Capítulo 18

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Luego la llevó en volandas hasta un sofá redondo de cuero blanco, donde le pidió que se tumbara y abriera bien las piernas.

Ella lo hizo con una excitación que en la vida había sentido, era algo tan poderoso
y electrizante que cuando Alfonso volvió a lamerla en esa parte tan delicada, con
esa pericia y esa destreza, gimió como nunca, llegando al borde de las
lágrimas.

—Eres deliciosa, Anahí... —susurró mientras devoraba cada pliegue de esa chica que se estaba abriendo para él con una dulzura fascinante.

—Oh, Dios mío, Alfonso, como sigas haciendo eso creo que voy a desbordarme...

Alfonso estaba golpeteando el clítoris durísimo con la lengua en punta y lejos de
pararse, siguió haciéndolo hasta que le arrancó tal orgasmo que ella se
estremeció entera.

—Buena chica...

Anahí a la que en la vida le habían arrancado un orgasmo de esa manera, todavía mareada
solo logró farfullar:

—No puedo creerlo...

—¿El qué, que tu cuerpo no tenga secretos para mí?

Lo cierto era que apenas le habían bastado unos pocos minutos para que sucumbiera al mejor orgasmo de su vida.

—Mira que eres fanfarrón, Alfonso Herrera, pero no voy a negar que esto que me has
regalado es de lo mejor que he experimentado en mi vida.

Anahí se quitó el pinganillo que llevaba en la oreja, y que le había pasado Michael,
y lo dejó a un lado.

—¿Qué excusa le has dado a Linda para ausentarte? —preguntó Alfonso con cierta
preocupación.

—Le he dicho que me había indispuesto, que a lo mejor me había sentado mal algo que había cenado durante mi tiempo de descanso.

Alfonso sacó el móvil de la chaqueta del bolsillo y marcó el número de Linda:

—Linda, Alfonso Herrera al habla, te llamo para comunicarte que a Anahí la ha visto el doctor y le ha mandado a casa. Tiene una indigestión y lo mejor es que descanse.

—Muchas gracias por avisar, Alfonso —dijo en un tono meloso—. De todas formas, la vamos a echar poco de menos, esa chica no es que sea de gran ayuda en la barra.

—Está empezando.

—Si la hubieses visto antes, ha estado a punto de que se le rompieran las copas
varias veces, y luego la irresponsabilidad de cenar algo fuerte en horarios de
trabajo, me dirás... Yo no apuesto mucho por ella, Alfonso... Pero claro, aquí tú
eres el que mandas.

—Confío en ella plenamente. Hablamos, Linda. Buenas noches.

Alfonso colgó y Anahí, que estaba escuchando con los ojos como platos, le preguntó:

—¿Me ha puesto verde, verdad? Te ha dicho que soy una incompetente y que sobro en su equipo, ¿me equivoco?

Alfonso guardó el teléfono móvil, se puso de pie y se quitó la chaqueta que dejó sobre
una mesa moderna y blanca que había en una esquina.

—No está muy contenta contigo que digamos... —respondió mientras aflojaba el nudo de la corbata—. Asegura que has estado a punto de romper varias copas esta noche...

—Es cierto —reconoció incorporándose un poco y bajando su exiguo vestido porque de
repente se sintió muy desnuda—, pero ha sido porque estaba nerviosa por tener que
entrar al reservado.

—Si llegas a saber esto ¿qué no habrías roto? —bromeó Alfonso tras quitarse la
corbata y dejarla sobre la mesa.

—La vajilla entera —repuso Anahí muy seria, mientras veía cómo Alfonso desabotonaba su impecable camisa blanca de Armani.

—¿Te molesta que me desvista? ¿Estás incómoda?

—No. Qué va. Es que hace tanto tiempo que no veo a alguien haciendo eso...

—Ya has escuchado lo que le he dicho a Linda, tienes el resto de noche libre.
Puedes hacer lo que quieras con estas horas libres...

Anahí contempló cómo ese hombre se deshacía de la camisa y exhibía un poderoso torso musculado que la dejó sin aliento:

—Quiero estar aquí —afirmó sin dejar de mirarlo.

—¿Estás segura?

Anahí que sentía un deseo enorme otra vez pujando entre sus piernas como jamás había sentido, que estaba loca por sacarse el vestido y sentir la piel de ese hombre
sobre la suya, respondió:

—Sí, Alfonso Herrera, quiero estar aquí.

Alfonso volvió a sentarse a su lado, deslizó las manos por los muslos suaves de esa
chica que le fascinaba y de nuevo terminó con la mano en la deliciosa humedad.

—¿Por qué quieres estar aquí, Anahí? —le preguntó, mientras los dedos otra vez
acariciaban los dulces pliegues.

Anahí derretida por la caricia, tumbada y mordiéndose los labios de placer, contestó:

—Quiero sentir, necesito sentir...

Alfonso hundió dos dedos en esa humedad exquisita y ella arqueó la espalda por completo ante la invasión.

—Voy a hacer que sientas, Anahí. Confía en mí...

Alfonso la notó tan estrecha que empezó a penetrarla despacio, poco a poco, mientras
que con la otra mano abrió el escote y atrapó un pecho que amasó con fuerza
hasta que el pezón se erectó.

A Anahí la mezcla de la delicadeza de la penetración y la dureza de la caricia en
el pecho le pareció sencillamente una locura.

Y se dejó llevar más todavía por las sensaciones de tal forma que se fue abriendo mucho más a las caricias y Alfonso entonces fue cuando comenzó no solo a
penetrarla con más contundencia, sino a acariciar la rugosidad del punto G para
volverla ya absolutamente loca.

Anahí que jamás había recibido una caricia semejante en su vida, se estremeció por
completo de placer, mientras Alfonso no dejaba de mirarla extasiado.

—Goza, preciosa, permítete sentir...

Alfonso siguió penetrándola con los dedos, dilatando, abriéndola, haciéndole sentir tal placer que cuando notó que estaba lista para mucho más, cuando los pezones
duros y el clítoris estaban tensados al máximo, se levantó al baño a por unas
toallas en previsión de lo que iba a pasar.

Anahí al perder esas caricias tan divinas, se sintió de repente desolada y le
preguntó confundida:

—¿Adónde vas?

Alfonso no dijo nada, se limitó a regresar con un par de toallas gruesas y pedirle a Anahí:

—Levanta las caderas, déjame que coloque esto debajo porque vas a eyacular.

Anahí le miró alucinada y sin saber si había escuchado bien preguntó:

—¿Qué voy a qué?

—¿Nunca te han tocado el punto G? ¿No sabes lo que es el squirt?

—Con John teníamos un sexo bastante convencional y antes de John no pasó nada que reseñar... Perdí la virginidad con él y la verdad es que tampoco fue algo que
recuerde con demasiado entusiasmo.

—Eres muy estrecha, pero tu cuerpo responde muy bien a mis caricias. Sé que puedes hacerlo, estás a punto de lograrlo, si me dejas te puedo llevar hasta allí...

Anahí respiró hondo porque aquello que le estaba proponiendo no podía resultarle más
morboso, pero a la vez sintió que tal vez no iba a ser capaz:

—No sé...

—¿Qué es lo que no sabes? —preguntó Alfonso acariciando la vulva con suavidad.

—Si podré hacerlo... Si podré sentirlo... Si podré sacar todo eso de mí...

Alfonso colocó el pulgar sobre el clítoris durísimo, lo comenzó a golpetear con una
pericia máxima y le arrancó tales jadeos que al poco Anahí se corrió, mientras
se mordía la mano de tanto placer como estaba sintiendo.

—Tú puedes con todo, nena. Con todo... —masculló Alfonso, mientras ella todavía se estremecía con los espasmos orgásmicos.

Love Bites (AyA adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora