06 de mayo de 2022
Lo último que me imaginaba que me pasaría en ese día, era encontrarme a mis abuelos afuera de mi puerta, esperando mi llegada. Ni siquiera cuando estaba en la universidad me visitaban, en el pueblo tenían muchas cosas que hacer y siempre se mantenían ocupados.
-¿Nos extrañaste, pequeña? -me dio un cierto alivio su dulce voz al acercarse a mí, para estrecharme entre sus brazos. Como si el miedo comenzará a desvanecerse en unos segundos. Quería quedarme un poco más así, entre sus brazos y olvidarme de todo lo demás.
-Ava insistió en venir..., y creo que esta vez no podía negarme. Me amenazó de forma muy gráfica de lo que me pasaría si no la traía aquí, lo siento por no haberte avisado. -mencionó mi abuelo en un tono calmado.
-Me alegro de verlos -les aseguré a ambos con una gran sonrisa en mi rostro-. Pero, bueno, seguro que el viaje fue muy agotador y ya están muy cansados -dije al abrir la puerta.
Mi abuela soltó un pequeño suspiro.
-Seremos viejos, pero tenemos mucha más energía que ustedes, los jóvenes, eso ten por seguro, mi niña -murmuró mi abuela, muy digna.
Desvié mi mirada hacia la entrada, buscando a mi abuelo. A lo lejos lo vi dirigirse a su auto, para abrir la cajuela y sacar varias maletas de ella. Mi abuela notó mi mirada de intriga.
-Pensábamos quedarnos este fin de semana... -murmuró, esperando que reaccionara de forma negativa. Esbocé una sonrisa de oreja a oreja.
-Me parece perfecto, Tita -le aseguré con una gran sonrisa.
Mientras terminaban de acomodar todas sus cosas en una de las habitaciones, me quedé apoyada sobre el barandal del patio trasero, observando el vaivén de las olas. Intentaba darme una idea del motivo por el que mis abuelos tomaron una decisión tan apresurada. Siempre habían sido personas precavidas y organizadas, mantenían todos sus horarios escritos sobre un pequeño pizarrón en la cocina. Nunca salía algún plan de último momento.
Aunque no me molestaba ese tipo de visitas, me preocupaba cuánto más podría aguantar las emociones que me arrinconaban mentalmente. Y, sobre todo, eran emociones que no quería mostrar a nadie, por el simple motivo de evitar preocuparlos por algo que era tan absurdo.
****
Pasamos el resto de la tarde preparando un pan de frutos rojos. Para mi sorpresa, mi abuelo se ofreció a ayudarnos, algo que ni mi abuela se esperaba durante esa noche. Ambas asentimos frenéticamente con una gran sonrisa en nuestros rostros con mucho entusiasmo.
Al final, terminamos llenos de harina y unas cuántas manchas en los delantales.
Mis abuelos se veían muy felices, en ellos podía ver un amor de verdad. Me dejaban la esperanza de que un día yo encontraría un amor, así como el suyo. Y, aunque no tenían un amor perfecto, había algo que los unía. Tal vez un lazo del pasado, o incluso, los años que habían pasado estado al lado del otro. Siento que es algo que se vuelve familiar, te acostumbras tanto a eso que no quieres salir de ahí. Así eran ellos.
Siempre amanecían con la canción When You're Smiling de Louis Armstrong, mi abuelo se la había dedicado en su juventud. Rememoraban cada mañana ese momento bailando junto al otro, como si se tratara de su primera salida de novios.
Me perdí en la escena tan perfecta que tenía frente a mí. Mi abuelo le había dejado una mancha de mermelada en la punta de la nariz de mi abuela, esta lo fulminaba con la mirada tomando un poco de mermelada para hacerle lo mismo. Pensé que harían una guerra de comida, pero solo se limitaron en mirarse unos segundos, para después empezar a reírse a carcajadas del otro.
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Sombras Del Pasado: Tras La Pista De La Verdad
Misterio / SuspensoSe suponía que me olvidaría de la existencia de mis padres, ellos se habían ido sin ningún aviso, dejándome con mis abuelos fingiendo que solo se irán por un fin de semana por trabajo. Se suponía que debían regresar por mí, pero no lo hicieron. El...