Capítulo 34

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Y así, las semanas se fueron sucediendo, entre el trabajo y el placer, entre las

duras jornadas en el club, las salidas de ocio y los momentos de locura total

en las duchas después del gimnasio, en el reservado durante el tiempo de

descanso o en la casa de Alfonso donde Anahí se instalaba cuando libraba.

Y como quien no quiere la cosa llegó mayo y Central Park se puso precioso, tanto

que una mañana que paseaban de la mano, Anahí le confesó:

—Y yo que pensaba que me iba a costar adaptarme a Nueva York y resulta que no me

importaría pasarme aquí toda la vida.

—Pásala, y si es conmigo mejor... —le dijo Alfonso, con una sonrisa enorme.

—Mi vida está en Chicago, se supone que estoy aquí para aprender y luego emprenderé

el vuelo.

A Alfonso no le gustó para nada escuchar aquello y con el ceño fruncido, observó:

—Tú podías emprender el vuelo ahora mismo, en su día te lo dije y ahora te lo

repito otra vez. Lo tienes todo para iniciar tu aventura empresarial, no sé a

qué tienes miedo...

—No tengo miedo —replicó Anahí a la defensiva.

—Me parece que tienes miedo a demasiadas cosas, Anahí Puente. Tienes agallas, pero

tienes que superar tu vértigo a las alturas.

—No sé de qué estás hablando, Alfonso.

—Hablo de que tienes miedo a dar el salto en los negocios y con tu vida afectiva te

está pasando igual. Lo tienes todo para volar y te niegas a hacerlo, tú sabrás

las razones.

Anahí se sentó en un banco porque esa conversación estaba tomando un cariz que no le

gustaba demasiado:

—Mi experiencia en el club Herrera me está sirviendo de mucho. Aprender un negocio

desde la base debería ser obligatorio para cualquier emprendedor. Ahora sé que

hay que cuidar cosas que antes ni se me pasaban por la cabeza. Detalles que

marcan la diferencia y que hacen que seas el mejor. Todo eso lo he aprendido

trabajando duro en la barra, poniendo copas, escuchando a los clientes, tomando

nota de qué es lo que piden, qué necesitan, en qué se puede mejorar para

optimizar más aún el negocio. Por cierto, te he redactado un informe que te

pasaré mañana, pero necesito más tiempo, todavía me queda por aprender y no

pienso irme hasta que lo haga. Así que estás equivocado, no tengo miedo...

—Te agradezco el informe que estudiaré a conciencia, pero podrías estar aprendiendo

las mismas cosas con tu propio negocio.

—¿Y arriesgarme a que mis errores me cuesten caro?

—Ya sabes lo que dicen, quien no arriesga no gana.

—Prefiero ser prudente y lanzarme cuando esté preparada, que no darme un batacazo cuando

yo soy la que pone el dinero.

Love Bites (AyA adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora