CAPÍTULO 25

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07 de junio de 2022

Mi cuerpo pesaba más que otros días. Podía sentir el golpeteo de mi corazón como el tic tac de un reloj, y era demasiado asfixiante. Mi respiración entrecortada, acompañada de la sensación que recibía al despertar de una pesadilla —como aquella mañana—.

En cualquier otra ocasión le hubiera restado importancia, pero aquel día esa sensación me afecto por completo. Sentir la ligera capa de sudor frío recorriendo cada parte de mi cuerpo, el temblor en mis manos que iba al ritmo de mi corazón, incluso un poco más rápido.

Mi garganta formando un nudo. Debido a que había abierto una grieta. Una que me había prometido jamás volver a abrir porque sabía lo mucho que dolería. No quería aceptar mi realidad, necesitaba que me dijeran que todo había sido parte de un sueño. Parte de una pesadilla.

Me negaba a creer que mis padres estaban vivos, porque en mi mente ellos ya no existían. Mi consciencia los había borrado de mi mundo, porque tenerlos entre mis pensamientos quemaba. Recordando los millones de posibilidades. Las razones por las que me dejaron. Pensar en los motivos que ellos podrían tener para escapar.

Simplemente, me negaba a aceptarlo.

Pero tampoco podía escapar de ella por más que quisiera...

Con los años me había acostumbrado a su ausencia. Rellenar ese vació con excusas. Bloquear esa parte de mí era más fácil. Porque hay veces en las que bloquear tus emociones te hace más fuerte, aunque sea temporal. Llega el momento en que debes enfrentarlas.

Había llegado mi momento, y no estaba preparada para ello.

Al sentir el hueco a mi lado, la falta de alguien a mi lado, tomé el impulso para levantarme de la cama, aunque solo conseguí quedar sentada al borde de la cama. Recordé el peso de mi cuerpo. El dolor que me provocaba cada movimiento.

Mis labios estaban resecos. Mis ojos dolían al moverlos. Traté de desvanecer ese disgusto desviando mi vista a un punto fijo de la habitación, uno que mantuviera mi mente en blanco, porque no quería pensar en absolutamente nada. Ni siquiera era consciente de la hora.

Por un segundo mi vista se volvió nublada, como si tratara de escapar de ese lugar. Al otro segundo, mis ojos se cristalizaron. Mi mente me traicionó, trayéndome el recuerdo de la noche anterior. Esa mujer detrás del umbral, aquella que se aparecía tanto en mis sueños, pero no lograba reconocerla como una madre. Mi madre.

Vagaba por mis pensamientos. Buscaba respuesta entre los recuerdos que me quedaban, porque mi mente se encargó de borrar todos los que me traían dolor. Aquellos que ansiaban con abrir la herida.

Entonces, escuché el movimiento de alguien tras la puerta. Una sombra negra que poco a poco se iba acercando. Un momento después tocaban la puerta, tres veces seguidas. Un golpeteo suave. Y luego la puerta se abrió despacio.

—¿Puedo pasar? —inquirió Maia en un tono bajo al asomarse por el hueco abierto. Le dediqué una pequeña sonrisa mientras asentía con la cabeza.

Volví a tragarme ese sentimiento que amenazaba con escaparse en el primer segundo que cerrara los ojos. Entonces hice lo posible por recomponer mi postura y respirar hondo, llevando mis intrigas y miedos al fondo de mi pecho, donde nadie se diera cuenta de su existencia.

Su rostro dulce contempló el mío desamparado, buscando aquello que ocultaba.

—¿Todo bien?

Asentí con la cabeza volviendo a soltarle una sonrisa.

—No pude dormir bien, eso es todo.

—¿Segura? —insistió con un tono de preocupación al bajar su mirada a mi cuerpo—. Estás cubierta de sudor..., ¿te sientes mal? —se acercó hacía mí para tocarme la frente.

Sombras Del Pasado: Tras La Pista De La VerdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora