Eight

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No le respondí nada a Jake y fui a buscar a mi hermano para irnos. Luego de eso, salimos de aquel lugar.

Al día siguiente

Estábamos en clase de inglés, mi materia favorita. Me encanta lo que siento cada vez que la profesora escribe en la pizarra: las palabras parecen encajar como piezas de un rompecabezas, y mi mente se relaja. La clase se pasó volando, como siempre que algo me apasiona. Al terminar, Su-jin y yo fuimos a comer durante el receso; el pasillo olía a pan caliente de la cafetería, mezclado con el sonido constante de conversaciones y risas.

—Ay, no puede ser, se supone que debo practicar más inglés, pero no lo entiendo —dijo Su-jin, frunciendo el ceño y revolviendo su bandeja con frustración.

—No te preocupes, solo debes prestar atención. No es tan difícil —alcé los hombros, intentando tranquilizarla.

—Lo dices porque para ti es fácil —replicó, inflando las mejillas como una niña pequeña.

Sonreí con cariño. Entiendo su frustración: el próximo año se mudará a Estados Unidos para estudiar su carrera, porque su padre insiste, y la pobre aún no se siente lista.

—Hola —la voz alegre de Jungwon nos hizo levantar la vista. Llegó con su sonrisa radiante, esa que parece iluminar hasta la esquina más gris del comedor.

—Hola, Jungwon —respondió Su-jin sin mucho ánimo.

—Hola, Won, ¿cómo estás? —pregunté, intentando sonar casual aunque mi voz salió un poco más suave de lo que planeaba.

—Estoy bien, Lily. Mmm… quería preguntarte algo —dijo, rascándose la nuca. Parecía nervioso.

—Sí, claro, dime —lo miré, intrigada.

—Quería saber… yo… quería saber si… —balbuceó, jugando con la correa de su bolso.

—Dilo, Jungwon —intervino Su-jin con impaciencia.

—Su-jin —la llamé entre dientes, sonriendo para animarlo—. Solo dilo.

—Quería saber si vendrías a verme al partido —soltó de golpe, como si las palabras pesaran.

—¿Quieres que vea el partido de básquet? —pregunté para asegurarme de haber escuchado bien.

—Sí, exacto —asintió, la comisura de sus labios curvándose en una media sonrisa.

—Está bien, iré —respondí antes de volver a mi comida, aunque el corazón me latía un poco más rápido de lo normal. Jungwon es muy amable; no estaría mal verlo jugar.

El resto del receso pasó entre risas y comentarios. Cuando el reloj marcó las dos, me dirigí al gimnasio de la escuela. El aire olía a madera pulida y a ese sudor dulce que solo los partidos de baloncesto pueden tener. Las gradas vibraban por los gritos de los estudiantes.

—Y aquí está Lily, viniendo a ver a Jungwon —canturreó Su-jin, divertida.

—No vine a ver a Jungwon, vine a apoyar a nuestra escuela —repliqué, corrigiéndola.

—Ay, Lily, qué ingenua eres —negó con la cabeza.

Su comentario me pinchó un recuerdo. Jake también me había llamado ingenua ayer. ¿Por qué todos insisten en eso? No es cierto… ¿o sí?

—Yo no soy ingenua —murmuré, clavando la vista en la cancha—. Estoy aquí para apoyar a la escuela, nada más.

El silbato sonó y el equipo entró a la cancha. Jungwon apareció junto a sus compañeros, conversando con el entrenador. Cuando notó mi presencia, me encontró con la mirada y levantó la mano para saludar, su sonrisa tan dulce que sentí un calor repentino en las mejillas. Le devolví el gesto, fingiendo que no me afectaba.

—Está pendiente de ti —dijo Su-jin, feliz.

—Ya deja de decir estupideces —respondí sin apartar la vista de la cancha.

El partido comenzó y el sonido del balón rebotando contra el piso llenó el gimnasio. Las porristas animaban, el público gritaba, y yo descubrí que me estaba divirtiendo más de lo que esperaba. Jungwon se movía con agilidad, rápido y preciso; cada enceste arrancaba aplausos. Cuando nuestra escuela ganó, grité sin contenerme. La emoción me invadió, inesperada pero deliciosa.

Bajé de las gradas para felicitarlo. Jungwon venía hacia mí, sudor perlado en la frente, la respiración agitada. Se veía diferente, casi… peligroso. Había algo en su mirada, en la forma en que el cabello húmedo caía sobre su frente, que le daba un aire de chico malo.

—Hola, Lily —saludó con su típica sonrisa.

—Hola, Jungwon —respondí, sintiendo un leve cosquilleo en el estómago.

—Me alegra que hayas venido a verme —dijo con una risita que sonó juguetona y nerviosa a la vez.

—Claro, te felicito, jugaste increíble —asentí, tratando de sonar natural.

—Gracias, aprecio mucho que estés aquí —añadió antes de secarse el rostro con una toalla.

¿Por qué estaba tan nerviosa? Mis manos parecían más frías que el resto de mi cuerpo.

—¿Me puedes sostener esto? —me tendió su bolso.

—Sí, claro —lo recibí mientras él bebía agua, los músculos de su brazo tensándose con cada movimiento.

—Gracias —dijo al tomar de nuevo su bolso.

Miré el reloj: eran las cuatro. —Bien, creo que debo irme a casa.

—Déjame me cambio y te llevo —propuso enseguida.

—No hace falta, Jungwon…

—Por favor, déjame llevarte —insistió con una mirada que me hizo ceder.

Esperé afuera del colegio mientras el sol caía y el cielo se teñía de naranja. Salió ya cambiado, con ropa deportiva que resaltaba su figura. Durante el trayecto, la conversación fluyó con facilidad; Jungwon es divertido y siempre encuentra temas para mantenerme sonriendo. Me sorprendió que recordara exactamente dónde vivo.

—Gracias, Jungwon. Nos vemos mañana —dije cuando llegamos.

Se bajó para abrirme la puerta, tan atento como siempre. Me despedí y entré a casa, todavía con una sonrisa.

—Vaya, vaya, vaya… aquí está Lily, llegando otra vez con Jungwon —bromeó Tom desde la sala.

—Hola, Lily —saludó Jake con su voz calmada.

—Hola, Jake… y ya deja de molestar, Tom —repliqué, fingiendo molestia.

—¿Por qué llegas tarde? ¿Tuviste una cita con Jung…? —lo interrumpí antes de que terminara.

—Deja de decir estupideces, claro que no fue una cita —bufé, mirando a Jake de reojo. Él me observaba en silencio, inexpresivo, lo que solo lograba inquietarme más—. Solo me quedé a ver el partido de básquet.

—¿Quién ganó? —preguntó Jake al fin.

—Nuestra escuela —respondí, inflando el pecho de orgullo.

—Vaya… nunca fuiste a ver uno de mis partidos, pero al tal Jungwon sí lo acompañas —dijo Tom, fingiendo estar herido.

—No fui por él, quería apoyar a la escuela. Además, tú nunca me invitaste. Si lo hubieras hecho, habría ido con gusto —expliqué, un poco estresada.

Claro que habría ido… ver a Tom significaba ver a Jake, y habría muerto por presenciar esa etapa de él; dicen que ese equipo fue el mejor de la escuela.

—Qué bueno que sigan ganando. Creí que ese equipo se acabaría después de que nos fuimos —comentó Jake, y entonces hizo algo que me desarmó: pasó la lengua por sus labios.

Fue como un choque eléctrico. Creí que había olvidado ese hábito suyo, pero no. Aún sigue ahí, y es… magnífico.



La Excepción - Sim Jake Donde viven las historias. Descúbrelo ahora