Bestia hambrienta y ¿juguetona?

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Jinsu, después de mirarse completo en el espejo del baño había tomado una muy seria decisión, que podía garantizar la seguridad de su trasero.

NO SALDRÍA CON ESO PUESTO

NO, NO Y NOOOOOO.

O eso era lo que él tenía en mente.

¿Por qué demonios le había gustado a Victor este tipo de cosas? Normalmente era un hombre bastante anticuado, muy anticuado, que le gustaba lo blanco, negro y clásico, no un conjunto de encaje y peluchito.

Todavía resonaba en su cabeza las palabras muy serias de él cuando le dijo «póntelo completo», por poco se le caía la quijada de la impresión. Póntelo completo su trasero, se lo iba a quitar y que fuera el mismo Victor el que se lo pusiera. Una cosa era que le quedara bien y otra muy diferente que modelara con aquello.

Su propio descaro tenía un límite y eso... era demasiado.

Es que hasta medias de encaje a mitad de muslo con ligas tenía puesto, las guantillas, y esos pompones en su cabeza... que eran unas malditas orejas a juego con la gargantilla. Dios, se iba a morir.

No, no podía, se lo tenía que quitar. Si fuera al menos negro o rojo, pero rosa, quien carajo se viste de ese rosa pinki, no él al menos. Seguro que se le apagaba el deseo a Victor con todo ese chillón por muy... sexy que estuviese.

Y ya con la decisión, y de tener sexo normal llevó sus manos a una liga de su muslo cuando.

-Acaso te fuiste por el excusado. Mueve el culo y ven aquí- escuchó desde afuera.

La forma en que la habló, la autoridad con la que lo llamó hizo que la sangre de Jinsu ardiera. Y el coraje lo golpeó.

-¿Quién carajo te crees que eres para llamarse así?- gruñó casi pateando la puerta y saliendo directo a la habitación recibiendo una ceja alzada por parte de Victor.

Fue entonces que el vampiro cayó en que había salido vestido con la misma ropa que se había repetido más de una vez que no saldría. Qué vergüenza y más con Victor que lo recorría de arriba abajo con la mirada, sentado contra los cojines del respaldar de la cama, con la bata a medio amarrar y una copa de vino en su mano.

-Te quedo mucho mejor de lo que me imaginé- dijo él con una media sonrisa y con un brillo en sus ojos azules que para extrañeza de Jinsu... lo hizo sonrojar.

-Yo... me voy a quitar esta mierda- dijo con los dientes apretados y se dio media vuelta cuando pum, la puerta fue cerrada en su cara y frente a esta se sentó Speicer moviendo su cola de un lado a otro.

Jinsu no se lo podía creer.

-Oye, déjame entrar- pero el perro no se movió.

-No lo hará, ni lo intentes- Victor tomó otro sorbo de vino despreocupado.

Jinsu lo miró por encima del hombro.

-¿Qué le hiciste a mi perro?

Victor pestañeó lentamente.

-Simplemente un trato con él, a cambio de una caja de bombones, dado que su sueño lo pone a dieta y solo le da uno.

Al vampiro casi se le quería caer la quijada. Como que su esclavo le estaba pagando con la misma moneda de descaro que él usaba. Sin embargo, no se dejaría manipular tan fácilmente. Demostraría quien era el amo aquí... de los dos.

Así que se giró, se inclinó y miró detenidamente a su familiar para regañarlo por traicionarlo de aquella vil manera sin percatarse que en esa posición quedaba su trasero directo a la vista de su esclavo. Y Jinsu tampoco pudo ver como este se relamía, no solo por los restos de vino en sus labios.

El bulto dentro de su bata dolía para ese momento, y aunque estaba cansado, no tenía intenciones de hacer de eso un polvo rápido y ya, mucho menos cuando tenía a Jinsu vestido de esa forma. Ya entendía la fama de los locales de Eugene, sabía sacarle provecho a la sensualidad de los cuerpos de sus clientes. Y esta vez... había aceptado bastante bien, tenía que reconocer, pero primero muerto que decirlo en voz alta.

Por lo que mientras Jinsu estaba en su dilema de convencer al perro que se moviera del lugar y lo dejara encerrarse nuevamente en el baño Victor, se levantó y caminó hasta este.

Un grito se escuchó en la habitación que salió de la boca de Jinsu cuando este fue cargado como si apenas pesara y puesto sobre el hombro del humano.

-Oye bestiaaaaa, no soy un saco de papa- intentó decir por encima de su hombro, cuando una nalgada cayó sobre su glúteo que, en vez de hacerlo gritar de dolor, un gemido traicionero lo sustituyó dado que las perlas habían rozado su ya delicado agujero.

Eso hizo que tanto él como Victor se quedaran quietos. Oh, oh. Jinsu sabía que había despertado en Victor algo peligroso, lo podía sentir porque los músculos debajo de él se estaban poniendo tenso y temblaban ligeramente.

-Oye Panquesito...- wao, no recordaba la última vez que le había dicho así, pero le salió de forma natural, quizás si lo cabreaba un poco este lo dejaría libre- No estoy en contra de tener sexo, como que esa es la mejor actividad que podemos tener ahora, pero déjame quitarme estas cosas, mira ya hasta el peluche se está poniendo extraño si. Vas a follar a un tipo que tiene lo mismo que tú allá adelante, no a una bailarina de un puticlub ¿si?

No recibió respuesta.

-¿Victor?- Jinsu se comenzaba a preocupar, no solo por la reacción extraña de Victor, sino por él mismo.

Desde que había salido de la habitación había un olor suave y florar en la habitación que no estaba antes y que venía de... hijo de pu... ese Eugene estaba usando una vela aromática estimulante. Y lo sabía por la enorme etiqueta que tenía que ponía verla desde su posición y que Victor había encendido.

Como que alguien estaba muy emocionado con todo aquello.

Y con eso en sus pensamientos y preguntándose que tanto le había afectado el olor de la vela también a Victor fue bajado del hombro de su esclavo, sintiendo como este se sentaba en el borde de la cama, pero en vez de ponerlo a él al lado, lo acostó justo sobre su regazo, con su cabeza a la derecha y su trasero del otro lado, con los muslos de Victor debajo de su pecho y su vientre bajo.

Jinsu miró esta vez por encima del hombro hacia arriba y se encontró con el rostro de Victor. No se había equivocado, la vela como que estaba haciendo de las suyas, le había quitado su fuerza a él, pero en cambio, lo que lo estaba sujetando en ese momento, con una mano grande sobre su espalda y la otra sobre su nalga era una bestia hambrienta y ¿juguetona?.

Pondría en su agenda imaginaria no dejar tanto tiempo a pan y agua a su esclavo. Podría ser contraproducente.

El otro capítulo lo subo más tarde, aun no lo he editado. Viene lo caliente jeje

Esclavo por equivocación (vampiros)®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora