Capítulo 23

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Horas después, cuando Anahí estaba comprobando en el espejo cómo le quedaba un

precioso vestido de Versace azul con el que pensaba trabajar esa noche,

apareció Michael con un brillo en la mirada que solo hacía presagiar cosas

buenas:

—Amiga ¡estás divina! ¿Me quieres decir que te has hecho? O mejor... ¿qué te han hecho?

—Eso mismo digo yo, porque tú tienes un brillo y un esplendor que para qué...

Michael se sentó a su lado y tras dejar perdida la vista en el techo, susurró:

—Me muero de amor.

—¿Qué? —preguntó ella, sentándose en la silla contigua.

—Que me muero de amor, amiga —confesó Michael, llevándose la mano al pecho.

—¿Amor por quién? ¿Así de repente? ¿Cómo es eso?

Michael la miró como si hubiese dicho una barbaridad y replicó pestañeando muy deprisa:

—¿Por quién va a ser, nena? ¡Por Peter! ¿Quién si no?

—Ah, Peter, menuda novedad —repuso Anahí dando un manotazo al aire.

—¡Una gran novedad! Vamos, es que yo ni en mis mejores sueños pensé que algo así iba

a pasar. ¡Pero ha pasado!

—¿Pero es que ha pasado algo?

Michael se revolvió en la silla, se ajustó las gafas de pasta negra y, con una sonrisa

gigante, le contó echando las manos a volar:

—¡Ha pasado todo!

—¿Todo, todo, todo? —inquirió Anahí frunciendo el ceño—. ¿Pero no estaba borracho anoche?

—Como una cuba, cuando llegué a su casa me lo encontré tan mal que tuve que hacerle

un café con sal para que vomitara y vaya si vomitó. Me puso perdido...

—Puaj, qué asco... —soltó Anahí con cara de repugnancia.

—Me tuve que meter en la ducha y entonces sucedió que cuando me acababa de poner el

albornoz, otra vez se puso a vomitar en la taza del váter y yo le cogí la frente amorosamente.

—¡Qué romántico, tío!

—Calla que lo mejor vino después, cuando ya paró y nos sentamos en el sofá maravilloso

de su salón más maravilloso todavía. Tiene un gusto exquisito para la

decoración, cosa que yo no sabía y que por supuesto hizo que me enamorara más

de él. Yo es que valoro mucho esas cosas, refleja una disposición de ánimo, una

forma de ver el mundo con excelencia. En fin, a lo que voy, cuando llegué a su

casa me lo encontré hecho una verdadera mierda, pero estaba lúcido. De repente

se me quedó mirando y me dijo que me quería. Así de sopetón, sin anestesia...

—Ay mi madre...

—Mira, me quedé mirándole y le pregunté que si me estaba tomando el pelo, me dijo que

no, que en su vida había hablado más en serio. Y acto seguido, me confesó que

le gusté desde el primer día que nos vimos en la empresa, pero que como no se

Love Bites (AyA adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora