10 de mayo de 1999, Ciudad del Norte
No quería tener ningún tipo de discusión al lado de mi esposa e hijo. Por lo que después de un rato, Arthur y yo nos fuimos a su despacho para hablar a solas sobre lo que estaba ocurriendo.
—¿Quieres un poco de vino? —me preguntó al acercarse a la botella que estaba sobre su escritorio. Le negué con la cabeza.
Nos mantuvimos en silencio un momento. Traté de encontrar las palabras correctas, pues había algo que siempre se debía tomar en cuenta al hablar con un Félix: el lenguaje. No podía decirle algo a la ligera o como si no tuviera importancia. Ellos eran tan orgullosos y apáticos que no dejaban a un lado un simple insulto o queja.
Carraspeé un poco hasta conseguir pronunciar algo de la manera más firme.
—Arthur, ¿Por qué tienes tanta insistencia con lo del matrimonio? —empecé en tono afable—. Eso lo dejamos en el pasado, ¿ya lo olvidaste?
—Vamos, Rob. Ambos sabemos que ese sigue siendo nuestro sueño —decía muy tranquilo sirviéndose una copa de vino. Lo miré con cautela en sus palabras.
—Teníamos otros planes. Mi mentalidad ha cambiado, ya no son los mismos tiempos, aunque solo hayan pasado algunos años, Arthur —sentencié manteniendo mi firmeza. Él negó con la cabeza soltando una risita por lo bajo al tomar de su copa.
—Tonterías. Ella es quien te ha cambiado —soltó.
—Y mira qué agradecido estoy con ella. Gracias a Samira es que tomé las riendas de mi vida y mis padres han podido confiar en mí para darme un gran lugar en la empresa —voceé con orgullo en cada una de mis palabras. Eso le había dolido. Lo pude notar cuando tenso su mandíbula y sujetaba con fuerza su copa.
—Como siempre, siendo el niño de papi.
Rodé los ojos.
—No vengo a pelear contigo, Arthur. Quedamos en que haríamos las paces, que todo se quedaría en el pasado. No quieras sacar ahora los trapos sucios de nuestros padres —le advertí con la esperanza de que no siguiera por ese camino.
Pero, ambos sabíamos lo que terminaría pasando.
—Eso es lo que intento. Pero, como siempre, tú no cooperas, Robert —contradijo en mi palabra.
—Ajá, ¿para qué?, para terminar ambos en bancarrota, debajo de un puente y con miles de deudas, ¿acaso eso es lo que quieres? —inquirí, arqueando una de mis cejas. Sus ojos se mantenían en mi rostro, fijos.
—Ya no confías en lo que puedo hacer...
—¡Maldita sea Arthur! ¿Qué vas a hacer?, ¿hablarles a ellos para que metan sus sucias manos en nuestros negocios?, ¿quieres acabar en la cárcel o que es lo que te pasa por la cabeza? —estallé, tensé la mandíbula y a su vez tratando de contener el impulso de darle un puñetazo, a ver si así reaccionaba de una vez por todas. Me sentía como un padre reprendiendo a su hijo. Y es que lo parecía. Ni siquiera comprendía como podía seguir pensando en eso, sabiendo que ambos teníamos una familia a la que proteger. Y en esos negocios no lo conseguiríamos.
—¡Nada malo ocurriría, Robert!
Mis ojos comenzaban a arder de desconcierto, enojo.
—Eso quien lo dice... ¿Tu padre o tú? — determiné sin guardarme nada. Él sabía la respuesta. Al igual que yo, pero solo quería escucharlo de su boca. Algo que nunca ocurriría a menos que lloviera fuego del cielo.
Sus ojos se desviaron a un rincón de la habitación. Estaba seguro de que quería contener sus lágrimas, evitar que se desequilibrara y terminara quebrándose frente a mí. Sabía que siempre me había guardado un rencor por las comparaciones que su padre hacía frente sus narices. Yo siempre le recordaba que él era igual o mucho más inteligente que yo. Pero, su padre lo tenía vendado de los ojos y con los oídos tapados, impidiéndole ver la realidad.
ESTÁS LEYENDO
Sombras Del Pasado: Tras La Pista De La Verdad
Mistero / ThrillerSe suponía que me olvidaría de la existencia de mis padres, ellos se habían ido sin ningún aviso, dejándome con mis abuelos fingiendo que solo se irán por un fin de semana por trabajo. Se suponía que debían regresar por mí, pero no lo hicieron. El...