1. Las consecuencias

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Nunca hay ganadores en una guerra, estaba muy consciente de ello cuando al salir del inframundo no los esperaba la paz, sino el caos.

Sus amigos y hermanos destruidos tanto física como emocionalmente, especialmente el caballero de pegaso, a quien su Diosa sostenía amargamente, al saber que su vida se esfumaba producto de la espada de Hades incrustada en su pecho.

El santuario no estaba en mejores condiciones, unos pocos sobrevivientes, compuestos principalmente por caballeros de bronce y plata, hacían lo que podían para ayudarlos, mientras la tierra presentaba un absoluto desequilibrio al no estar el regente del inframundo, almas errantes atormentando a los vivos, el susurro de una vida sin fin, la desorientación y el miedo en los humanos.

Esa increíble desolación y sentimiento de vacío, acompañaba la frialdad en la tierra, pues la luz no podía existir sin la oscuridad y Atena había cometido un gran error de juicio, impropio de una Diosa qué cada vez más se apegaba a su humanidad adquirida.

Shun estaba consciente de que el castigo no tardaría en llegar y así fue. No había trascurrido ni 30 minutos de su llegada a la superficie cuando una gran luz empezó a descender del cielo, cegandolos momentáneamente, una voz profunda se invadió el lugar - Atena! - llamó - el Olimpo ha deliberado y tomó una decisión.

Los caballeros restantes intentaban establecer una posición defensiva para su Diosa quien sostenía con más fuerza al pegaso moribundo.

- El equilibrio debe ser restaurado - dijo, mientras su silueta se distinguía, como un hombre de contextura delgada pero fuerte, cabello corto, piel ligeramente bronceada y vestimenta antigua de la región, más lo que destacaba eran aquellas alas sobresalientes de sus tobillos.

- Hermes - se oyó el murmuró de parte de Atena, lo que alertó a sus caballeros, principalmente al Cisne y Dragon quienes dieron un paso al frente bloqueando la vista de su Diosa.

Shun observó a sus compañeros y luego dirigió la mirada hacia el mensajero de los dioses encontrando aquellos ojos color miel posados en los suyos, una amarga revelación se instaló en su corazón, sabía cuál era su castigo.

Todo paso en cámara lenta, pero a su vez en unos cuantos segundos, la armadura de andromeda se desprendió se su portador posicionándose junto a Atena bajo la incrédula mirada de sus compañeros y la espada incrustada en el pecho del pegaso desapareció posicionándose frente al otrora caballero de andromeda.

- Atena, sereis juzgada por los 12 durante el solcistio de invierno, deberás presentarte ante el Olimpo - informo impasible el mensajero - el equilibrio se restaurara provisionalmente - y concluyendo con esas palabras desapareció.

Antes de que los caballeros o la misma Diosa pudieran hacer algo, tarde se dieron cuenta que el mensajero de los dioses no fue el único en esfumarse de allí dejando un gran dolor en los corazones de los presentes, pero principalmente en el orgulloso fénix cuyo cosmo se elevó como una llamarada ardiente, quemandolo todo.

En otro lugar lejano lleno de sombras y oscuridad unas voces se levantaban en un murmullo sostenido.

- Ya es tiempo, él está aquí

- No, aun no ha despertado

- Debemos ser pacientes, los planes van acorde

- ¿Cuánto más tiempo? Atena ni siquiera será capaz de defender la tierra y ese se acerca

- El necesario

- ¿Porqué? Si ni siquiera estamos seguros de que sucedera y el despierte antes que llegue

- Es el designio pactado desde la era del mito, lo que tantos siglos esperábamos

- Nos traicionara, sabes como es él, debemos matarlo antes que suceda

- ¡No! Esta vez es diferente, lo siento en todo mi ser

- Deja de decir estupideces, hermano sabes que lo hará

- No apures las cosas, esperaremos su despertar

- Solo debemos observar, más no intervenir hasta que llegue el momento

Esmeralda del AvernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora