ɪ ᴅᴏɴ'ᴛ ɴᴇᴇᴅ ᴀ xᴀɴɴʏ ᴛᴏ ꜰᴇᴇʟ ʙᴇᴛᴛᴇʀ
No sabía si estaba entusiasmada o no con la "fiesta" por mi cumpleaños de aquel sábado de enero. Iba a ser en el Somewhere Club, aquel en el que casi besé a Dexter y a Kilian en la misma noche. No es que repudiara el lugar porque me recordara a Dexter, pero digamos que no era mi favorito. Me pregunto cómo habría sido aquella noche si nos hubiéramos besado, ¿habría cambiado algo? Puede que Dexter no se hubiera liado con otra en mi cara semanas después y no estaría disfrutando de los labios de Kilian. Y si lo pensaba, no estaba tan mal el resultado si no hubiera sido por la tristeza que pasé la noche de la humillación. Aunque me encantaban los besos que Kilian y yo nos habíamos dado en dos ocasiones, aún escuchaba esa vocecilla que me gritaba desde las profundidades de la consciencia que ese chico no era bueno para mí. Pero tampoco tenía muy claro a dónde iba a llegar lo que fuera que tuviéramos y solo estaba siguiendo mi instinto.
La tarde de los besos me tuvo aturdida durante el resto de la semana. No sabía qué pudo significar para Kilian, pero para mí lo fue todo. No podía imaginar lo estupendos que eran los besos, y mucho menos envolver ese cuerpo tatuado con el mío. De pronto pasaron a ser una necesidad y no hacía más que cuestionarme si con Dexter habría sido así de intenso todo, porque con él la cosa iba de mariposas y suspiros. Con Kilian la cosa se parecía más al fuego, por no hablar de la ansia, los nervios, latidos frenéticos y más que mariposas, tenía terremotos.
—Effie, no has comido nada —espetó mi madre levantándose de la mesa y devolviéndome a la realidad.
Estábamos cenando y en realidad debía darme prisa, el coche que Cailin iba a mandarme llegaría pronto. Miré mi plato y era cierto, apenas había comido. Lia estaba sentada a mi lado con la atención en el teléfono y mi madre al parecer había terminado. Pinché unas cuantas verduras más y dos trozos de carne que tragué a duras penas por la falta de apetito para levantarme y dejar el plato en el fregadero tras tirar los desperdicios.
Ya lo tenía todo más o menos preparado, por eso cuando escuché que llamaban al timbre, sabía que era el chófer. Bajé con el bolso cargado con el outfit de la noche y mi pijama. Poco después ya estaba siendo envuelta entre los brazos de mi amiga, a la que le hacía demasiada ilusión la noche.
Della nos peinó a ambas como siempre, aunque no es que yo me hiciera nada del otro mundo, solo alisar mis ondulaciones y después dejarlo un poco desordenado, por supuesto con un montón de laca fijadora. A Cailin le había crecido el pelo, antes lo llevaba por encima de los hombros y en ese momento ya le caía sobre la clavícula. Quería dejárselo algo más largo, me dijo días antes en una de nuestras conversaciones en las gradas. Ella pidió un moño bajo con la raya en el medio.
Uno de los vestidos que Cailin me había regalado fue el que llevé esa noche, de color blanco, corto y ajustado. Tenía el escote redondo, los tirantes finos y la espalda caía en pico hasta la mitad. Me pareció de lo más sencillo y sofisticado. Me pusieron un collar de lo más elegante que además parecía costar bastante. Los zapatos eran lo que más me impresionaron, por no decir que quizás fuesen exagerados, pero solo por lucirlos con el vestido merecía la pena arriesgarse a salir del club con un esguince. También eran blancos y lisos, con un tacón fino de escándalo. Todo culminó con el maquillaje: unas sombras oscuras, eyeliner, máscara de pestañas y mi pintalabios rojo favorito.
En cuanto las dos estuvimos preparadas, nos sacamos unas cuantas fotos para el recuerdo y nos subimos de nuevo en su coche dirección al club. Estaba más animada y ya notaba la sensación de marcha en mi cuerpo. En cuanto entramos, admiré la cantidad de personas que había bailando, quizás más que la vez anterior. Pero nosotras fuimos directas a las escaleras para subir a la zona VIP. Ya esperaba que pudiéramos sentarnos un poco, charlar con algunas copas, brindar y después, cuando notáramos la chispa, bailar hasta que los pies no pudieran más.

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DHARMA
Romansa«𝐏𝐞𝐧𝐬𝐚𝐫 𝐞𝐧 é𝐥 𝐞𝐬𝐭á 𝐦𝐚𝐥. 𝐍𝐨 𝐝𝐞𝐛𝐞 𝐠𝐮𝐬𝐭𝐚𝐫𝐦𝐞. 𝐃𝐞𝐬𝐞𝐚𝐫𝐥𝐞 𝐧𝐨 𝐞𝐬 𝐥𝐨 𝐜𝐨𝐫𝐫𝐞𝐜𝐭𝐨.» En el lado glamuroso de Manhattan, Effie Green, una chica de clase media, se ve envuelta en el mundo de riquezas del instituto...