XI

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Ara se despertó con la luz del sol entrando por su ventana

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Ara se despertó con la luz del sol entrando por su ventana. Hoy se iría con Bella a la escuela porque Emmet se iría de campamento con su familia. Era una mañana soleada, algo extraño en Forks, así que era una buena oportunidad para usar algo diferente a su ropa de frío. Se puso un short y un top, complementando su atuendo con el collar que le había regalado Emmet y un anillo en su mano derecha.

Después de vestirse, bajó las escaleras y se encontró con Bella.

—Aprovechas que el sol salió, ¿eh? —le dijo Bella, sonriendo.

—Claro, Bells. No se puede dejar pasar una oportunidad como esta —respondió Ara, riendo.

Desayunaron juntas y luego se dirigieron a la escuela. Hoy solo tenían una clase, así que el día prometía ser ligero. En la clase, Ara estaba con Bella, Jessica y Angela. Estaban hablando sobre los vestidos que iban a usar en el próximo baile.

—Deberíamos ir a Port Ángeles a comprar los vestidos —sugirió Jessica, emocionada.

Ara notó que Bella parecía especialmente interesada en ir, lo que le pareció un poco sospechoso. Levantó una ceja, pensando que su hermana estaba tramando algo.

—¿Quieres venir, Ara? —le preguntó Angela.

—Claro, me encantaría —respondió Ara, entusiasmada.

Después de clases, se dirigieron a Port Ángeles. Estaban en una tienda de vestidos y Ara les daba consejos sobre cuáles les quedaban mejor. De repente, un grupo de hombres pasó cerca, diciendo cosas horribles. Ara se sintió asqueada.

—Necesito ir a la librería a comprar unas cosas —dijo Bella, tratando de ignorar a los hombres.

—Te acompaño —dijo Ara, sin dudarlo.

En la librería, Ara se dirigió a la sección de novelas románticas y agarró un libro. Aunque le dolía solo comprar un libro pero habia gastado demasiado el otro dia, se consolaba con la idea de que al menos tenía ropa nueva. Pagó junto a Bella y salieron de la tienda. Ya se había hecho de noche y empezaba a hacer un poco de frío.

Mientras caminaban de regreso, Ara notó que los hombres de la tienda las seguían. Empezaron a caminar más rápido, pero llegaron a un callejón sin salida. Los hombres se acercaban peligrosamente cuando de repente, un coche y un jeep aparecieron.

De los vehículos salieron Emmet y Edward. Edward le dijo a Ara:

—No dejes que Emmet se descontrole.

Ara corrió hacia Emmet y lo abrazó. Emmet la cargó rápidamente y la llevó al jeep, lanzando una mirada mortal a los hombres antes de asentir a Edward, indicando que se llevaría a Ara de allí.

—¿Estás bien, ángel? —le preguntó Emmet, preocupado, mientras subían al jeep.

—No —respondió Ara, rompiendo en llanto.

El corazón de Emmet se partió al escucharla llorar. Quería volver y arrancarle la cabeza a esos hombres por hacer llorar a su ángel, pero sabía que lo más importante era calmarla. Después de unos minutos, logró tranquilizarla.

—¿Cómo supiste que estábamos aquí? —le preguntó Ara, aún sollozando.

—Las seguimos. Queríamos asegurarnos de que estuvieran a salvo —respondió Emmet.

—No sé si debería asustarme por eso o agradecerles, pero creo que me inclino más por la segunda. Gracias, Emmet —dijo Ara, sinceramente agradecida.

Emmet la llevó de regreso a su casa. Se despidieron con un abrazo y Emmet le dio un beso en la frente antes de irse. Ara entró a la casa y fue directamente a la habitación de Bella.

—Bells, tenemos que hablar —dijo, entrando sin llamar.

Bella levantó la vista de su libro y asintió. Ara se sentó en la cama y comenzó a contarle todo lo que había pasado. Luego, Bella compartió sus teorías y lo que Jacob le había contado sobre una leyenda de los "fríos".

—Jacob me contó sobre una leyenda. Dice que hay criaturas conocidas como los fríos, y estoy segura de que los Cullen son vampiros —dijo Bella, con los ojos brillando de emoción y miedo.

Ara se quedó en silencio por un momento, procesando la información. Recordó todos los detalles extraños que había notado pero no había comprendido.

—Tiene sentido, pero... ¿qué vamos a hacer ahora? —preguntó Ara, preocupada.

—No lo sé, pero debemos ser cuidadosas. Tenemos que descubrir más sin poner en peligro a nadie —respondió Bella.

Ara asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. Sabía que su vida en Forks se estaba complicando más de lo que había imaginado. Pero también sabía que no estaba sola; tenía a Bella, a Emmet y, de alguna manera, a los Cullen.

Esa noche, Ara se acostó en su cama, abrazando el oso de peluche que Emmet le había dado. Sabía que, sin importar lo que pasara, tendría a alguien que la protegiera y cuidara. Y con ese pensamiento, se dejó llevar por el sueño, preparándose para lo que el futuro le deparara.

 Y con ese pensamiento, se dejó llevar por el sueño, preparándose para lo que el futuro le deparara

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