14

349 20 87
                                    



ʏᴏᴜʀ ᴍᴏᴜᴛʜ ꜰʟᴏᴀᴛꜱ ᴀʙᴏᴠᴇ ᴍʏ ʙᴇᴅ ᴀᴛ ɴɪɢʜᴛ



Abrí los ojos con pesadez. No sabía dónde estaba y tuve que volver a cerrarlos para después abrirlos de forma más clara. Reconocí el tipo de decoración, el televisor que seguía encendido con la pantalla en negro y cuando levanté un poco la cabeza hacia la única fuente de luz, estaban los ventanales donde se veían los edificios de la ciudad.

No estaba en Manhattan, estaba en Brooklyn.

Me encontraba hecha un ovillo sobre el sofá y con la manta por encima de mi cuerpo. Estiré mis piernas lentamente cuando rocé algo cálido y frené al instante. Volví a alzar la cabeza, aunque esa vez hacia el otro extremo del sofá y allí para mi sorpresa estaba Kilian con los ojos cerrados y la boca entreabierta. Se había acomodado de tal forma que su cabeza reposase sobre un par de cojines y las piernas las dejó caer sobre la mesita en diagonal. De esa forma había espacio para los dos.

Entonces recordé lo que había pasado hacía unas horas. Habíamos visto una película juntos, y para mi sorpresa me había gustado mucho. El cine clásico era algo a lo que nunca me aventuré, lo veía anticuado y que los únicos colores fuesen en blanco y negro me desmotivaba. Pero, resultó ser todo lo contrario, la trama me atrajo y me mantuvo expectante, tanto, que ni me di cuenta de que no había más que dos colores. Una vez terminó, aun no eran más que las cuatro y media, así es que decidimos ver otra, concretamente, Casablanca. Al parecer era una de las favoritas de Kilian e insistió en que debería verla. Los dos estábamos entusiasmados, él por mostrarme y yo por ver, y ninguno admitió el cansancio que sentíamos. Finalmente debimos quedarnos dormidos.

Miré la hora en mi teléfono sin realizar movimientos demasiado bruscos para no despertarlo. Eran las siete de la mañana.

Abrí los ojos y me entró el pánico. Tenía que estar en el St. Joseph en una hora y me encontraba en Brooklyn. Me quité la manta de encima y me levanté sin hacer ruido. Cogí mi uniforme y me metí en el baño. Me vestí con rapidez, busqué un peine para cepillarme el pelo y utilicé mi dedo como cepillo de dientes. Lo peor fue tener que echarme el desodorante que encontré a la vista, olía a hombre. Pero me negaba a salir sin ponerme. Me sentía mal por utilizar sus cosas sin preguntarle, pero no me quedaba de otra, no iba a poder pasar por mi casa.

Cogí mi bolso el cual se hallaba en un lateral del sofá en el suelo justo por el lado donde él dormitaba. Al recogerlo, tuve su rostro mucho más cerca y no pude evitar pararme a mirarlo por unos segundos. Las heridas estaban rojizas, pero al menos se estaba comenzando a crear una costra. Parecía profundamente dormido y todo lo contrario a como solía mostrarse. Quería apartar la vista, pero era como si no pudiera hacerlo y en alguna profunda parte de mi mente deseaba mirarlo dormir por horas.

Pero tenía que marcharme y así lo hice. Conseguí subir al metro antes de que éste se marchase, claro que tuve que darme prisa de buena mañana. Alrededor de cincuenta minutos después conseguí llegar al instituto, pero con quince minutos de retraso. Por suerte, el profesor me dejó pasar puesto que nunca había llegado tarde antes y sabían que algo tuvo que ocurrirme.

Cailin y yo fuimos a las gradas del campo de lacrosse durante la primera hora de la comida. Como siempre comimos mientras conversábamos de cualquier cosa y así se nos pasaba el tiempo. Ella estaba contándome algo sobre sus clases cuando frenó por completo y aspirar por su nariz. Como si hubiese olido algo y quisiera verificar la procedencia. Entonces se acercó a mí y abrió los ojos hasta su límite.

DHARMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora