Capítulo 12: "Vino tinto de rioja, queso de Mahón, cava catalán y quizá un beso"

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Marta llegó casi corriendo al interior de su casa mientras Isidro terminaba de aparcar el vehículo. Entró por la cocina y escuchó a su familia hablar en el gran comedor. Antes de entrar, se arregló en el espejo, sintiendo una pena en su corazón tan grande que las ganas de ir y decirle a su hermano mayor que era un mentiroso de mierda parecían calmarle el alma. Sin embargo, ahora su hermano menor era el protagonista, y ella debía controlar sus impulsos de querer confrontarlo. Era adulta, después de todo.

De todas formas, su padre no se quedaba atrás. Marta estaba segura de que él sabía sobre las andanzas de Jesús. Era obvio que iba a indagar y obligar a su hijo a confesar todo. Son igual de mentirosos, pensó. Todo esto por la cena de compromiso de Andrés y María.

Cruzó la puerta y vio a toda su familia sentada en la mesa, que estaba cubierta por un mantel de encaje blanco, bordado con hilos dorados, cubría la mesa larga. Encima, candelabros de cristal aportaban una luz cálida y elegante, realzando el esplendor de la comida dispuesta con esmero.

La comida era abundante y variada. En el centro, destacaba un cochinillo asado con la piel crujiente y dorada, rodeado de bandejas de mariscos frescos, como gambas y langostinos. A un lado, varias paellas rebosaban de mariscos y vegetales, sus colores vibrantes complementando los aromas del azafrán. Ensaladas frescas con verduras de temporada se distribuían en grandes ensaladeras de cristal. Para acompañar, jarras de vino tinto de La Rioja y finos vinos blancos de Galicia estaban al alcance de todos los comensales.

En la cabecera de la mesa estaba Damian, que vestía un traje negro con chaleco gris y corbata de seda púrpura, un atuendo que destacaba su autoridad y elegancia. A su derecha, Jesús llevaba un traje gris oscuro con corbata azul marino, su porte robusto y serio en contraste con la alegría de su hija Julia, de 9 años, que vestía un vestido blanco con encajes y un lazo azul en el cabello.

Frente a Jesús, su esposa Begoña, llevaba un vestido verde esmeralda que resaltaba su elegancia, complementado con joyas discretas. Junto a Begoña, Andrés, el novio, lucía un traje azul marino con corbata plateada, su estilo impecable reflejando su papel central en la celebración. María, la novia, llevaba un vestido de seda marfil, sencillo pero elegantísimo, con un moño clásico adornado con una peineta de perlas.

Cada detalle, desde la disposición de la comida hasta la vestimenta de los comensales, reflejaba la importancia y solemnidad de la ocasión, creando un ambiente de celebración íntima y sofisticada. Ambiente que Marta sintió que desentonó con su simple atuendo de trabajo.

—Buenas noches. Disculpa la demora. —dijo Marta cálidamente, mirando a su hermano menor, quien asintió amablemente con la cabeza.

—No son horas de llegar, hermana. —dijo Jesús, tomando un sorbo de vino—. Menos mal recién nos hemos sentado a la mesa y no hemos empezado a comer.

—Si es posible, hoy solo me gustaría celebrar a Andrés y María. Hoy contigo no me gustaría conversar. —contestó Marta, sonriendo irónicamente mientras en su cabeza bullía de furia contra él—. Pero bueno, ¡qué guapa y elegante está la pequeña de la casa! —Marta se puso detrás de su sobrina Julia y besó su cabeza.

—Hola, tía. Mira, hay mucho para comer. —saludó la niña, mirando con asombro todo lo de la mesa.

—Estupendo, Julia. Ya me siento para poder degustar contigo.

—Siéntate aquí junto a mí. —dijo María, tocando la silla a su lado.

—Gracias. Disculpad la demora. —Marta miró a su cuñada Begoña, que estaba al frente de ella, y a Andrés, evitando mirar a su hermano mayor y a su padre—. He venido directamente del trabajo y se me hizo tarde.

Toledo, 1958.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora