CAPÍTULO 1 🐹

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Minho arrastraba los pies de camino a casa

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Minho arrastraba los pies de camino a casa.

Estaba cansado, su cuerpo pesaba por las gotas de lluvia que calaba su ropa y las botas negras que sus pies se veían obligados a llevar.

En el corazón de Coral Gables, un pequeño edificio de cuatro pisos se alzaba entre la bulliciosa energía del barrio. Cada nivel se distinguía por las ventanas pintadas con tonos vivos y contrastantes, creando un espectáculo de colores en la fachada.

El segundo piso, con sus ventanas verde esmeralda y rosa suave, irradiaba vitalidad y calidez. El tercero, con un azul profundo y un naranja brillante, parecía capturar la esencia del cielo y del sol. Pero en el cuarto piso, entre el negro misterioso y el azafrán vibrante, se encontraba el apartamento de Lee Minho.

Minho, un joven dedicado con sueños de servir en la Agencia de Policía Nacional, ocupaba el apartamento de color azafrán. Sus días estaban llenos de preparación y disciplina mientras aspiraba a convertirse en oficial de policía. Su apartamento reflejaba esa dedicación, un espacio ordenado con pocos adornos personales pero con un aura de propósito definido.

La serenidad de su hogar contrastaba con la vitalidad incesante de Coral Gables. Minho buscaba la estabilidad en su entorno, aunque pronto descubriría que la vida tenía preparadas sorpresas que alterarían su rutina de una manera que nunca imaginó.

 Minho buscaba la estabilidad en su entorno, aunque pronto descubriría que la vida tenía preparadas sorpresas que alterarían su rutina de una manera que nunca imaginó

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Al llegar al edificio, subió rápidamente las escaleras, cada paso resonando en el estrecho y casi oscuro pasillo. Necesitaba llegar a su apartamento, a su refugio. Por eso, suspiró de alivio en cuanto pudo abrir la puerta y la oscuridad plena lo recibió, junto con el silencio familiar que tanto apreciaba después de un día agotador en la academia de policía.

— Por fin en casa—Exclamó.

Se quitó los zapatos, encendió la luz de la lampara puesta sobre su mesa ratona y se dejó caer en el sofá, soltando otro refrescante suspiro de alivio. Y mientras se acomodaba, Minho no se percató de que, en uno de los rincones oscuros de su apartamento, una diminuta figura dorada se movía cautelosamente y en silencio. Jisung, o "Hannie" como se llamaba a sí mismo, había pasado días explorando los conductos de ventilación del edificio, atraído por su curiosidad insaciable y su deseo de compañía. Su vida como híbrido, mitad hámster y mitad humano, lo había hecho un ser solitario. A menudo se sentía atrapado entre dos mundos, sin encajar completamente en ninguno de ellos.

Esa noche, mientras la lluvia tamborileaba suavemente sobre el techo, Hannie había encontrado un pequeño acceso a los conductos de ventilación desde su escondite en algún rincón oscuro del edificio. El laberinto de conductos lo había llevado a través de los pisos, hasta que finalmente emergió en el apartamento azafrán de Minho, guiado por una mezcla de azar y diversión.

Aquí parece que no hay de esas feas y aterradoras aspiradoras como el apartamento de la pantera rosa. Pensó el animalito. Tampoco se oye música ruidosa como en el apartamento de los hermanos Kim.

— Mmm, pero aquí sí está muy oscuro como el apartamento del señor Chan.

Hannie movía su naricita mientras continuaba explorando el entorno y detectando nuevos olores agradables. Su olfato era muy sensible, lo que le ayudaba a orientarse incluso en espacios cerrados, pequeños y oscuros para encontrar comida. Siguió avanzando entre sus cuatro patitas hasta terminar merodeando cerca de un estante de libros.

— Fiuuu, hay mucho polvo aquí—El animalito estornudó una y otra y otra vez—Ay, no...mi naricita... ¡Achú!

Y Minho, aún ajeno a su nuevo visitante que no dejaba de estornudar por culpa de las molestas partículas de polvo, prefirió dirigirse a su cocina en busca de una bebida caliente sin darle tampoco importancia a su uniforme húmedo y maloliente. Sacó del refrigerador una caja medio vacía de leche que ante sus ojos dio mucha lástima, y la puso a calentar en una de las ollas mientras buscaba algo más que comer.

— Mmm, no hay nada. Ni siquiera ramen—A Minho le dio asco su propia miseria.

Sin duda, debía mejorar sus hábitos alimenticios sí no quería desmayarse alguna vez en su trabajo como oficial de policía.

Eso pensaba hasta que lo escuchó: un suave crujido, como si algo pequeño estuviera husmeando entre sus pertenencias. Frunciendo el ceño, salió de la cocina y siguió el sonido hasta encontrar al pequeño hámster dorado.

Encendió la luz de la sala, y acercándose lentamente, notó que el pequeño Hannie había alzado la mirada, sus ojitos cafés estaban brillando con una inteligencia inusual.

— ¿Un asqueroso hámster en mi apartamento?— murmuró con desagrado.

Jisung, que había estado observando atentamente, se sintió profundamente ofendido por el comentario. ¿Asqueroso? ¿Yo? ¡YO!

Sin dudarlo, se enderezó y, con una voz clara y firme, dijo: —¡Yo no soy un hámster asqueroso! ¡Tú eres un queso podrido!

Minho dio un respingo, sus ojos se agrandaron de sorpresa y miedo.

— ¡¿Qué...?! —Exclamó, retrocediendo rápidamente.

Entrando en pánico, el chico tropezó con la mesa ratona y perdió el equilibrio, cayendo poco después al suelo con un golpe sordo. La caída fue tan fuerte que su cabeza chocó contra el borde de la mesa, dejándolo inconsciente al instante.

— Ups, creo que le di un gran sustito—Hannie movió su naricita y asomó su cabecita desde el borde del estante—Pero eso le pasó por tratarme así de feo. Bobo policía.

Hannie mostró su lengüita rosadita como señal de que nadie, absolutamente nadie, podía decirle "hámster asqueroso". Pero ahora que lo estaba pensando muy bien... ¿Cómo podría un pequeño ser como él salvar a alguien tan grande como Lee Minho?

🐹 ¿HANNIE DÓNDE ESTÁS? (MINSUNG) 🐹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora