Capítulo 7

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Michael tenía razón, porque después de que la peinaran y la maquillaran unas chicas que eran profesionales del cine y la televisión y que además eran muy simpáticas, se puso otra vez frente al espejo y se quedó sin habla.

—¿Cómo te ves? —le preguntó Michael en cuanto se quedaron otra vez los dos solos.

—Espera a ver si consigo verme. ¿Dónde estoy Michael?

Michael la cogió por los hombros, situándose a su espalda y le dijo:

—Tú eres esa chica que refleja el espejo, un bombonazo que solo merece que le pasen
cosas buenas.

Anahí, que no estaba acostumbrada a que le dijeran esas cosas, sonrió y replicó con
los ojos chispeantes:

—Mira que eres zalamero.

—Solo digo la verdad, eres un monumento de mujer, con una cara preciosa, un cuerpo
para perder el sentido y un cerebro hija mía con el que puedes conquistar el universo entero.

—Jajajajajaja. Mira que eres exagerado —repuso dando un manotazo al aire.

—Y además humilde, lo que lo dice todo sobre tu corazón que debe ser enorme.
Aparte de que tienes unas tetas estupendas, nena.

Anahí puso los ojos como platos y exclamó sin dejar de reír:

—¡Serás descarado! Por favor, ahórrate esos comentarios conmigo porque vengo a trabajar no a troncharme de risa.

—Uy ¿y en qué parte del contrato pone que no debemos reírnos durante el horario
laboral? Por cierto, eso me recuerda que tienes que firmar el contrato. Lo tengo en la mesa del fondo, ahora te lo paso, lo lees tranquilamente y firmas, si está todo ok. ¿Te parece?

—Me parece. La verdad es que todavía no me creo que esté aquí, a punto de empezar a poner copas en el local más chic de Nueva York.

—Vas a trabajar al principio junto a Linda que es la jefa de camareras en una de las
barras principales. Con ella trabajan seis chicas más, pero necesitamos un refuerzo y para eso estás tú.

—Genial.

—Empezarás poco a poco, preparando cosas fáciles y paulatinamente irás poniéndote al día con combinados y demás. Mañana empiezas un curso con el mejor barman de Nueva York.

—¿Mañana?

—Sí, el señor Herrera lo ha contratado para ti, un curso intensivo de diez de la mañana
a tres de la tarde, de lunes a viernes.

Anahí tragó saliva porque no esperaba empezar a trabajar tan duro, pero lo agradeció con una sonrisa:

—Muchas gracias.

—Libramos los lunes y todos los martes a primera hora recibirás en tu correo electrónico el cuadrante con los horarios de la semana. Hacemos 40 horas semanales, pero la mayoría del tiempo hacemos más que se pagan escrupulosamente. El pago es semanal y por el dinero no te preocupes porque el señor Herrera exige pero paga bien.

—Menos mal —masculló Anahí, mientras pensaba que entre el curso y el trabajo iba a caer rendida en la cama cada noche. Y le encantaba, porque para eso estaba en Nueva York.

—Sí, es un hombre justo. Y cuanto a las normas, hay dos básicas: el cuidado
exquisito del cliente y la sonrisa permanente.

—Entendido —asintió Anahí forzando la sonrisa al máximo.

—Esa sonrisa, no. La sonrisa tiene que salir de aquí —dijo colocando la mano en el
pecho de Anahí—, sonríe siempre con el corazón. Lo que más detesta el señor Herrera son las sonrisas hipócritas y forzadas, quiere en su local a gente que sonría de verdad, que esté profundamente motivado y feliz por trabajar en el mejor
club del mundo. ¿Lo pillas?

Love Bites (AyA adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora