En su apartamento, una diminuta figura dorada aguardaba en la penumbra. Durante el día, era un hámster solitario y discreto, pero al caer la noche, se transformaba en un ser juguetón y curioso. Su nombre era Han Jisung, y ocultaba un secreto profund...
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Minho despertó al día siguiente con los rayos del sol pegando directamente en su cara, haciéndole apretar los ojos. Un suave roce de una naricita en su cuello le hizo cosquillas y rió, sintiendo las patitas del pequeño hámster en su piel. Pronto, Jisung se transformó en humano, quedando sobre su cuerpo y saludándolo con un alegre Buenos días.
— Mmm, buenos días, Hannie—Minho le respondió con una sonrisa, acariciando suavemente sus orejitas.
Jisung se acurrucó más cerca y le besó el cuello con cariño.
— Mmm, ¿qué te gustaría desayunar?—Preguntó con la voz ronca, frotándose el ojo.
— Quiero comer helado de yogurt—Jisung dejó sus manos sobre el pecho de su novio—Y rodajas de pepino.
Minho frunció el ceño, extrañado. Pero luego se rió por esa extraña combinación.
— ¿Helado de yogurt y pepino para el desayuno? ¿Lo dices en serio, Hannie?
— Yo quiero—El híbrido hizo un tierno puchero.
— Ok—Levantó la ceja ante el entusiasmo de su cachetón—Como quieras. Llamaré a servicios al cuarto.
Se levantó de la cama, aún sonriendo, y se dirigió al baño para lavarse los dientes y el rostro, antes de pedir el extraño desayuno para Jisung.
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Después de desayunar, bañarse y cambiarse de ropa, Minho se estaba terminando de alistar para salir del hotel y volver a su apartamento en compañía de Jisung. Su novio había salido a dar un paseo por el hotel en su forma de hámster, para disfrutar un poco más de la libertad de explorar nuevos rincones.
Sin embargo, el ambiente tranquilo se vio interrumpido por un grito agudo que resonó por el pasillo. Minho, alertado por el sonido, corrió hacia la fuente del alboroto. Al salir al vestíbulo, se encontró con una escena alarmante: una empleada del hotel, con la aspiradora en mano, intentaba golpear a Jisung. El pobre roedor intentaba desesperadamente esquivar los ataques de la mujer que visiblemente asustada, no dejaba de gritar sobre que había visto una rata.
