Hueles rico

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Victor entró por la puerta de aquella discoteca por segunda vez en su vida. Nunca pensó que lo volvería a hacer. Solo había asistido una sola vez porque se la habían recomendado y se arrepentía en un 50%.

¿Por qué en un 50%?

Porque le habían desgraciado su vida, ahora con la marca en su cuello. Pero por otro lado había tenido el mejor sexo de su vida por no mencionar el orgasmo. Nunca se había quedado inconsciente tras uno, y esa vez ni siquiera recordaba en qué posición había terminado. Todo se había vuelto negro tras la avasalladora ola de sensaciones orgásmicas.

Ahora estaba ahí. Buscando a esa misma persona. Había dicho que acabaría con él. Lo dejaría en el sol para que se tostara y lo librera de aquel grillete. Porque no era imbécil. Sabía que lo que lo había mordido era un jodido vampiro. Pero quizás antes de eso, podía hacer mejor uso de él. No todo eran malos recuerdos.

Dos noches antes.

A pesar de que le habían recomendado ese lugar para cambiar su rutina, Victor no estaba para nada complacido. No le gustaba el extravagante lugar, ni las mareantes luces, ni el bullicio, ni el olor intoxicante del alcohol y menos que menos la baja calidad del público. Un hombre como él acostumbrado a la alta alcurnia prefería que las presas vinieran en cuatro patas hacia él, no tener que salir a buscarlas.

Aun así, y tomando mucha de su fuerza de voluntad caminó hacia la barra. Ya que estaba ahí, estaba interesado por saber porque aquel endemoniado lugar tenía tanta fama. Además esa noche tenía ganas realmente de probar algo diferente. Incluso había cambiado su atuendo de su típico traje por un conjunto de pantalón y camisa negra que se ajustaban perfectamente a su cuerpo trabajado. Había dejado los tres primeros botones estratégicamente abiertos dejando a la vista una fina cadena de platino que costaba más que aquel lugar.

Se sentó elegantemente en una de las banquetas y dio dos toques en la madera que al menos encontró limpia. Antes de que se diera cuenta fue puesta delante de él una copa con un líquido verde azuloso.

-El trago más caro del local y el mejor- una sonrisa apareció en el rostro de aquel hombre de cabellera anaranjada.

Victor alzó una ceja.

-No se preocupe, mi trabajo consiste en satisfacer las demandas de quienes están de su lado. Se ve como alguien que busca lo mejor. ¿Me equivoco?-Mary ladeó la cabeza.

Victor no dijo nada. Tomó la copa entre sus dedos y olió la bebida antes de que esta tocara sus labios. El bartender no se había equivocado. Era exquisita, valía la pena. Se había ganado la propina. Puso un billete de 500 dólares sobre la barra.

-Quédate con el cambio-

Mary pestañeó pero recibió el billete con mucho entusiasmo, después de todo había ganado casi 300 dólares de propina en una sola noche. Todo un récord.

De pronto el bullicio y la música se hicieron más explosivos. Victor frunció el ceño. Esa era otra de las razones por las que odiaba esos lugares. Prefería la tranquilidad de su lujosa casa.

-Oh, parece que ya empezó el espectáculo- Mary sonrió- Ese loco está como una cabra hoy, pero al menos vale la pena verlo moverse-

Victor dirigió su mirada hacia el escenario donde la atención de todos estaba concentrada y...su mundo se quedó congelado. Incluso sus ojos se abrieron ligeramente más. Tuvo que humedecerse sus labios. Lo bueno de aquellos lugares de baja clase es que siempre se podía encontrar uno con una sorpresa.

En medio de la tarima había una persona que bailaba en lo que era la barra. No tenía ropa extravagante, ni mostraba nada de piel. Todo lo contrario, llevaba unos jean ajustados que enmarcaban unas nalgas bien redondas y ofensivas para un hombre, y una camisa blanca que se transparentaba por el sudor que adornaba su cuerpo. Eso era incluso más erótico que la desnudez.

Esclavo por equivocación (vampiros)®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora