🧨Cap 30🏜

10 5 10
                                    

Recuerdos verdaderos

En la aldea de Guiza, se encontraban Aegan y Elisette, ambos caminaban por las calles del pueblo observando el estado deplorable en que se encontraba.

—Se nota que el alcalde es un inútil —dijo Aegan con cierto enojo.

—Estuve preguntando... Al parecer hay un camino que lleva a la costa —habló Elisette señalando la zona este—, allí podríamos encontrar algún barco que podríamos usar para ir a Cleotracia.

—¿Pero? —preguntó Aegan notando que la princesa estaba algo deprimida.

—Al parecer nadie ha podido cruzar hasta allá, hay una especie de trampa en la arena donde todos mueren —explicó bajando su mano—, no entendí bien, pero decían que una boca gigante salía de la arena y los devoraba.

—Suena a que nos dará problemas para llegar —suspiró—, pero no es como que tengamos muchas opciones.

—Creo que podríamos encargarnos de lo que sea que haya en la arena atacando —dijo la princesa pensativa—, pero para eso tendría que saber a que nos enfrentamos y necesitaría ayuda de más personas —miró a Aegan con suplica, este entendió al momento lo que quería decir.

—Ah no eso si que no —negó el castaño girándose dándole la espalda.

—No tenemos muchas opciones y esto es una amenaza que afecta a todos —le dijo poniéndose frente a él sujetando sus manos—, se que no quieres tratar con él, pero... Si lo convences podría hacer que la aldea entera ayude.

—Esto es una pésima idea... —suspiró mirando a los ojos de la chica que lucían tiernos—, maldita sea...

(...)

Al rato después Aegan apareció en el despacho del alcalde, estaba sólo, entró sin más y vio a su padre que se encontraba tomando en su asiento.

—Necesito pedirte algo —le dijo el castaño, su odio era notorio en su rostro aunque lo disimulara—, creo que esto también concierne a tu gente, a lo mejor podríamos trabajar juntos para acabar con lo que sea que los esta matando.

—Sólo mata a los que salen por ese lugar, además... —se dio otro trago evitando mirarlo a los ojos—, mis habitantes son muy pocos, no querrán arriesgar sus vidas por esperanzas vacías.

—No son vacías, tenemos un plan —Aegan apoyó sus manos sobre la mesa encarándolo—, si esa cosa, sea lo que sea, decide moverse nada la detendrá de devorarlos a todos, lo mejor es que aprovechen la ayuda que estamos ofreciendo.

—No lo se... —Tristan intentó mirarlo a los ojos pero le recordaban a su difunta mujer por lo que los apartó rapidamente—, si quieres habla con ellos, de todas formas casi nunca me hacen caso.

—No sirves para nada —Aegan se levantó mostrando desprecio y se retiró.

El sujeto sólo se quedó bebiendo sólo mientras recordaba lo que había pasado con su mujer en el pasado, una lágrima recorrió su mejilla, pero la secó al momento.

(...)

Rato después Aegan le contó todo a Elisette, esta ya se había adelantado y había estado hablando con algunos habitantes para converserlos de atacar a lo que sea que los estaba matando, algunos de ellos aceptaron, otros se negaban a sacrificar sus vidas. Una vez Elisette reunió a un grupo de veinte comenzó a hablar con ellos sobre el plan de ataque dejando todo listo para el día indicado.

(...)

Finalmente llegó el otro día, Elisette estaba acompañada de Aegan y de varios habitantes de la aldea, sólo tenían algunas espadas y lanzas como armas.

El Demonio de La Luna RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora