XIII

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Ara y Emmett seguían sentados en la cima de la montaña, hablando mientras el sol comenzaba a descender en el horizonte

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Ara y Emmett seguían sentados en la cima de la montaña, hablando mientras el sol comenzaba a descender en el horizonte. Ara, curiosa como siempre, no podía evitar hacer preguntas.

—¿Es cierto todo lo que dicen de los vampiros en las películas? —preguntó Ara, mirando a Emmett con interés.

Emmett sonrió, divertido por su pregunta.

—Lamento decepcionarte, ángel, pero muchas de esas cosas no son ciertas —respondió, acariciando suavemente su mejilla—. No nos transformamos en murciélagos, ni dormimos en ataúdes. Y el ajo, las cruces y el agua bendita no nos afectan.

Ara soltó una risa ligera.

—Entonces he vivido engañada toda mi vida —dijo, negando con la cabeza.

Emmett rió junto con ella, disfrutando de la facilidad con la que podían hablar de cualquier cosa. Pasaron un rato más en la cima de la montaña, disfrutando de la compañía del otro y hablando sobre diversos temas. Pero el tiempo pasó rápidamente, y Emmett decidió que era momento de llevar a Ara de vuelta a su casa.

—Es hora de irnos, ángel —dijo Emmett, ayudándola a levantarse.

—Sí, creo que sí —respondió Ara, un poco triste de que el momento tuviera que terminar.

Se dirigieron al jeep y emprendieron el camino de regreso. Durante el trayecto, Emmett tenía algo importante en mente.

—Ara, mañana tú y yo tendremos una cita —dijo, mirando el camino.

Ara asintió, emocionada.

—¡Me encantaría!

Llegaron a la casa de Ara, y Emmett se despidió de su ángel con un suave beso en la frente. Después de asegurarse de que Ara estaba a salvo en casa, Emmett se dirigió directamente a la estación de policía. Quería hacer las cosas bien y pedir oficialmente a Ara que fuera su novia, pero para eso necesitaba el permiso de Charlie, su padre.

Al llegar a la estación, Emmett entró y se dirigió a la recepción.

—Me gustaría hablar con el jefe Swan, por favor —dijo Emmett con firmeza.

La oficial en la recepción asintió y lo condujo a la oficina de Charlie. Charlie, sorprendido de ver a Emmett allí, levantó la vista de su escritorio.

—¿Pasó algo con Ara? —preguntó, con una pizca de preocupación en su voz.

Emmett negó con la cabeza.

—No, señor, Ara está bien. Pero he venido a pedirle un permiso.

—¿Un permiso? —Charlie arqueó una ceja, intrigado.

—Sí, señor. Quiero llevar a Ara a otra cita para pedirle que sea mi novia, y quiero su permiso para poder ser el novio de su hija —explicó Emmett, hablando con seriedad.

Charlie se quedó en silencio por un momento, asimilando lo que Emmett había dicho. No muchos jóvenes tenían el coraje de venir ante él para pedir algo así. Finalmente, Charlie habló.

—¿Amas a mi hija? —preguntó, mirándolo directamente a los ojos.

Emmett tomó una profunda respiración antes de responder.

—Su hija es especial, señor. No es difícil amarla. Su sonrisa ilumina todo el lugar por donde pasa, su calidez es reconfortante, y sus ojos son algo que quiero ver siempre. No puedo imaginar mi vida sin ella.

Charlie observó a Emmett mientras hablaba, notando la sinceridad en sus palabras. Se dio cuenta de que Emmett realmente amaba a su hija.

—Gracias por venir a pedirme permiso —dijo finalmente Charlie—. Tienes mi permiso, solo te pido que nunca lastimes a mi hija, porque tengo un arma y no me da miedo usarla. ¿Entendido?

Emmett asintió, sonriendo.

—Entendido, señor. Y muchas gracias.

Se estrecharon las manos, y Emmett salió de la oficina, sintiéndose aliviado y emocionado. Al regresar a la casa Cullen, se encontró con Alice, quien estaba esperándolo con una sonrisa traviesa en el rostro.

—Te voy a ayudar a pedirle a Ara que sea tu novia —dijo Alice, prácticamente saltando de la emoción.

Emmett sonrió, sabiendo que con Alice de su lado, todo saldría perfecto. Pasaron el resto de la tarde planeando cada detalle para el día siguiente.

Mientras tanto, en la casa de Ara, ella y Bella estaban viendo "Titanic" en el salón

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Mientras tanto, en la casa de Ara, ella y Bella estaban viendo "Titanic" en el salón. Cuando Charlie llegó a casa, se encontró a sus dos hijas acurrucadas en el sofá, absortas en la película. Subió a cambiarse de ropa y luego bajó para unirse a ellas.

—Ven, papi, veamos la película todos juntos —dijo Ara, haciendo espacio para su padre.

Charlie se sentó entre sus hijas, abrazándolas a ambas.

—¿Cuándo crecieron tanto? —murmuró, con nostalgia en su voz.

Bella y Ara lo miraron, escuchándolo atentamente.

—Recuerdo cuando ambas eran unas niñas y querían que papá las protegiera del dragón —continuó Charlie, su voz suave y llena de amor—. Siempre corrían a mis brazos, seguras de que yo podía vencer a cualquier cosa que las asustara. Y mírenlas ahora, todas grandes y valientes.

Bella y Ara tenían lágrimas en los ojos al escuchar a su padre recordar esos momentos. Era un recordatorio de lo mucho que las amaba y siempre había estado allí para ellas.

—Siempre seremos tus niñas, papi —dijo Ara, con la voz entrecortada.

—Y siempre serás nuestro héroe que nos protege del malvado dragón —agregó Bella, abrazando a su padre con fuerza.

Charlie las abrazó más fuerte, besando la cima de sus cabezas.

—Y siempre estaré aquí para ustedes, mis niñas.

El resto de la noche, la pasaron acurrucados juntos, disfrutando de la compañía familiar y sabiendo que, sin importar lo que sucediera, siempre tendrían ese vínculo inquebrantable.

El resto de la noche, la pasaron acurrucados juntos, disfrutando de la compañía familiar y sabiendo que, sin importar lo que sucediera, siempre tendrían ese vínculo inquebrantable

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