CAPÍTULO 12

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06 de junio de 1999, Ciudad del Norte

Al llegar al porche, cuestioné mis propias palabras para prepararme mentalmente al posible sondeo que los padres de Robert nos harían en el momento de soltar todos nuestros miedos e inquietudes. Era como si entráramos a un tribunal y el juez se mantuviera con su rostro fijo en ambos, cuestionándose si mentíamos o decíamos la verdad.

Tragué saliva al escuchar la voz de mi esposo, regresándome a la realidad.

—Sam, todo saldrá bien. Ellos nos van a ayudar, lo prometo.

Sus palabras me traían consuelo. Pero, aunque me jurara y prometiera que incluso el presidente vendría y nos sacaría de eso, el miedo seguiría presente en mí. Las mismas sensaciones. Los mismos sentimientos continuarían brotando en mi interior. Recorrerían mi sangre introduciendo las preocupaciones, el miedo, la vulnerabilidad. Todo. Y eso no tendría algún reparo.

Esperamos a que alguien saliera al momento que tocamos el timbre. No paso mucho tiempo cuando una joven con un mandil puesto se asomó por la puerta entreabierta para encontrarse primero con mis ojos y luego desviarlos hacia Robert. En ese momento nos reconoció.

—Señor y señora Wilson, pasen por favor —pidió al abrir por completo la puerta, dejándonos el espacio necesario para pasar ambos al mismo tiempo. Finalmente, cerró la puerta detrás de ambos para guiarnos hasta la parte trasera sin antes mencionar—: Los han estado esperando desde hace media hora, estaban por irse, pero les dije que llamaron para avisar que venían en camino —nos comentó, dándonos el aviso de complicidad. Nos guiñó un ojo para que captáramos la intención de sus palabras. Ella nos había respaldado.

La verdadera razón por la que habíamos demorado era mi indecisión de ir con sus padres, sabiendo que probablemente los míos estarían ahí. Ambos nos cuestionarían y juzgarían nuestras palabras. Pero, si Robert se dio cuenta de la realidad, ellos también lo harían. Y, seguramente diríamos muchas cosas, de las cuales mi pequeño no podía saber. Estaba segura de que no querría presenciar la posible discusión entre adultos con mil diferentes puntos de vista. Preferí dejarlo en casa, con la niñera.

Caminamos en dirección al patio de aquella casa que parecía una mansión, era enorme. Había muchísimas habitaciones distribuidas por el segundo piso, dejando las de los trabajadores de la casa en la primera planta. De hecho, el primer día que Robert me llevo a su casa para presentarme a sus padres, quede inmóvil sin poder terminar de creer lo que mis ojos veían. Por todo aquello llegué a pensar que sus padres se interpondrían en la relación, puesto que yo llevaba una beca en la universidad y mis padres estaban en un pueblo. Pero, las sonrisas en sus rostros al verme y contarles acerca de mí y mis padres, siguieron intactas.

Sus padres transmitían mucha confianza, eso era verdad. Pero, aquel tema era algo muy delicado en la vida de los Wilson. Simplemente, se trataba de algo que se suponía que había quedado en el pasado desde hacía años. Sin embargo, ahí estábamos de nuevo, discutiendo aquello. Rodeada de los padres de Robert y para sorpresa de nadie, los míos también estaban ahí. El ambiente era tenso, podría incluso colgar de un hilo el cual se rompería con tan solo tocarlo. Aun así, debíamos continuar...

—¿Están seguros? —inquirió Rose, la madre de Robert—. La verdad que todo eso que nos cuentan no podemos dejarlo pasar, principalmente porque Harold es capaz de cualquier cosa. Pero, tal vez, solo tratan de hacer las paces. Seguro que solo lo decían con una buena intención...

—No creo que solo se trate de una buena intención —intervino Adrián, el padre de Robert, al reflexionar nuestras palabras. Este se mantuvo todo el tiempo en silencio hasta aquel momento. Nos escuchó con mucha atención y algunas veces hacía algún gesto con su rostro—. ¿Ya no recuerdas cuando él intentó lo mismo con nuestro hijo?

Sombras Del Pasado: Tras La Pista De La VerdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora