dije, sentándome a su lado y jugueteando con mis dedos.

Por favor, que no pregunte con quién.

—¿Con quién, Lily? —su mirada curiosa me atravesó.

—Con un compañero de clases —respondí, soltando una risa nerviosa—. Es bueno en matemáticas y me ayudará a estudiar.

—¿Por qué no me pediste ayuda a mí? Sabes que soy bueno, Lily —intervino Jake.

—No hace falta, Jake —bajé la voz—. Mamá, ¿me dejas ir?

—Está bien, pero no vuelvas tarde —advirtió.

—Lo prometo. Adiós.

Salí casi corriendo antes de que alguien dijera algo más. Si les confesaba que iba con Jungwon, Tom me atormentaría con bromas sobre que me gusta, y no entiende que solo somos amigos… aunque quien realmente me gusta es Jake.

El aire fresco de la tarde me calmó un poco. Caminé hasta la parada de buses, respirando el olor a asfalto caliente. El trayecto de veinte minutos se me hizo corto, porque mi mente no dejaba de girar entre el examen y la mirada de Jake.

En la biblioteca, la luz tenue caía sobre las mesas de madera. Allí estaba Jungwon, con audífonos, concentrado en un libro. Se veía tan tranquilo que por un momento dudé en interrumpirlo.

—Hola, Jungwon —dije al sentarme a su lado.

—Ah, hola, Lily —respondió, quitándose los audífonos con una sonrisa tímida—. No me di cuenta de que llegaste, lo siento.

—No te preocupes, recién llego. ¿Empezamos?

—Claro —abrió el libro de matemáticas.

Pasaron dos horas en las que él me explicaba cada tema con paciencia infinita. Nunca perdió la calma, ni siquiera cuando yo fruncía el ceño una y otra vez. Me sorprendía cómo todo parecía tan sencillo en su boca, como si las fórmulas flotaran en el aire para que yo solo las atrapara.

—Creo que por hoy es suficiente —dijo finalmente, guardando los libros en su maleta—. ¿Qué te pareció?

—Muy bien. Eres un gran maestro, Jungwon —sonreí.

Sus mejillas se encendieron y bajó la mirada.
—Y tú, una buena alumna.

—Gracias, es la primera vez que alguien me dice eso en matemáticas —reí, sintiendo una calidez extraña.

—Podríamos estudiar juntos más seguido. Así no tendrás que preocuparte tanto.

—No quiero molestarte.

—No es una molestia, me encantaría.

Al final, Jungwon me invitó a comer helado. Intenté negarme, pero insistió con esa dulzura que desarma. Terminamos en una heladería pequeña, perfumada a vainilla y chocolate. Pedí helado de chocolate; él, de vainilla. La cuchara fría se derritió en mi boca mientras él me miraba curioso.

—Cuéntame de ti —dijo, apoyando el codo en la mesa.

—Bueno… no hay mucho que contar —sentí mi mente en blanco.

—Claro que sí. ¿Qué te gusta? ¿Qué no?

Respiré hondo.
—Vivo con mis padres; mamá es enfermera y papá busca empleo. Tengo un hermano mayor, Tom, que estudia en Seúl. Me gusta el inglés, amo el ramen y la Coca-Cola. Mi color favorito es el lila… eso es todo, creo.

—Es un buen comienzo. Y es cierto, eres la mejor en inglés —rió.

—No es para tanto. De todas formas, soy un desastre en matemáticas.

—Nadie es bueno en todo, Lily. Además, estoy seguro de que mejorarás.

Su seguridad me hizo reír. Seguimos charlando, y por primera vez en días sentí que el tiempo se volvía ligero.

Más tarde, Jungwon insistió en llevarme a casa. Frente a mi puerta, me abrió la puerta del auto con una amabilidad que me hizo sonreír.

—Gracias por traerme —dije.

—No fue nada. Piensa en mi propuesta.

—Lo haré. Eres una gran persona, Jungwon.

—Gracias a ti. La próxima invitas tú.

—Trato hecho.

Entré a casa aún con el sabor dulce del helado en los labios. Mi mamá y Tom estaban pegados a la ventana, como dos espías.

—¿Qué hacen ahí? —pregunté, confundida.

—¿Quién era ese, hija? —preguntó mamá, con una sonrisa traviesa.

—El querido Jungwon —respondió Tom, burlón—. Lily está enamorada de él.

—Eso no es cierto, solo somos amigos —repliqué, sintiendo cómo me ardían las mejillas.

—Pero te trajo a casa —señaló mamá.

—Es solo que no quería que viajara sola en bus —me defendí.

—Sí, claro, todos los chicos son tan amables sin motivo —dijo Tom mirando a Jake—. ¿No es así?

—Puede ser —Jake habló por fin, sin mirarme—. Solo ten cuidado, Lily.

—Ya les dije que Jungwon no es así —bufé y me retiré, antes de que pudieran ver mi corazón desbocado.

La Excepción - Sim Jake Donde viven las historias. Descúbrelo ahora