Capítulo 3

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El señor Herrera clavó la vista en el currículum de Anahí y se puso a repasarlo en voz en alta:

-Las mejores notas a su paso por la escuela de negocios de Booth, con apenas 26 años
tenía ya tres clubes en Chicago y además juega al ajedrez. ¿Me está diciendo en
serio que no tengo nada de qué preocuparme, señorita Puente?

Anahí que se había preparado a conciencia esa entrevista, sabía que la única respuesta era la verdad:

-Soy una persona estudiosa, pero eso solo habla de mi capacidad de trabajo, de esfuerzo, de concentración y...

-Cerebro. Mucho cerebro, señorita Puente.

-Mire, cuando terminamos la carrera, mi novio y yo, que estudiábamos juntos, decidimos emprender una aventura empresarial. Y salió bien...

-Demasiado bien -replicó el señor Herrera arqueando una ceja, y un poco molesto tras escuchar la palabra novio. Era absurdo, pero le había incomodado.

-Tuvimos suerte.

-Los dos sabemos que en los negocios con la suerte solo no basta, señorita Puente

-habló el señor Herrera apretando los dientes.

-Es cierto, pero con todo tuvimos suerte. El caso es que cometí el error de mezclar los negocios con los asuntos del corazón...

-Ahí sí que le doy la razón, siempre es un error mezclar ambas cosas. Nunca sale
nada bueno de esa combinación. Yo lo tengo como norma: jamás me la he saltado.

-Sé que es lo más sensato, pero en nuestro caso la cosa fue rodada. Nos conocimos
en el primer año de universidad, nos hicimos primero amigos, luego empezamos a salir y todo funcionaba bien. Estudiábamos juntos, nos lo pasábamos bien, así que por qué no una vez que acabamos la carrera seguir juntos en los negocios.

El señor Herrera negó con la cabeza y, tras echarse el pelo hacia atrás de una forma
que no podía ser más sexy, replicó:

-Porque los negocios es otra liga, señorita Puente. Y ustedes lo sabían, no me venga
con cuentos.

-Puede ser, pero creíamos que el amor lo podría todo -confesó encogiéndose de hombros.

El señor Herrera, que en la vida había conocido esa clase de amor, solo pudo
replicar:

-Pero una cosa es creer y otra que lo sea.

-Los dos creíamos firmemente en que iba a ser así, pero la relación se desgastó
tanto que acabamos siendo dos amigos que compartían casa y negocios. Y yo no podía seguir ahí, así que decidí liquidar la sociedad, coger mis cosas y empezar de cero.

El señor Herrera sonrió de una forma que él consideró tan estúpida e improcedente que la borró al momento apretando fuerte los labios, porque a él qué demonios le
importaba que esa mujer estuviera libre, y comentó:

-Peor me lo pone, alguien inteligente, inquieta, trabajadora y valiente como usted,
no se va a conformar con un puesto de camarera.

-Estoy aquí para trabajar duro y aprender, pero obviamente tengo proyectos y sueños. Me gustaría lanzar mi propia cadena de locales por todo el mundo, como usted, pero
a mi estilo... No estoy aquí para copiar, sino para aprender, perfeccionar y emprender después mi propio proyecto.

El señor Herrera se revolvió en la silla, cogió una pluma carísima y la apretó con
fuerza contra la mesa, en tanto que le decía:

-Me gusta su sinceridad, su descaro y su fuerza, pero como comprenderá no puedo
cometer semejante error estratégico.

Love Bites (AyA adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora