Desde el punto ciego todo tomaba una nueva perspectiva. Empezando porque podías observar completamente el panorama, asegurándote de no perder los movimientos de alguien en ningún momento. Así que en esas estaba..., analizando la devastadora salud de mi padre.
A esas horas de la mañana estaba en el exterior, rodeado de tantas personas, que le costaba asimilarlo. Su cabello enmarañado deducía los días sin descanso por los que estaba pasando, sin poder cerrar los ojos, porque el recuerdo del incendio volvía a su mente y terminaba por atormentarlo. Nunca le habría deseado eso a mi padre.
Su silueta era más delgada que antes, su cuerpo lograba sostenerse gracias al bastón que sujetaba su mano, marcada con una cicatriz enorme que le cubría desde los nudillos hasta llegar casi al codo. La misma figura que le recordaría por el resto de su vida a mi madre. Sabía que últimamente tenía pesadillas por las noches y lloraba desconsolado, pidiendo que yo volviera a su lado. Todo el tiempo lo escuché, intentando hacer algo para consolarlo, pero su mente terminaba por perder el control de sus pensamientos, consiguiendo alucinaciones que alteraban lo que veía. Nunca podría salir de esas cuatro paredes por más que lo deseara.
Gritaba por ayuda cuando el rostro de mi madre y el mío aparecían frente a él, siendo otra de sus alucinaciones. Rogaba que lo perdonáramos y tuviéramos piedad por su alma, lo habíamos hecho, pero él estaba tan cegado, que era incapaz de escuchar nuestro perdón.
Pensé que su vida sería devastadora al tener cadena perpetua y que le negaran la posible libertad. Supuse que sus gritos continuarían escuchándose por más tiempo, aclamando mi presencia para verlo. Entonces, él no pudo seguir con esa vida. Los rumores siguen corriendo tanto en ese edificio como en el resto de la ciudad, siendo incapaces de entender cómo fue que lo perdieron de vista, dejando que terminara con su vida en una habitación sin vigilancia.
Me pregunté sobre el lugar al que iría su alma, pero en realidad, él continuó aferrado a la tierra, intentando escapar de su destino final. Dios amparé a quienes sientan la presencia de mi padre entre esas paredes, donde su alma recorrería hasta el último pasillo, intentando encontrar su escapatoria.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí esperándome? —me cuestionó una dulce voz a mis espaldas. Desvié mi mirada del hombre translúcido que traspasaba las paredes entre llantos para apreciar a la mujer que tenía frente a mí. La mujer que había deseado tener en la vida.
Esbocé una sonrisa entre mis labios para ella, sintiendo el brillo en mis ojos.
—Samira... —murmuré, sorprendido. Alargó una sonrisa, acercándose a mí. La observé de pies a cabeza, convenciéndome de que era ella—. Entonces las noticias fueron ciertas...
Llevé mi semblante a un punto de mi panorama, encontrándome con pequeños puntitos de color negro, los observé mejor para poder distinguirlos, encontrándome con la familia Wilson, que se despedían de un cuerpo femenino.
—Lo siento si te hice esperar mucho tiempo, pero sabes que quería despedirme de todos ellos... —justificó su demora. Negué con mi cabeza.
—No tienes por qué disculparte, sabes que yo te podría esperar incluso siglos —confesé. Ella me miró con su encanto que emanaba desde sus ojos miel, dejando en ellos la pizca de temor que sentía al dejar su vida atrás.
—¿Crees que estarán bien?... —pregonó al ladear su cabeza hacía un lado, preocupada.
Regresé mi rostro a las siluetas que ahora las veía con más claridad. No podía saber su futuro con exactitud, pero sabía que Thiago había cumplido mi petición, y pronto, Elías y Estefan harían de la empresa de vinos un mejor espacio —cumplirían el sueño de sus antepasados, estaba seguro de eso—, ambos desarrollarían mejores concentraciones que las personas amarían. Harían las cosas bien.
Sin embargo, sabía que a Samira le preocupaba su familia, sus dos hijos y el esposo que siempre lloraría por su mujer, aprendiendo a vivir sin su cercanía.
—¿Nada les impedirá su felicidad? —me preguntó como si yo fuera quien decidiría el camino de esas almas. Aunque no era así, lo imaginé.
No era Dios, pero podía imaginar el barco en el que Katie embarcaría en camino a su nuevo destino, un nuevo propósito que tenía para su sueño de ser diseñadora. La había escuchado mientras hablaba con Thiago de su sueño de niña; tener una boutique exclusiva. Me senté al lado de ellos, imaginando el espacio que ella imaginaba con el mismo ambiente que deslumbraba Samira —quería dejar la presencia de su familia entre esas paredes—, añoraba trabajar con un equipo del que ella manejaría. Thiago y yo la escuchábamos con atención —aunque solo lo pudiera ver a él—, listos para animarla a conseguirlo.
Nada se los podría impedir si el monstruo ya no estaba para atormentarlos, aunque ese mismo permanecería en un rincón de su mente, pero solo ellos podrían encenderlo. Tendrían que subirse a la montaña rusa de los sueños para descubrir su destino.
—Estarán bien, Samira —le aseguré en una nueva sonrisa.
Recordé al amor de mi vida, agradecido de tenerla cuando más la necesité. Ahora no podría depender de nadie para conseguir sus metas de viajar por el mundo, nada ni nadie se lo impediría mientras yo la protegiera, como ella lo había hecho conmigo.
Su secreto se quedaría a salvo conmigo, donde nadie podría descubrirlo.
Nadie tenía que saber que ella había provocado el incendio con tal de que la guerra se acabara entre ambas familias. Resguardaría ese miedo en su interior a mi lado, para que ella fuera libre y no tuviera ningún tormento que la pudiera acorralar.
Le recordaría su libertad cada que se encontrara con una camelia blanca, así sabría que no debía preocuparse por su secreto. Nadie podría contarlo.
—También los vas a extrañar... —aseveró por ella misma al ver como mis ojos se cristalizaban mientras veía lo felices que eran mis hijos.
Aunque lo quisiera, no podría asegurar sus vidas llenas de alegría. Ellos deberían acostumbrarse a los conflictos que el destino les tenía preparados en el sendero. Ya no habría ninguna sombra de nuestro pasado que los persiguiera, pero sí un futuro del que les esperaba la meta final, donde me volvería a encontrar con ellos. En ese transcurso, por supuesto que los extrañaría.
—Sé que sabrán arreglárselas solos. —respondí, limpiando las gotas de lágrimas que bajaban por mis mejillas—. ¿Ya estás lista?... —inquirí al ver que también a ella se le rasgaban los ojos—. Estarán bien sin nosotros, ya cumplimos nuestra parte en sus vidas. —los miró una vez más, convenciéndose de eso a ella misma—. Cuando quieras visitarlos lo podrás hacer, ya es tiempo de que también tú descanses, Samira...
Me miró con tristeza, aclamando que mis palabras fueran ciertas. Extendí mi mano en su dirección, convenciéndola. Lo pensó por un segundo, hasta que borró todos sus temores, mirando las escaleras que nos faltaban por subir.
—¿Dices que hay leones? —recordó, ensoñada por descubrir si era cierto.
—Así es, ya verás que son hermosos...
Continuó haciéndome más preguntas sobre el lugar al que nos dirigíamos, mientras que yo se las respondía con afabilidad, terminando de mover la última pieza sobre el tablero, porque ya era momento de finalizar la jugada.
El telón ya tenía que cerrarse.
El espectáculo había llegado a su final, y las personas se levantaban de sus lugares para dejárselos a unos nuevos pasajeros, quienes se subirían a la montaña de las mentiras, dejándose llevar por las sombras del pasado que los acompañarían en el sendero.
ESTÁS LEYENDO
Sombras Del Pasado: Tras La Pista De La Verdad
Mystery / ThrillerSe suponía que me olvidaría de la existencia de mis padres, ellos se habían ido sin ningún aviso, dejándome con mis abuelos fingiendo que solo se irán por un fin de semana por trabajo. Se suponía que debían regresar por mí, pero no lo hicieron. El...