Capítulo 6

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Anahí colgó a su amiga pensando que no podía haber dicho una tontería más grande y, ya en casa, se dio un baño relajante de espuma a ver si así lograba aplacar un
poco los nervios, comió algo ligero y se vistió con jeans y zapatillas para acudir a su primer día de trabajo.

Después, tomó el metro y se entretuvo leyendo una novela en su Kindle que la acompañaba siempre a todas partes. Era una de esas novelas de amor que siempre acababan bien y que le relajaban tanto, una historia de esas que no ocurrían nunca en la vida real, pero que resultaban tan entretenidas de leer.

Así estuvo pasando páginas sobre un romance entre un jefe y una empleada, hasta que justo cuando estaba a punto de llegar el primer beso, tuvo que dejar la lectura interrumpida porque había llegado a su destino.

Guardó su Kindle en el bolso, se lo cruzó en bandolera y salió al exterior convencida
de que eso jamás le pasaría a ella.

Enamorarse en el trabajo. Qué locura y qué insensatez. Pero es que ni con el jefe, ni con
un compañero, ni con un cliente, ni con absolutamente nadie.

El trabajo era trabajo y nada más, esas historias de amores en entornos laborales
solo podían funcionar en las novelas porque lo que era en la realidad acababan
siempre fatal.

Si no que se lo dijeran a ella que por mezclar negocios y amor, había acabado todo rematadamente mal y se había quedado sin nada: ni novio y ni empresa.

Pero llevaba la lección bien aprendida, se lo había tatuado a fuego y desde luego
que no pensaba caer otra vez en la trampa.

Por mucho que su jefe fuera el Hombre como decía la loca de su amiga, por mucho que los compañeros que iba a tener fueran modelos guapísimos y por más que tuviera

que atender a la clientela más atractiva de Nueva York, ella no iba a dejarse seducir por cantos de sirenos.

Ella estaba allí para trabajar y aprender y no iba a desviarse de su objetivo por
muy bellas que fueran las tentaciones.

Bien, pues así, con esa firme declaración de intenciones, entró en el local de Alfonso
Herrera, después de informarle al guardia de seguridad de quién era:

—Señorita Puente, bienvenida. El señor Hudson le está esperando... Pase por favor, es por

ese pasillo del fondo, la tercera puerta a la izquierda.

El guardia retiró la catenaria elegante para que pasara y ella lo hizo con paso firme mientras se encomendaba a todos los santos que en ese momento recordó para que la ayudaran y protegieran en ese momento tan importante de su vida.

Luego se adentró por el pasillo que el guardia le había indicado y ya frente a la
tercera puerta, respiró hondo, se santiguó y justo en ese momento la puerta se abrió:

—¡Hola, hola, hola! ¡Uy, qué ilusión! ¿Tú también rezas como yo? —preguntó un chico guapísimo, alto, rubio, con los pelos revueltos, gafas de pasta negra y un traje de Hugo Boss que le sentaba espectacular.

—Hola, sí, rezo. Sobre todo cuando estoy un poco nerviosa... —confesó Anahí mordiéndose los labios.

—Nerviosa por qué, si esto es más divertido que Disneyland, ya verás Anahí Puente, ya
verás...

—¿Me conoces? —preguntó gratamente sorprendida.

—Soy Michael Hudson tu jefe, me ha pasado tu currículum el otro jefe, no el jefazo
supremo, el otro... Peter Brown. —Y tras decir su nombre suspiró.

—Encantada de conocerlo, señor Hudson —se presentó tendiéndole la mano.

Michael la cogió por los hombros y le dio un par de besos en las mejillas:

Love Bites (AyA adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora