Capítulo 32

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Alfonso tomó a esa mujer por las caderas, acarició con una mano la espalda sudorosa, la

cabellera dorada que agarró a modo de coleta y tras tirar un poco de ella, se

hundió por completo en su interior.

Anahí gritó arqueando la espalda y Alfonso soltó la melena para aferrarse a las caderas

con ambas manos.

—Gracias, Anahí, gracias por tanto... —musitó Alfonso, dentro de ella.

Anahí no dijo nada, se limitó a cerrar los ojos para sentir al máximo y luego a

jadear desesperada cuando Alfonso volvió a acariciarle la vulva.

—Alfonso, esto es una locura... —masculló mordiéndose los labios.

Él entonces comenzó a penetrarla profundo y lento, mientras que con los dedos

recorría la vulva que se derretía.

Anahí estaba estremecida, la sensación tal y como Alfonso le había dicho no se parecía

a nada que hubiera experimentado antes, era algo que iba a más allá de todo. Se

sentía tan abierta, tan expuesta, tan vulnerable, tan frágil y a la vez tan

poderosa, tan fuerte, tan capaz de darte todo a ese hombre, que le entraron

hasta ganas de llorar.

—Es nuestra locura, nena. Déjate llevar... Solo es eso.

Anahí hizo caso y se dejó llevar, dejó que saliera todo lo que esa experiencia le

estaba regalando y dos lágrimas enormes recorrieron su rostro.

Y se sintió tan bien, aquello era tan liberador, era como si algo en su interior

que estaba muy cerrado de repente se hubiera abierto y por fin podía ser, podía

soltar toda esa energía sexual que tenía contenida y que la estaba asfixiando.

Y entonces, gritó... Gritó porque se sentía libre, se sentía poderosa, se sentía

diosa, y también porque Alfonso empezó a penetrarla con más contundencia, más

profundo, más intenso, más fuerte al tiempo que con el pulgar comenzó a golpetear

el clítoris henchido.

—Sigue, Alfonso, sigue... No pares por favor... No dejes de hacer eso...

Alfonso gruñó al escuchar esas palabras, al ver gozar a esa mujer sin ningún tipo de

freno, al sentir que se entregaba de esa forma tan extrema y generosa, y siguió

penetrándola como le estaba pidiendo.

Anahí al sentir esa fuerza tan primitiva y arrebatadora sintió que no iba a poder

soportarlo más, que iba a desvanecerse por un precipicio infinito, pero no lo

hizo, porque cuando estaba a punto de rendirse, Alfonso presionó el clítoris lo

justo para arrancarle un orgasmo que la dejó sin aliento.

Desfallecida, cayó al suelo, bocabajo, y Alfonso se tumbó a su lado:

—Mi Anahí, eres maravillosa... —susurró acariciando el rostro precioso de esa mujer

Love Bites (AyA adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora