Capítulo 40

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Cuando dos horas después, Anahí recibió la llamada de Alfonso estuvo a punto de lanzar el

teléfono contra la pared al comprobar que era su número.

¿Pero cómo todavía se atrevía a llamarla después de lo que había sucedido?

Enojadísima dejó que el teléfono sonara hasta que se cortó la llamada, pero Alfonso insistió

una vez, y otra vez más, para crispación de Anahí que furiosa descolgó el

teléfono:

—¿Qué es lo que no has entendido de no quiero volver a saber nada de ti?

—He sido un completo gilipollas y aunque no merezco tu perdón, al menos déjame que

repare el daño que te he hecho —suplicó Alfonso con un nudo en la garganta.

—No tienes que reparar nada, solo quiero que desaparezcas de mi vida para siempre.

¿Estamos?

—Anahí entiendo tu enfado y entiendo que no quieras volver a saber nada de mí, pero al

menos déjame que haga algo para paliar el dolor que te he causado. Se me había

ocurrido financiar a fondo perdido tu emprendimiento, se me había ocurrido

alquilarte un bonito apartamento en la mejor de zona de Manhattan, no sé, pide,

lo que quieras...

Anahí más enojada todavía replicó echando humo hasta por las orejas:

—¿Crees que todo se puede comprar con dinero? Pues no, señor Herrera, las cosas que

importan en la vida no se pueden comprar con dinero. A ver si aprendes esa lección básica de una vez.

—Tienes toda la razón, pero no sé cómo hacer para reparar la injusticia que he cometido contigo. Yo te pediría que volvieras al trabajo, que ocupes el puesto de Linda, o el que quieras... Pero...

—Ni loca vuelvo al club Herrera...

—¿Crees que algún día podrás perdonarme? —preguntó él desesperado.

—Te has cargado todo lo que había entre nosotros, ¿qué saco con perdonarte? Me has

demostrado cómo eres y no me gusta ni un pelo lo que he visto...

—No es excusa, pero todos cometemos errores.

—A mí me han dicho verdaderas burradas sobre ti, pero decidí hacer oídos sordos a

los chismes y conocerte de verdad. ¿Y sabes una cosa? Llegué a amarte... A pesar

de ser el crápula contra el que todos me prevenían llegué a enamorarme de ti.

¡Qué cosas!

Al escuchar esa confesión, a Alfonso se le llenaron los ojos de lágrimas:

—Por favor, Anahí, aunque no lo merezca... Perdóname...

—Te repito que no se trata de perdonar o no, sino de que ya no confío en ti. ¿De

qué me valdría perdonarte si pasado mañana va a venir alguien te va a contar

cualquier cosa sobre mí y le vas a creer? No, Alfonso, no me interesa estar con

alguien que no confía en mí.

Alfonso se retiró con la mano las lágrimas que corrían por su rostro y le dijo:

—Asómate a la ventana...

Love Bites (AyA adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora