Capítulo 73

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Capítulo 73

Raven.

Me despierto en la madrugada cuando siento un extraño peso en mi pecho, y me toma varios segundos darme cuenta de que se trata de Benson. Al parecer nos hemos movido de posición mientras dormíamos y ahora su cabeza está apoyada en mi pecho, su rostro escondiéndose en mi cuello y nuestras piernas entrelazadas bajo las sábanas.

Sin querer perder la oportunidad de seguir así, me acomodo un poco mejor con la intención de volver a dormir.

Lo más probable es que él se haya quedado dormido y haya olvidado moverse al sofá, pero no me importa, no pienso despertarlo para que se vaya ahora, si esta es la última vez que estaremos unidos de esta forma entonces voy a disfrutarlo.

Llevo una de mis manos hasta su cabeza y empiezo a acariciar su cabello, recordando que era algo que él amaba que le hiciera cuando éramos niños, y en menos de cinco minutos vuelvo a quedarme dormida.

(***)

Esta vez cuando me despierto no hay peso sobre mí, ni calor proveniente de otro cuerpo, lo cual significa una cosa; Benson ya no está conmigo en la cama. Somnolienta me incorporo y escudriño toda la habitación en su búsqueda, pero no está. ¿Se habrá pasado por fin al sofá? Lo más probable sea que sí.

Lo de anoche se sintió diferente a todos los encuentros que habíamos tenido antes, de algún modo se sintió íntimo, fue como abrir una ventana y mirar hacia el pasado, y estaría mintiendo si dijera que eso no provocó una nueva dosis de esperanza en mí.

No digo que recuperemos lo que antes teníamos, pero tengo fe en que al menos nos reiremos de todo lo que ha pasado sin que sea incomodo o doloroso. Juro que me conformo con que él siga tratándome de la forma en la que lo hizo ayer, pero hoy es un nuevo día y no sé qué esperar.

"No te odiaba, Raven, creo que nunca lo hice" sus palabras calaron en lo más profundo de mi ser y mi alma bailó de gozo por ellas.

Decido darme un baño antes de salir de mi habitación, gracias a Dios tanto la fiebre como la debilidad han desaparecido, por lo que aprovecho para asearme un poco mejor de lo que lo hice ayer, cuando casi me caigo en la ducha por no poder sostenerme de pies mucho tiempo.

Una vez completamente limpia y vestida me dirijo hacia la sala esperando encontrar a Benson allí, pero me sorprendo al ver la estancia totalmente vacía y organizada. Antes de que pueda suponer algo, escucho el ruido de una olla cayendo al suelo proveniente de la cocina, así que me apresuro a seguir el sonido.

Si hace una semana me hubiesen dicho que iba a dormir abrazada a Benson y que al día siguiente lo iba a tener en mi cocina preparando el desayuno, definitivamente hubiera mandado a internar a la persona que me lo hubiera dicho, pero, por más increíble que parezca, esa es mi realidad ahora.

Con el ceño fruncido observo como él recoge la olla que cayó al suelo y la pone en su lugar, cuando se gira hacia mí se sobresalta un poco por la sorpresa, pero se recompone de inmediato.

—Ya despertaste, creí que tendría que hacerlo yo mismo —Dice volviendo a darme la espalda para revisar lo que sea que esté cocinando en la estufa.

—¿Qué hora es? —Pregunto sin atreverme a adentrarme totalmente en la cocina.

—Las diez.

Abro los ojos como platos cuando me doy cuenta de que estoy llegando tarde al trabajo, muy tarde. Como si pudiera leerme la mente, Benson me mira por encima de su hombro y vuelve a hablar.

—Hablé con Nolan y le dije que estabas enferma, no tienes que ir a trabajar hoy.

Suelto un suspiro de alivio al escuchar eso y me permito sentarme en uno de los taburetes del desayunador.

—¿Y Lyra?

—Está bien, Lisa la sigue cuidando, la traerá más tarde.

Ninguno dice nada más y yo me dedico a observarlo moverse por la cocina, y me sorprende ver como sabe dónde está cada cosa que busca, como si conociera el lugar desde hace años.

Siento la necesidad de decir algo para acabar con el silencio, pero al mismo tiempo no sé qué decir. ¿Debería mencionar lo de anoche? No, no creo, no quiero incomodar las cosas desde temprano. ¿Le pregunto sobre el clima? No, demasiado típico. Tal vez podría hablarle sobre futbol, ¿verdad? Quizás le interese hablar de eso.

Abro la boca para decir la primera estupidez sobre el deporte que se me venga a la cabeza, pero me apresuro a cerrar la boca cuando lo escucho gruñir.

—Mierda —Se aleja unos cuantos pasos de la estufa y es cuando me doy cuenta de que hay una gran mancha humeante en su camiseta. Se ha quemado.

Por instinto salto de la silla y me acerco a él para socorrerlo, pero él retrocede en una clara señal de que no quiere que lo haga.

—¿Te quemaste? —Pregunto lo obvio.

Él despega con cuidado la tela de su piel para evitar seguir quemándose y lo veo hacer una mueca.

—No mucho, por suerte.

Curiosa, me acerco hacia la estufa para ver lo que hay en la olla y luego lo miro con el entrecejo fruncido.

—¿Hiciste sopa?

Él me observa sin entender mi confusión —Sí, ¿No captas el olor?

—Creo que la gripe me ha hecho perder el olfato —Y espero que no el gusto —Pero ¿quién hace sopa de desayuno?

—Te ayudará con el resfriado.

—Yo ya estoy mucho mejor, pero ahora tú no —Señalo su abdomen.

Él se encoje de hombros restándole importancia, pero continúa alejando la tela de su cuerpo, por lo que tomo un pal de servilletas y me acerco a él para ayudarlo. Él reniega al principio, pero le dedico una mala mirada que lo hace soltar la camiseta.

Levanto la tela dejando su abdomen notificado a la vista y tengo que morder mi lengua para no maldecir.

Lo único que diré es que el entrenamiento le sienta muy bien, porque no recuerdo que él tuviera esos cuadros en el abdomen a los dieciocho años.

Con cuidado seco la humedad en su piel y también en su ropa, y él permanece estático mientras lo hago. Levanto la mirada y lo encuentro viendo mi rostro con detenimiento, como si tratara de encontrar algo nuevo en él. Como es costumbre mi corazón se acelera ante este hecho, y sé que ya debería retroceder, pero no lo hago.

No lo hago porque una de sus manos sujeta con firmeza mi cintura, impidiendo que me aleje. Sus mirada viaja de mis ojos a mis labios y juro que puedo sentir mi corazón latiendo en mi garganta.

Él duda, pero no lo suficiente como para impedirle empezar a acercarse a mí en busca de un beso que estoy dispuesta a darle, pero antes de que nuestros labios puedan tocarse el sonido del timbre nos hace separarnos de un salto.

Maldito timbre del diablo, ¿tenían que tocarlo justo ahora?

Mi corazón sigue latiendo a mil por hora y no me atrevo a mirarlo a la cara cuando hablo.

—Iré a ver quién es.

Salgo de la estancia casi corriendo, dejándolo allí solo y, mientras voy caminando por el pasillo que lleva a la entrada, llego a la conclusión de que estar a solas con Benson en una cocina nunca termina bien.


NA: Hola crayola.

Hice mal los calculos, el siguiente capítulo será tan emocionante (o más) como el anterior, este es solo una vista previa jajaja.

Voten, se me cuidan y nos leemos pronto. 

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