Capítulo 9: "Irregularidades"

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Fina se levantó temprano el día jueves de esa semana. Tenía que ser un día tranquilo, pensó. Y claro, no habían muchos problemas, estaba todo organizado lo que ella había hecho por la empresa y solo le quedaba revisar los tratos anteriores y las regularizaciones de dinero, era algo que siempre se le daba fácil. Para Fina, la auditoría era más que un trabajo; era una actividad que disfrutaba enormemente y que dominaba con facilidad. Cada tarea no solo representaba un desafío intelectual que ella abordaba con gusto, sino también una oportunidad para garantizar la precisión financiera y la transparencia empresarial. Detectar errores y posibles irregularidades se le hacía fácil, gracias a su habilidad innata para analizar y interpretar los datos financieros. Más allá del cumplimiento de normativas, Fina vio esta oportunidad como un nuevo desafío para fortalecer los controles internos y mejorar los procesos financieros de la organización.

Todo iba a cuadrar y llegaría a su casa tranquila, sin nada que llevarse a casa. Fina se sentó al borde de la cama y vio la ropa perfectamente planchada y doblada sobre la cómoda de la habitación. Hoy tocaba color celeste y negro.

¿Que si pensó en Marta estos últimos tres, cuatro días? Sí y no. No tanto, pero sí lo suficiente como para saludar a Marta todos estos días, ir a su oficina a por papeles personalmente y tener una pequeña e insignificante plática sobre lo soleado del día, y tomar en consideración algunos aspectos financieros. ¿Sobre un beso? Jamás. De hecho, aunque Marta y Fina no quisieran verlo, ellas tenían una tensión gigante a la vista. Cada vez que se topaban por el pasillo, se visitaban por obligación en sus oficinas o se hablaba de ellas con alguna presente, existía una inhalación evidente y exagerada que no podían evitar hacer. Ellas mismas le estaban colocando más presión con esas simples actitudes.

Fina ya estaba harta de tener esa tensión; no les ayudaba a ninguna. De hecho, se quería disculpar con Marta por haber insinuado que su logro de conducir era algo no tan notable y por haber puesto entre ellas a Claudia y Carmen. Golpe bajo y ella lo sabía. Hoy estaba dispuesta a enfrentar a Marta, no directamente, pero sí mencionarle esas situaciones que han debilitado la relación entre ellas.

No se merecían aquellos tratos tan despectivos por tener miedo. Ambas estaban aterradas por los nuevos sentimientos, y a ambas les afectaban cosas distintas.

Fina llegó temprano a su oficina. Trajo cuatro cafés, como de costumbre. Saludó a Carmen y a Claudia con la gran energía de todos los días y les entregó el café. Esta vez se quedó con ambos cafés en las manos y se quedó frente a la puerta de Marta. Miraba los detalles de la puerta de madera que estaba entreabierta. Estaba realmente nerviosa y quería tomar todo el valor posible antes de atreverse a entrar. Sintió cómo su corazón se aceleraba ante el nerviosismo de la situación.

Al entrar, vio a Marta sentada sobre su escritorio con ambas piernas cruzadas, una mano apoyada en la superficie y la otra sosteniendo un papel. Su mirada era relajada pero concentrada. Llevaba un traje de dos piezas a la medida de color azul oscuro, medias transparentes y tacones negros. Su maquillaje era leve, destacando un labial rojo oscuro, sutil y elegante. Fina quedó admirada por la silueta sensual y seria de la mujer frente a ella. Sabía que Marta le atraía, aunque también sabía que no era la única, ya que era muy atractiva para todos.

Después de unos varios segundos, Marta alzó la mirada hacia la puerta para ver quién entró. Ambas reaccionaron con una leve inhalación de sorpresa, reflejada en sus ojos.

—Buenos días. ¿Cómo has amanecido? —preguntó Fina con suavidad, saliendo del trance y aún parada en la puerta.

—Antes solo eran buenos días. —Marta relajó su mirada y esbozó una leve sonrisa—. Adelante, pasa. —Se bajó con cuidado del escritorio y Fina avanzó hacia dentro del despacho, cerrando con su torso la puerta tras ella.

Toledo, 1958.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora