Fifteen

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Era Heeseung.

Me quedé helada al verlo. No me lo esperaba; estaba convencida de que solo estarían mi hermano y Jake. Pero ahí estaba él, con esa sonrisa confiada que parecía iluminar la cancha.

—Hola, Heeseung —le sonreí con cortesía, intentando disimular la sorpresa.

—Aléjate, Heeseung —soltó Tom de inmediato, con el ceño fruncido.

—Tu hermano está loco —rió el recién llegado, como si nada.

—Ya déjalo en paz, Tom —me giré hacia mi hermano, molesta.
¿Quién le daba derecho a decidir quién podía acercarse a mí? Si yo quisiera que Heeseung se alejara, se lo diría. Esa era mi decisión, no la suya.

—Reglas son reglas —respondió Tom, encogiéndose de hombros.

—¿De qué reglas hablas? —pregunté, frunciendo el ceño.

Tom guardó silencio. Miré a Jake, buscando una explicación.

—Ya sabes… la regla de no meterse con la hermana menor de tu amigo —explicó él, con una sonrisa incómoda.

Auch. Sentí cómo esa frase se clavaba en mi pecho. Era como si Jake levantara un muro entre nosotros. Como si, automáticamente, me descartara.
“Ni aunque mi vida dependiera de ello”, parecía decir su tono.

—¿Quién inventó esas reglas? —intenté sonar casual, pero por dentro me hervía la sangre.

—Estoy con la chica Lee —intervino Heeseung, cruzándose de brazos y mirándome con una sonrisa coqueta—. Es una regla absurda.

—Cierra la boca, Lee —gruñó Tom, rodando los ojos.

—No es una regla indispensable —añadí con firmeza—. No es real.

—Sí lo es —replicó Jake—. Tal vez no esté escrita, pero todos sabemos que existe. No deberías hacerle eso a tu amigo.

Otra punzada. Otro strike.
Que Jake me comparara con una hermana era peor que cualquier rechazo. Yo no quería ser su “pequeña Lee”. Quería que me mirara como a una mujer, como una posibilidad.

—Qué aburrido eres, Jake —bromeó Heeseung, negando con la cabeza.

—Será mejor que apliques la regla —Jake sonrió apenas—. Ella también es como mi hermana pequeña.

Sentí cómo algo dentro de mí se encogía.

—Chicos, ya me cansé de oírlos. Mejor juguemos —intervino Niki, rompiendo la tensión.

Los cuatro se dirigieron a la cancha. El aire olía a cemento caliente y a la hierba húmeda del parque. La luz amarillenta de los postes dibujaba sombras largas sobre el suelo. Me senté en la grada, con el corazón acelerado, y no pude apartar los ojos de ellos.

Jake se veía increíble, concentrado, el cabello revuelto por la brisa. Pero Heeseung… había algo en su forma de moverse, en la seguridad de cada salto, que atraía las miradas como un imán. Él y Niki, más altos, tenían una clara ventaja, y pronto tomaron la delantera.

—Mira esto, pequeña Lee —me gritó Heeseung, justo antes de lanzar un triple perfecto.

—¡Muy bien, Heeseung! —aplaudí, incapaz de ocultar mi admiración.

Tom me fulminó con la mirada mientras Jake reía entre dientes. Yo solo sonreí, divertida.

Heeseung volvió a encestar y, al hacerlo, me dedicó la cesta con una mirada intensa. El calor subió a mis mejillas. Sonreí, incapaz de evitarlo.
Nunca nadie me había hecho algo así.

El partido terminó con la victoria de Heeseung y Niki.

—La apuesta era que los perdedores compran las cervezas —anunció Niki, todavía jadeando.

—Bien —aceptó Tom, agotado.

—Vamos, Tom, a buscarlas —dijo Jake, sacando su billetera.

—¿Quieres algo, Lily? —preguntó mi hermano.

—Solo tráeme una Coca-Cola —respondí, sonriendo.

—Tú y tu Coca-Cola… —murmuró Tom antes de irse con Jake.

Niki se quedó practicando tiros mientras Heeseung se sentaba a mi lado. El olor a sudor y a tierra húmeda se mezclaba con el aire fresco de la noche.

—Eres muy bueno —comenté, mirando a Niki que seguía encestando.

—Creo que ya estoy oxidado —rió Heeseung, pasándose la mano por el cuello.

—¿En serio? No lo creo. Eres excelente.

—Era mucho mejor en la secundaria —dijo, y su mirada penetrante se clavó en la mía, provocándome un escalofrío que no tenía nada de miedo.

—¿Y por qué no seguiste con el básquet? —pregunté, intrigada.

—Mi padre no quería. Dice que es una pérdida de tiempo. Quiere que me dedique a los negocios de la familia. —Apartó la vista, la voz levemente amarga.

—¿Y tú qué hubieras querido? —susurré.

—Me habría encantado seguir jugando. Pero ya sabes… —encogió los hombros.

—Te entiendo —murmuré, atrapada por su cercanía.

Su mirada me estremecía, y no precisamente de miedo. Había algo hipnótico en su presencia.

—No crees que merezco un premio por ganar? —preguntó con una sonrisa pícara.

—Creí que las cervezas lo eran —respondí, señalando hacia donde habían ido los otros.

—No, esa era la apuesta. Yo hablo de un premio tuyo. —Sus ojos brillaban traviesos—. ¿No crees que lo merezco? —hizo un puchero encantador.

—Creo que sí —salió de mi boca antes de que pudiera pensarlo.

—Veo que me copias, pequeña Lee —sonrió aún más—. ¿Qué tal si te doy un beso… y si no te gusta, me lo devuelves? Buen trato, ¿no?

Me quedé unos segundos sin aire. Luego reí, nerviosa.
—Wow… eso fue… wow.

Él rió conmigo.
—¿Qué? ¿No te parece un buen trato? —se inclinó apenas, acercándose lo suficiente para que pudiera sentir el calor de su piel.

El corazón me latía desbocado. Ahora entendía por qué todas caían rendidas ante él. Era naturalmente atractivo, su sonrisa, su mirada, su lenguaje corporal… todo en Heeseung era un imán.

—Te pusiste roja, Lee —rió, mordiéndose el labio inferior.

—Tenías que estar a veinte metros, Heeseung —la voz de Tom cortó el momento. Él y Jake regresaban.

—Si ya me hubiera propuesto estar con tu hermana, ya lo habría hecho, Tomás —replicó Heeseung con descaro.

¿A qué se refería exactamente con “estar”? Sentí un nudo en el estómago.

—Jamás —gruñó Tom—. JAMÁS lo permitiré.

—Eso no depende de ti —replicó Heeseung, tomando una cerveza con total naturalidad.

Tom me pasó mi Coca-Cola, pero mi mente seguía enredada en las palabras de Heeseung.
Algo quedó claro esa noche: le atraigo. Puede que no busque nada serio, que solo quiera diversión, pero sin duda quiere algo de mí.
Cuando levanté la vista, vi a Jake mirándome. Había algo en su expresión… como si sospechara lo que acababa de ocurrir.

La Excepción - Sim Jake Donde viven las historias. Descúbrelo ahora