24 de julio de 2010
Tic tac. Tic tac. Tic tac. Ese ritmo se repetía en mi cabeza, sí, igual que un reloj.
Contaba el tiempo que iba detrás de nosotros, advirtiéndonos lo que se aproximaba. El sonido del parabrisas le acompañaba, formaba parte de mi tortura.
Mis pulsaciones eran tangibles, casi sentía como mi corazón estaba a punto de salirse de mi pecho. Ni él lo podía soportar. Como todo el mundo, hubiera preferido escapar de aquel tormento, pero esta vez era diferente. No podía huir. Porque sabía que, si escapaba, las consecuencias serían peores, y las personas que tanto quería, sufrirían las consecuencias. Lo hacía por ellos. Por mí.
Cada puto segundo derrochado entre esas cuatro paredes fueron para salvar vidas. Esos mismos segundos que terminaron en vano, porque en el fondo de mi pecho se escondía la verdad. Lo sabía, pero no lo quería aceptar. Sabía que las consecuencias estaban sentenciadas en mi vida, pero las traté de esquivar. Fui consciente de que ellas terminarían atrapándome por más que corriera.
El silencio fue parte de mis cavilaciones. Mis respiraciones formaron un remolino en mi cabeza. Las palabras que me decía en mi cabeza terminaron convirtiéndose en espinas clavadas en ella. Sabía qué pasaría. Sabía que estaba condenada a eso...
Solo hacía lo correcto. Justo eso me repetía.
Justo eso era de lo que me quería convencer. Tratar de restarle la importancia que desde un principio tuve que afrontar, aunque en un inicio aquello no era parte de mí. En un principio no había sido mi problema. Pero al estar a su lado, sus problemas se volvían míos. O al menos así lo sentía. Porque si él sufría, yo también lo haría. Si él lloraba, yo sería el hombro en el que se recostase.
Porque yo había aceptado estar a su lado..., hasta que la muerte nos separara.
Así que, creímos que eso era lo mejor para todos. Y es que lo era, pero no todos pensaban así. Ese hombre no lo creía de la misma forma que nosotros. Porque a ese hombre no le bastaba nada. Ese hombre quería comerse el mundo en un bocado. Sentir el poder en sus manos. Sentir que podía ser quien dirigiera a los demás.
Mientras tanto. Nosotros buscábamos la forma de escapar de sus garras. Tratar que no nos viera entre el bosque. Él era el lobo y nosotros éramos sus títeres. Siempre fue así. Y justo eso tenía que acabar. No quería ser el títere de alguien más. No quería tener más pesadillas en las que él estuviera dentro.
No quería seguir viendo su horrible rostro cerca de mi familia.
Él era el culpable por quien ocultábamos a nuestra hija. Mi pequeña princesa que no tenía la culpa de que sus padres tuvieran demasiadas, y unas estúpidas diferencias con una familia empeñada en acabar con el apellido Wilson.
Estábamos hartos de fingir algo que no éramos. Hartos de tener que acoplarnos a sus medidas, porque no podíamos hacer lo que se nos diera la gana. No sabiendo que un día podrían llegar y meternos un disparo. Una amenaza. Una advertencia de que nuestra vida, ya no era nuestra. Él llevaba el mando de nosotros y nunca nos dimos cuenta.
Sí. Tenía miedo. Ese fuerte sentimiento que te arrinconaba contra la pared, dudando de si era lo mejor. Sintiendo que tu pulsación en un momento despegaría hasta el otro extremo de la habitación y alguien aparecería detrás de ti para quitarte lo que te pertenece. Sus ojos te mirarían, sonriendo de oreja a oreja. Te diría que tu fin ha llegado... y listo. Tu alma se iría con él, serías su títere por siempre.
Harold fue el culpable de todo lo que hice. Yo no quería ocultar a mi pequeña. Yo no quería que ellos vivieran en una farsa. Pero él se empeñó tanto en querer destruirnos que terminé dejándome llevar por el maldito impulso de querer detenerlo. Me convencí de que lo tenía todo. Nos convencimos de que ganaríamos. Me creí la heroína de la historia, cuando nunca hubo un héroe.
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Sombras Del Pasado: Tras La Pista De La Verdad
Mistério / SuspenseSe suponía que me olvidaría de la existencia de mis padres, ellos se habían ido sin ningún aviso, dejándome con mis abuelos fingiendo que solo se irán por un fin de semana por trabajo. Se suponía que debían regresar por mí, pero no lo hicieron. El...