CAPÍTULO 5

31 2 0
                                    

18 de diciembre de 1998, Ciudad del Norte 

Creo que desde que era niña, soñé con una hermosa familia, un esposo al que amara con todo mi corazón, acompañada de tres hijos, que me llenarían cada día de una inmensa felicidad. Pero, nunca pensé en todos los obstáculos que me podría poner la vida.

Los cuales me podrían impedir hacer mis sueños realidad. Esos que tanto había añorado...

—Robert..., Necesito hablar de algo muy importante contigo —empecé diciendo en un tono firme y seguro. O al menos, un intento de este. Sus ojos oscuros me miraban atentamente.

—¿Sucede algo malo? —inquirió.

Me mantuve quieta sin saber qué responder. Me pregunté a mí misma eso, ¿se trataba de algo malo o bueno?, para mí era una gran noticia, pero aun así algo me preocupaba.

—Eso quisiera saber yo.

Noté como sus ojos se balanceaban entre los míos, no sé exactamente si lo que buscaba era una lágrima entre mis ojos, o incluso, el destello de algún brillo. Algo que me delatara y así dedujera lo que sucedía.

—Cariño, puedes contarme lo que sea que esté pasando. No te quedes callada, por favor.

Acercó su silla un poco más hacia mí, acortando la distancia entre nosotros. Y debo decir que eso me ponía más nerviosa, y no necesariamente por lo que estaba por decirle. Además, sentir su piel sobre la mía, de una forma tierna y acogedora, me transmitía conmoción, una mezcla de felicidad por saber que contaba con él, pero miedo al no saber cuál podría ser su reacción. Durante mucho tiempo, hablamos sobre tener hijos, brindarles una buena crianza, un lugar acogedor, rodeados de lindas personas. Estar junto a nuestras familias, ser uno mismo ante ellos. Enseñarles lo que significaba el amor.

Pero ¿Por qué sentía que algo me impedía esa felicidad?, ¿Por qué me preocupaba tanto una maldita persona insensible?

Di un largo suspiro para darme el valor de hablar.

—Estoy embarazada... —solté sin pensarlo un segundo más, mientras jugueteaba con mis dedos por debajo de la mesa. Todo el tiempo mantuve mi mirada fija sobre él, percatándome de cada mínima expresión en su rostro.

Sus ojos se balancearon sobre los míos. Mis ojos se cristalizaron, creando un nudo en mi garganta.

—Mi amor..., eso es maravilloso —me aseguró con una inmensa alegría en su rostro.

Desvié mi mirada a mis manos, para después mirar mi vientre. Pensé en lo mucho que había esperado una noticia así, lo importante que era para ambos.

—Créeme, me haces el hombre más feliz. Ten por seguro que tendrá todo lo necesario. Además... —me decía con una gran sonrisa en su rostro, incluso noté algunas lágrimas caer por sus mejillas, llenas de felicidad. Aun así, detuve su entusiasmo.

—No lo estás entendiendo..., tenemos muchas cosas que hacer en la empresa.

—¿Qué tendría de malo eso? —frunció su ceño con confusión—, si es por tu salud, yo me encargaré de la empresa. En todo caso, podría hablar con mis padres para que nos ayuden en la empresa o te cuiden mientras estoy fuera, cariño...

—Robert.

—Samira.

Ambos nos miramos fijamente a los ojos. Mis lágrimas corrían sobre mis mejillas y el nudo en mi garganta aumentaba.

—¿Qué te preocupa, cariño? —inquirió.

—Ellos.

Me miró con el ceño fruncido.

—¿Quiénes?

Rodé los uojos.

—¡Maldita sea Robert, no intentes fingir que no sabes de quienes te hablo! —él parpadeó unas cuantas veces. De acuerdo, no entendía de quién hablaba—. La familia Félix, Robert. Ellos me preocupan —le dije finalmente, mientras hacía un movimiento con cansancio. Aún me siguió mirando, confundido.

—¿Ellos que tienen que ver en esto?

Lo miré incrédula.

—¿Acaso no te das cuenta, Robert?, nos quieren destruir. Especialmente, Harold.

—Mi amor, eso ya quedo en el pasado. Recuerda que hicimos las paces con ellos, quedamos que no habría más peleas entre nuestras familias.

Rodé nuevamente los ojos, tratando de guardar la calma.

—Ajá, y yo tengo diez años.

—Samira, por favor.

—Robert.

Lo miré fijamente con una mueca de desagrado en mi rostro. Él exhaló con fuerza, buscando una solución.

—De acuerdo. ¿Qué sucede con ellos, ahora?

—Sucede que solo nos quieren ver en la ruina, harían lo que fuera necesario para acabar con nosotros. Sus intenciones nunca serán buenas para nosotros, y eso debes tenerlo claro, Robert.

—Samira, el bebé tendrá toda la protección, así deba traer un ejército, lo haré.

Me rasqué la frente, desesperada.

—Ellos moverán cielo, mar y tierra para vernos muertos. —insistí, esperando que se pusiera en mi lugar y entendiera mi preocupación.  Aunque por los gestos de su rostro tan despreocupado, no lo creía posible.

Tal vez piensen que era muy paranoica, o incluso que me imaginaba cosas donde no venían. Pero, en el primer segundo que conocí a Harold Félix, supe que todo lo que involucrara a la familia Wilson, ese hombre no descansaría hasta verlos acabados. Y claro que eso yo lo impediría, aunque tuviera que dar mi vida por ellos.

—Está bien —finalizó asintiendo con la cabeza—. Hablaré con Arthur, estoy seguro de que él lo entenderá. Haré lo posible por verlo cuanto antes y poder solucionar esto, ¿te parece bien?

Acercó su mano hacia la mía para acogerla y brindarme un poco de seguridad.

Lo miré fijamente entre dudas. Algo me decía que esto no sería fácil, que no bastaría con una charla, esto se trataba de venganza, una maldita venganza por las estupideces del pasado.

Estaba segura de eso. Mis pesadillas lo confirmaban, y sus acciones los delataban... 

Sombras Del Pasado: Tras La Pista De La VerdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora