La Excepción - Sim Jake

Eighteen

—Pequeña Lee —dijo Heeseung, dejándose caer a mi lado con una sonrisa que parecía esconder algo más.
—Hola —respondí, llevándome otro trago a la boca. El líquido me quemó la garganta, pero no me importó.

—¿Sabes que es ilegal que bebas? —preguntó, mirándome mientras yo me servía otro trago.
—¿No crees que lo prohibido sabe mejor? —repliqué, inclinándome un poco hacia él, retándolo con la mirada.

—Sin duda alguna —murmuró, mordiéndose el labio inferior, como si disfrutara el atrevimiento.

—Heeseung… —lo llamé, sintiendo el calor del alcohol subir por mi pecho.
—Dime —respondió, posando una mano cálida en mi espalda. Un escalofrío me recorrió de arriba a abajo.

—¿Por qué no me das ese beso que me prometiste? —pregunté con una pequeña sonrisa, la voz apenas temblorosa.

La cabeza me daba vueltas. No podía pensar con claridad, solo sabía que estaba enojada, dolida. Jake podía besarse con quien quisiera, así que ¿por qué yo no? Heeseung se veía tan bien esa noche que mi orgullo herido encontró en él un refugio.

—¿Quieres besarme? ¿Eso es lo que estás diciendo, Lee? —su sonrisa se ensanchó, como si hubiera estado esperando esas palabras desde el primer momento en que me vio.
Asentí, sintiendo mi corazón golpear con fuerza.
—Haré lo que tú quieras —susurró, girándose para quedar frente a mí.

Intenté ponerme de pie, pero mis piernas flaquearon. La sala giró un instante. Heeseung me sostuvo de la cintura antes de que cayera.
—¿Estás ebria, Lily? —preguntó, su voz cargada de preocupación.
—No —respondí, aunque mis párpados pesaban—. Yo… yo estoy perfectamente bien.

Él rió suavemente al ver mi cara sonrojada.
—Claro que sí… —murmuró con ironía.

Lo tomé del cuello, acercando mi rostro al suyo.
—Heeseung, bésame —cerré los ojos, esperando sentir sus labios. Pero no pasó nada.

—No puedo besarte, no mientras estás así —sus manos seguían en mi cintura, firmes pero sin malicia.
—¿Por qué no? Creí que querías besarme —protesté, con una decepción que dolía más de lo que imaginaba.

—Claro que quiero. Me muero por hacerlo —confesó, bajando la voz—, pero estás ebria. Sería aprovecharme de ti, y no voy a hacer eso.

—Solo será un beso —insistí, intentando soltarme, pero él no cedió.
—No me insistas, por favor —respiró hondo, pegando su frente a la mía—. No sabes lo que estoy sufriendo por tener que rechazarlo. Vamos, te llevaré a un lugar más tranquilo.

Con suavidad, me guió hacia el segundo piso, su mano cálida en mi cintura. Tomó una botella de agua por el camino y me sentó en un sofá apartado. La música seguía vibrando a lo lejos, como un latido constante que me taladraba los oídos.
—Siéntate aquí y bebe un poco —me ofreció la botella.
—No quiero, Hee —murmuré, frotándome los ojos.
—Escúchame, debemos esperar a que se te pase el efecto —dijo, sentándose a mi lado.

Finalmente tomé un sorbo, sintiendo el sabor metálico del agua contra mi lengua.
—Estoy enojada contigo… no quieres besarme —hice un puchero infantil.

Heeseung me miró con paciencia, aunque en sus ojos brillaba algo que me estremeció.
—Lily, no quiero besarte así. Cuando te bese, quiero que lo recuerdes —sus palabras me hicieron alzar la vista—. Si lo hago ahora, mañana tal vez lo olvidarás. Y si lo recuerdas, podrías arrepentirte.

—No voy a arrepentirme —negué como una niña caprichosa.
—Lo harás. Me pediste ese beso solo porque estás ebria —respondió, dejando la botella a un lado.

—¿Dónde está el Heeseung divertido? —tomé su rostro entre mis manos, apretando sus mejillas—. Eres un aburrido.

Él rió y retiró mis manos con cuidado. Por dentro, podía sentir su lucha: yo lo tentaba, y él se contenía. Sabía que le gustaba, podía verlo en su mirada. Pero su autocontrol era más fuerte que el deseo.

—Si no nos besamos ahora, no nos besaremos nunca —solté con una risita, cerrando los ojos.
—Entonces tal vez nunca pase —susurró él, frunciendo los labios.

Mis párpados se hicieron pesados, y antes de darme cuenta, el sueño me venció.

Mientras tanto, Jake…

En una habitación apartada, Jake estaba con la chica de la fiesta. La conocía desde la secundaria, y no era la primera vez que se besaban. Sus labios se movían con la urgencia de viejas costumbres, hasta que su teléfono interrumpió el momento.

—Hola, hermano —la voz de Heeseung sonó firme al otro lado.
Jake se apartó de la chica, sentándose en el borde de la cama.
—¿Quién es? —preguntó ella, molesta.
—Shhh —Jake le hizo una seña—. ¿Qué pasa, Hee?

—Es la pequeña Lee.
—¿Lily? ¿Qué pasa con Lily? —Jake se levantó de golpe, el corazón acelerado—. Le dije que no se moviera.
—Está ebria —respondió Heeseung.
—¿Dónde está Tom? —Jake se puso la chaqueta a toda prisa.
—No lo sé, por eso te llamo a ti. Estamos en el segundo piso.

Jake salió disparado, bajando las escaleras de dos en dos. La música y el humo le golpeaban la cara mientras buscaba con desesperación, hasta que los vio. Allí estaban: Lily dormida en un sillón, y Heeseung a su lado.

—¿Qué pasó? —preguntó Jake, tratando de recuperar el aliento.
—La encontré en una mesa, bebiendo demasiado —explicó Heeseung, mirándola con preocupación.

Jake se arrodilló, acariciando con cuidado el rostro de Lily.
—Lily… me asustaste —susurró.

—Será mejor que la lleves a casa —dijo Heeseung—. Está muy ebria, cualquiera podría aprovecharse de ella. No podía dejarla sola.

—Gracias, Heeseung. De verdad, gracias —Jake lo miró con gratitud sincera—. No sé qué hubiera pasado si no estabas aquí.

—No es nada —respondió Heeseung, encogiéndose de hombros—. Es la hermana de Tom, no iba a dejarla en peligro.

Jake asintió, moviéndola con suavidad.
—Lily, despierta… debemos irnos.

Ella apenas se quejó, resistiéndose en sueños.
—No quiero… —murmuró, volviendo a hundirse en la inconsciencia.

Jake suspiró y, sin más opciones, la tomó en brazos. La calidez de su cuerpo contra el suyo era un recordatorio doloroso de lo mucho que significaba para él.