CAPÍTULO 37 (parte 1)

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—PARTE UNO—

22 de junio de 2022, Ciudad del Sur

En medio de un tormento, siempre tiene que existir una esperanza. Es esa parte en la que, entre la niebla, hay una luz que difiere sobre las personas, brinda una linterna que te ayuda a mantenerte sobre ese sendero. Aunque, a veces, eso puede ser tu propia destrucción, pues confían tanto de esa linterna, que los murmullos dejan de existir, ocultándote la verdad.

Aunque, supongo que es más sencillo quedarse detrás del telón, donde nadie te puede ver y la niebla no consigue alcanzarte. Tal vez esa era la razón por la que Arthur se escondió tanto tiempo, ocultando sus verdaderas intenciones. Y, supongo que, si hubiera sido él, hubiera hecho lo mismo, a pesar de que su final no fuera el mejor.

Tuvo que arriesgar su vida para darle un punto final a aquella pelea en la que nadie sabía que estaban, porque en realidad fue así. Mis padres creían estarlo, pero también confiaban en que, desde su escondite, nadie los podía ver y quedaban fuera del juego. Scarlett y Billy salían al escenario cada vez que les era necesario. Mientras que, la familia Félix, se mostraban a plena luz sobre ese lugar, dejando detrás de las sombras, la realidad.

Simplemente, todos se aguardaban en un escondite. El punto ciego.

Yo no sabía en qué dirección iba, pues dejaba que las demás personas alrededor de mí, me señalaran mi destino. Me convencí durante toda mi vida que de esa forma debía ser. Supongo que fue por eso que al saber la verdad que ocultaban mis padres, mi reacción fue a medias.

Realmente no había dicho como me sentía, solo quise ver cuál era el sendero que desprendía esas palabras de toda mi familia. Dejarme llevar en medio de esas sílabas. Así que, ahora que la marea bajaba, y la niebla iba desapareciendo poco a poco, mis emociones también volvían a mostrarse. Podía observar esas cajas de Pandora que me dije un día no volver a abrir. Esta vez, me aproximé a ellas. Balanceé mis ojos por los destellos de colores que soltaba, y el tornado que formaba entre sus paredes.

Esta vez no correría de ellas.

Caminé a su alrededor, observando con cierto interés los colores azules y rojos que circulaban entre pequeños rayos de luz. Era imposible poder mantener una distancia hacia ellas, solo quería poder abrirlas y descubrir su interior. Había recordado las palabras de Thiago, era momento de abrir las heridas que, por tantos años, no me había permitido sanar.

Esas cajas de Pandora se habían contenido en una misma. Una que duplicaba su tamaño original, pero tampoco escaparía de su inmensidad.

Moví mis piernas en su dirección, quedando frente a un candado que las resguardaba. Fruncí mi ceño, sin entender donde podría estar aquella llave que las mantenía alejadas de cualquiera. Volví mi rostro al lugar en el que estaba, el borde de un abismo. El mismo que quedaba en cada pesadilla.

—¿Buscabas esto?

Escuché el tintineo de unas llaves detrás de mí. Y, a su vez, la dulce voz armoniosa de una mujer. Esa misma que podría reconocer entre tantas mujeres, porque en ella, permanecía la calidez que de pequeña conseguía tranquilizarme en medio de mis llantos.

—Mamá... —murmuré al girar mi cuerpo en su dirección.

Su aspecto permanecía juvenil, como si los años en ella no hubieran pasado. Su piel relucía en una textura tersa y suave al momento de extender mi mano para saber si era real su presencia. Incluso seguía transmitiendo una sensación de paz, lo supe cuando eliminó el espacio entre nosotras, para envolverme entre sus brazos. Cubrió los lamentos que murmuraba con sus besos en mi cabeza, pidiéndome que dejara que el silencio nos arropara. Lo hice. Dejé que mis miedos corrieran por el lugar, liberándome de todo lo que me dejaba inquieta.

Sombras Del Pasado: Tras La Pista De La VerdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora