CAPÍTULO 19

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14 de mayo de 2022

A veces creo que nunca he llevado un destino en mi vida. Solo voy dando pasos, o quizás sean zanjadas cuando trató de esquivar las cosas. Como si fuera fácil brincar una página de la historia. Desde joven pensé que así sería más fácil.

Llevar una vida sin el control de tus padres puede parecer la cosa más emocionante. Escapas de las responsabilidades, los problemas en casa, las ataduras que nos suelen poner. Una enredadera en nuestros pies y manos para impedir que corramos. Porque crecer es lo peor... y eso lo entendí con el paso de los años.

Comprendí la razón por la que mis padres siempre me prohibían salir de casa, reunirme con desconocidos en un intento de socializar. Porque al principio todos somos unos desconocidos, ¿no? Y por muy absurdo que suene, es la verdad.

Creemos que, al dar pasos más fuertes, las cosas irán mejor. Tal vez, al brincarnos alguna etapa de nuestra vida, todo se solucionará. Pero, cuando llega ese momento y volteas a ver tu pasado, y te arrepientes. Quizás no. Pero yo sí me arrepentí.

Soñé cada día con regresar al pasado y gritarle a mi versión adolescente que debía quedarse con sus padres, seguir a su lado. Que no había necesidad de escapar de una vida en la que suponía que siempre sería así. Porque con su hermana comprobaría que no sería así por mucho tiempo.

Aunque, tal vez las cosas debían ser así...

Seguramente mis padres decidieron quitarle las ataduras a ella para que no ocurriera lo mismo, y no escapara de la misma forma que yo lo hice. Sin aviso. Sin dolor. Sin remordimiento. Y... sin dar una señal de vida.

Porque así he sido siempre, la versión mala de mi hermana.

Porque nosotras fuimos como el yin-yang, diferentes, pero unidas.

Porque cuando yo iba al norte, ella se mantenía en el sur.

Sí, las cosas debían ser así. Pero me encanta pensar en el "hubiera", porque hay tantas posibilidades que te hacen decir a ti misma... Qué carajo he hecho con mi puta vida. Lo siento, pero esa es mi realidad.

Porque mientras ella era el sabor dulce, yo era la parte amarga.

—Sabía que algo así terminaría pasando. —protestaba mi padre desde el otro lado del teléfono, por su tono supuse que estaría furioso. Incluso me lo imaginaba con su rostro rojo como un jitomate, porque siempre pasaba eso cuando se enojaba. Tensaba su cuerpo y su nariz se coloraba. Su voz tambaleaba inconscientemente.

—No había manera de saberlo, no pienses que todo esto se sabía desde un principio. Porque ni siquiera nos habíamos imaginado llegar hasta este punto. —le replicó mi madre a su lado. También a ella me la imaginaba tomándole del hombro, acariciándolo para calmar sus nervios.

Al igual que también me percataba de la tensión que se formaba en la llamada, porque, aunque fuera solo eso, los sentimientos se escabullían, traspasando todo, llegando hasta la otra persona. En este caso, entre mis padres y yo.

Era consciente de que solo respondían mis llamadas por la situación que pasábamos. Por los problemas que nos involucraban de la misma forma, aunque en mi caso fuera en amenazas de muerte. Todos creían que yo la escondía, y necesitaban tenerla en sus manos. Porque ella era un tesoro. Un privilegio que cualquiera moriría por tener.

¿Por qué? Sencillo, ella llevaba la herencia de sus padres. En ella quedaba la palabra de ellos. Sobre ella cargaba el peso de la familia, la sangre que recorría por su cuerpo. Porque por muy absurdo que fuera, nuestra familia se había convertido en una de las más importantes al conocer a los Wilson.

Sombras Del Pasado: Tras La Pista De La VerdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora