Ecos en la noche, entre sombras y estrellas.

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Todo esto me pareció maquiavélico y extraño, que siempre estuviera pensando en ti, pero tú nunca en mí. Al final, solo fue una stupid love story, aunque no negaré que me gustaría olvidar todo lo malo y que en nosotros vuelva a ser natural el querer querernos. Tan vasto e irremediable, como la muerte misma, como la soledad y sus semejantes. ¿Si extiendo mi mano nuevamente, la tomarás y caminarás conmigo? Como el frío en Alaska, como una moneda en altamar, como soñar que caes y despertar al último momento. Todo es confuso, difícil de soportar y casi imposible de hallar la solución, pero en algún momento hemos de pasar por ello.

¿A qué estamos jugando? Todo solo es un chiste, un rato de gracia. Me hubiese gustado oír que nuevamente querías querer querernos, pero todo aquello que intentaba construir tú lo destruiste. Medité bajo la lluvia y fue inevitable contenerme; terminé llorando pensando en ti. Es increíble ver todo aquello que fui capaz de hacer por ti y capaz estuve mal, pero qué más da, el dolor y el sufrimiento carcome poco a poco a una persona.

En las sombras de mi existencia, la tristeza se ha convertido en una fiel compañera. Con ella bailo cada noche sobre la luna. Problemas que pesan toneladas sobre mis hombros, carga que hará que me ahogue en este mar de desesperación. Mi mente es el laberinto en el cual me hallo atrapado, buscando la salida mientras mis pensamientos me persiguen insaciablemente. En cada haz de luz creo hallar la salida, pero la oscuridad que acecha en cada esquina es más rápida y me hala hacia atrás, sumergiéndome en lo más profundo de la misma. Susurros en mis oídos, escalofríos recorriendo mi piel.

El canto seductor, parecido al de una sirena, me llama desde las profundidades de mi propia angustia. La batalla interna es feroz, una lucha constante entre la luz tenue de la esperanza y la oscuridad abrumadora que amenaza con extinguirla. Mis lágrimas sirven como tinta que escribe en estas páginas, reflejo de mi alma. Narrando una historia de amor, dolor, esperanza, tristeza, odio, aprecio y otros sentimientos más que me ayudan a describir mi desconsuelo. Escribo con metáforas porque aún y siendo concreto, las palabras no son capaces de expresar lo que soy, cómo soy, cómo me siento.

Es complejo ver que todas las hojas caen, simbolizando la muerte lenta del árbol. Me siento como el árbol, bruscamente amenazado por una tormenta que solo quiere arrastrarme hacia la desolación. Cierro los ojos y siento el peso de un mundo que parece indiferente a mi dolor, un lugar donde la empatía se desvanece como una ilusión efímera. Mundo abstracto donde la noción de este solo se ve reflejada en Dios y el Diablo, “se hacen ver y a la vez desaparecen como sombras efímeras”. En este hipotético juego de divinidades, su relevancia se hace trivial, como personajes en un drama cósmico que no dicta la esencia de nuestra humanidad.

En medio de la incertidumbre, continúo buscando la luz en mi propio interior. Mis cicatrices son testigos silenciosos de mi resistencia y supervivencia. Aunque a veces me siento perdido, sé que hay esperanza y un propósito más allá de lo que puedo ver a simple vista. Creeré en mí y tendré la capacidad para encontrar el camino, incluso si es por el camino más difícil de recorrer. No creo en oraciones ni supersticiones, no creo en la biblia, mucho menos en religiones. Creo en lo que veo y callo si no hallo explicaciones.

No son las deidades las que definen mi autenticidad, sino las pinceladas que he dado sobre el vasto lienzo de la vida. La autenticidad y nuestro significado surgirán liberándonos de las sombras de las divinidades y su jueguito, el mismo que fue creado por la iglesia para adquirir poder aprovechándose de la salud mental de las personas.

Mientras apreciaba el cielo nocturno, de la nada viniste tú a mi mente. La luna brilló aún más, las estrellas formaban la silueta de tu cuerpo y la belleza de tu rostro. Fue imposible evitar llorar ante semejante espectáculo, semejante regalo de la luna y las estrellas. Aunque no estés aquí, aún así puedo verte, y si mi destino es envejecer sin poder volver a tenerte, moriría feliz si al menos puedo volver a verte.

Aquella noche serena, tranquila, me llenaba de paz. Ese mirador era sensacional, aproveché cada minuto de silencio. Me puse a leer bajo la luz de la luna aquellas cartas que hacías, y juro que cada vez que leo lo que me escribías puedo oír tu voz y sentir aquellos sentimientos que transmitías.

La noche era perfecta para una bella velada. Brindé contigo en tu ausencia y solté varios poemas al aire que redactaban todo lo que te amé. En lo más profundo de mi ser hay algo que me dice que debería dejarte ir, pero no sé cómo hacerlo, ya que no quiero estar sin ti. Solo me hago daño, y lo sé. Soy consciente de que esto no es sano, está bien tener recuerdos, pero no es de cuerdos tener recuerdos por obsesión.

Me aferro a la idea de encontrarnos de nuevo y decirte todo lo que siento, todo lo que te odio, todas esas cosas que hacen que te ame más, más y cada vez más. Cada día más que paso sin ti es un día más que siento morir.

¿De qué me sirve estar vivo si no puedo vivir? Lo único que quiero es vivir una vida contigo y, si no puedo hacerlo, prefiero no vivir.

Pensamientos de un adolescente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora