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ᴍɪᴅɴɪɢʜᴛ ꜰᴏʀ ᴍᴇ ɪꜱ 3:00 ᴀ.ᴍ. ꜰᴏʀ ʏᴏᴜ


Lo estaba consiguiendo. No me estaba afectando la situación en mi casa.

Desde mi pequeña conversación con Kilian hacía unos días, me di cuenta de que lo mejor era admitir que no les caía en gracia y no las iba a forzar a mantenernos unidas. Como siempre se ha dicho, las amistades puedes elegirlas, pero la familia es la que te toca. Y aunque me costase darles la espalda como ellas me lo hicieron a mí, al menos podía mirar para otro lado.

Por eso decidí centrarme únicamente en mí. Vivía con ellas y hacía lo de siempre, pero no me importaba lo que hicieran o dejaran de hacer. Iba a limitarme a estudiar para terminar el último curso con buenas notas, visitar a mi padre cuando tocara, pasar tiempo con Cailin, seguir avanzando con Dexter y en mis películas. Nada más.

Bueno, también tenía que centrarme en devolverle el dinero que le debía a Kilian, pero eso era algo temporal y de lo que me olvidaría después.

Mientras rellenaba mi diario de películas realizando una reseña sobre Mad Max de Tom Hardy, me vino a la mente aquella imagen que presencié sobre Kilian fumando con la luz de las calles. Desde ese instante, a veces esa escena se colaba en mis pensamientos y pensaba en cómo me hizo sentir. No entendía que mi cuerpo reaccionase de tal forma, no era alguien de quien normalmente me sintiese atraída. Los chicos que siempre me habían gustado eran más o menos del estilo de Dexter, así es que, que un chico con pinta de malote lleno de tatuajes me gustara, era algo nuevo en mí. Y de algún modo no me sentía bien, era como si no fuese correcto.

Él me puso un maldito cuchillo en el cuello dejándome un recuerdo de lo más horroroso para toda mi vida, ¿cómo iba a gustarme?

Al día siguiente, todo transcurrió con normalidad y volví vender sin problema alguno. Mi situación con las pastillas sí había cambiado, decidí volver a guardarlas en mi taquilla una vez terminase de vender y recogerlas a la salida. En su momento pensé que en esos momentos podía caérseme al suelo o que alguien me viera con curiosidad, y por eso decidí llevarlas siempre conmigo. No iba a volver a pasarme aquello. Estaba mucho más tranquila, aunque seguía sintiendo esa inquietud de que alguien sabía lo que yo poseía.

Me despedí de Cailin con un abrazo una vez llegamos a la entrada del metro en el que debía subir para ir a casa. Me quedé mirando cómo se marchaba en el coche familiar que siempre la recogía, y a punto estuve de girarme para seguir con mi camino cuando:

—Effie —escuché decir a mis espaldas. Me giré de inmediato y no vi a nadie conocido por más que buscara. Incluso llegué a pensar que era aquel hombre que siempre veía, que iba a comenzar también a hablarme, pero no—. Effie, Effie...

Un chico con gorra, barba y ropa de estilo urbano, se separó de la pared y comenzó a caminar hacia mí. Mis pulsaciones se aceleraron a medida que se acercaba. Di dos pasos hacia atrás con el ceño fruncido, no sabía quién era ese chico, pero sabía bastante bien mi nombre y quería preguntarle por qué, aunque no era lo más sensato. Miré a mi derecha y allí estaba la entrada al metro, solo tenía que echar a correr y sabía que dentro había guardias.

Pero el chico fue más rápido que yo en todos los sentidos. Me agarró del brazo sin apretar demasiado, pero lo suficiente como para no librarme tan fácilmente de su agarre. Me obligó a dar otro paso hacia atrás, y otro.

—¿Quién eres? —me atreví a preguntar.

—Un amigo.

—No te conozco de nada.

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