Capítulo 19: "¿Mi hermano la asesinó?"

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Durante tres días, Marta estuvo pensando en su último encuentro con Fina. Se vieron al día siguiente en el trabajo, se saludaron como siempre y se dieron el espacio necesario sin que las cosas fueran incómodas. No había vergüenza, pero sí una sensación tediosa en la cabeza de ambas. Sin embargo, cada vez que se veían, se regalaban las más tiernas sonrisas y algún tipo de saludo.

Marta esperaba ansiosamente que el reloj marcara las cinco de la tarde. Solo faltaban diez minutos. Sentada en la silla de su despacho, miraba las manecillas del segundero avanzar. Observaba el reloj de su muñeca con una leve ansiedad y luego volvía a alzar la mirada al reloj grande de la pared.

Llevaba un vestido de lana gris marengo de corte recto y longitud hasta las rodillas, complementado por una chaqueta entallada a la cintura con botones de nácar. Sus zapatos de tacón medio y su bolso de mano eran de cuero negro, prácticos y sofisticados. Un reloj de pulsera de oro adornaba su muñeca y un collar de perlas pequeñas colgaba de su cuello. En sus dedos los envolvían delicados anillos de oro y diminutos diamantes. Su maquillaje era suave y natural, con base ligera, un toque de rubor rosado y delineador sutilmente realzado con rímel.

Por fin había reunido el valor para ir al despacho de Pierre Casanova y obtener más información. Aunque había pospuesto la visita, Marta se había dedicado a hacer todas las diligencias necesarias para saber más sobre él. Después de varias llamadas, logró comunicarse con la secretaria de Pierre y consiguió una cita para las cinco y media de la tarde. Para no levantar sospechas, se registró con un nombre falso.

Mientras reflexionaba sobre Pierre y Fina, tuvo una nueva percepción de las cosas: ¿cómo podía estar pensando en Fina cuando había asuntos más importantes en juego, como el futuro de la empresa familiar? Quizás era momento de dejar el romanticismo y el autodescubrimiento a un lado, al menos hasta que lograra desentrañar el misterio y los fraudes que rodeaban a su familia. Marta se dio cuenta de que debía ponerse seria y concentrarse en lo que realmente importaba, aunque eso significara dejar sus sentimientos en segundo plano, al menos por ahora.

Finalmente, Marta se puso de pie al ver que quedaban cinco minutos y, como era la jefa, saldría cinco minutos antes, tal como lo había planeado. Con pasos rápidos, debido a la complejidad de correr con tacones, abrió la puerta y encontró a Fina de espaldas. Al percatarse de que la puerta se había abierto detrás de ella, Fina se dio vuelta mirando con asombro a Marta.

Fina llevaba un vestido de seda azul marino con corte ajustado y falda ligeramente acampanada hasta las rodillas, acompañado por una chaqueta entallada con botones dorados. Sus zapatos de tacón medio, de charol negro, combinaban con un bolso de mano estructurado del mismo material. En su muñeca, un reloj de pulsera de plata destacaba, mientras que un sencillo colgante de oro adornaba su cuello. Su maquillaje, aunque natural, incluía un labial rojo suave y delineador que acentuaba sus ojos, completando su look con un aire de sofisticación.

Fina se sintió pillada in fraganti. Bajó la mirada abrazando su bolso contra su pecho y sonrió. Marta imitó la acción como si fueran un espejo.

—Fina —saludó Marta sonando amable—. Iba de salida.

—¿A dónde ibas? —preguntó Fina con suavidad, mirándola a los ojos—. Yo también voy de salida.

—Te ves bastante bonita y elegante. ¿A dónde vas? —preguntó Marta, evitando la pregunta y colocando ambas manos por delante de ella sujetando su bolso.

—Voy a cenar —respondió Fina con simpleza.

—Que disfrutes tu cena —se limitó a responder Marta de forma neutral. Miró su reloj de muñeca mientras Fina observaba cada movimiento—. ¿Qué te trajo a estar en mi puerta?

Toledo, 1958.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora