Capítulo 29

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Después de pasar el resto de la cena con Jack Palmer, con el que también se tomaron

unas copas y se lo pasaron a lo grande con las anécdotas de los dos amigos que

se conocían de los tiempos universitarios en Harvard, se despidieron con la

promesa de verse con más frecuencia.

Ya en el coche Alfonso, que no tenía ninguna gana de separase de Anahí, le dijo antes

de arrancar:

—¿Quieres que tomemos una copa en algún sitio de la competencia?

—¿Me estás pidiendo que nos vayamos a espiar a la competencia a estas horas? Te

recuerdo que estoy en mis horas libres, Alfonso... —contestó divertida.

—Y mañana libras...

—Y además he terminado al fin el curso de coctelería y con una nota brillante.

—Estoy al tanto de todos tus avances, aunque Linda no es que esté muy contenta

contigo, todo hay que decirlo.

Anahí puso cara de asco y dijo sin cortarse lo más mínimo:

—Me tiene manía, sé que suena a la clásica excusa de colegio, pero te digo yo que

esa mujer me detesta. Creo que le gustas y tiene celos de nuestra complicidad,

que según Michael salta a la vista.

—Puede ser, porque me paso el día mirándote... Y eso que muchas veces me reprimo para no quedar como un pesado, pero me tienes encandilado perdido...

—Yo también te miro, eres el hombre más atractivo del local...

—Te agradezco el cumplido porque a mí club viene gente muy guapa.

—Sí, bueno, pero ahora no te vengas arriba, señor Herrera. Jajajajajaja.

Alfonso se echó a reír y como para nada quería que la noche acabara le propuso:

—¿Y si vienes a casa? Nos tomamos allí la copa, tranquilos, escuchando algún vinilo

que te guste...

—¿Tienes algo de Aretha Franklin?

Alfonso de repente vio el cielo abierto porque casualmente era una de sus cantantes

favoritas:

—Lo tengo todo. Adoro a esa mujer. Hasta tengo varios discos firmados por ella que

compré a un coleccionista.

—¿Me estás tomando el pelo? No puedo creerme que un tío como tú, con un local donde

se pincha lo último de lo último, tenga orgasmos auditivos con Aretha como yo.

—Yo contigo tengo orgasmos con lo que sea, hasta con reggaetón...

—Oye pues también me gusta, un reggaetón a su debido momento, tiene su aquel

también.

—¿Entonces quieres venir a mi casa? Vivo en una torre frente a Central Park, tengo unas

vistas maravillosas y un sofá la mar de confortable donde podemos charlar hasta

que amanezca.

—Charlar... —masculló mordiéndose los labios.

—O lo que quieras. Tú mandas.

Love Bites (AyA adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora