—¿Te gusta tu plato? —preguntó Fina, buscando la mirada de Esther, quien observaba por la ventana del restaurante hacia el centro de Toledo.Esther la miró con una sonrisa, como si saliera de un trance.
—Sí —dijo mirando su plato antes de levantar la vista—. Está exquisito, Fina. —Volvió a mirar por la ventana.
—¿En qué piensas? —preguntó Fina, moviendo su comida con el tenedor y con una mirada curiosa.
—Escuchar tus historias de antes de la universidad mientras comíamos una entrada de langostinos me pareció bien —la miró a los ojos—. También escuchar tus historias sobre tu vida actual aquí en Toledo y otras banalidades no me molesta, Fina. —Cerró los ojos y negó suavemente con la cabeza—. Al contrario, me parece que estás tratando de hacerme sentir bien con una excelente plática.
—¿Cuál es el pero? —preguntó Fina, limpiándose la boca con la servilleta de su regazo.
—Fina, que nos acostamos la última vez que nos vimos —respondió Esther, haciendo que Fina detuviera su movimiento y quedara estática.
—Vale. —Fina tosió levemente y bajó su servilleta de nuevo al regazo—. Tengo muy claro lo que hicimos la última vez que nos vimos.
—¿Por qué actúas como si no hubiera pasado nada? —preguntó Esther sin quitar su sonrisa.
Esther no estaba molesta, para nada. Estaba algo ansiosa, a decir verdad. Miraba a Fina casi con ojos suplicantes. Ella no estaba enamorada de Fina; era algo con mucho menos sentimientos, pero esperaba sentir que sí significó algo para Fina, tanto como para ella.
—No actúo así —respondió Fina con recelo—. Estoy feliz de estar aquí contigo. —Fina sonrió y tomó la mano de Esther—. Aunque no lo creas, significa bastante para mí.
—Lo veo, pero insisto —desvió su mirada a la ventana—. Es como si solo me vieras como una amiga.
—No eres solo una amiga —respondió Fina, haciendo que Esther la mirara—. Eres una mujer a quien quise mucho y más aún después de que te fuiste. —Sonrió con tristeza—. Tu partida me rompió el corazón, un corazón que no sabía que podía latir así de rápido después de que te fuiste.
—¿Tanto te costaba decirme eso? —preguntó Esther con suavidad.
—Quería hacer las cosas con calma —respondió Fina con naturalidad, tomando un sorbo de su vaso de agua—. Quería tomarme un tiempo antes de decirle a la oficial reportera de la familia de los de la Reina que desde que estuve con ella aquella noche, supe que mis gustos se inclinaban hacia... —Fina sonrió, cerrando los ojos con vergüenza—. Mujeres.
—Recuerdo que estábamos en la cama desnudas, con las piernas entrelazadas, contándonos boberías y millones de secretos —dijo Esther, riendo suavemente, buscando con interés la mirada de Fina—. Qué hermoso momento me regalaste.
—No, Esther. Tú a mí —la miró a los ojos, cesando su sonrisa—. Eso me hizo darme cuenta de tantas cosas.
—Cosas que mi intuición me dice que has vuelto a sentir con alguien —respondió Esther, volviendo a mirar por la ventana y bajando su mirada junto a una sonrisa—. Hablo de Marta, Fina.
—¿Marta? —preguntó Fina, llevándose el tenedor a la boca—. Creo que te estás confundiendo.
—¿Crees que el hecho de que tenga un esposo la hace menos factible? —alzó la mirada, riendo suavemente—. No, Fina. Somos homosexuales, y la orientación no discrimina por estado civil.
—Marta no es así, está confundida y sola —respondió Fina, revolviendo su comida con desgana con el tenedor.
—No sé si deba darte la definición de homosexualidad; creo que con saberlo y la práctica debes conocerla perfectamente. —Alzó su vaso, simulando un brindis—. Además, he visto cómo os miráis.
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Toledo, 1958.
FanfictionEn 1958, Fina Valero, con el esfuerzo de su padre, se traslada a Barcelona a los 18 años para estudiar Finanzas y Contabilidad. Diez años después, regresa a su pueblo natal sin entusiasmo, obedeciendo la solicitud de su padre, con la intención de qu...