Hace 13 años
Massimo Higginbotham estaba en su sala de entrenamiento, un lugar que emanaba historia y poder. Las paredes estaban adornadas con armas antiguas y modernas, un reflejo de la vida que había llevado durante décadas. A pesar de los años, Massimo no había perdido ni un ápice de la agilidad y fuerza que lo habían convertido en una leyenda en el mundo sobrenatural. Su reputación era temida en todos los rincones, y aquellos que alguna vez habían subestimado al hombre frente al espejo, rápidamente aprendieron la lección.
Sostenía una espada larga, la hoja brillante capturando la luz tenue del atardecer que entraba por las ventanas altas. Sus movimientos eran fluidos, precisos, y su respiración, controlada. Estaba inmerso en una serie de cortes rápidos cuando una suave voz lo sacó de su concentración.
—La mia vita, las niñas llegarán pronto —dijo Victtoria desde la puerta, su tono dulce y amoroso.
Massimo se dio la vuelta, su mirada endurecida suavizándose al ver a su esposa. Victtoria era su ancla, la mujer que había estado a su lado en las sombras y en la luz, su compañera en cada batalla y su refugio en cada tormenta.
—La mia luce —respondió, bajando la espada—. Entonces vayamos a esperarlas.
Victtoria sonrió, y juntos salieron de la habitación de entrenamiento, dejando atrás la intensidad del combate para adentrarse en el cálido y acogedor salón de la mansión.
Cuando llegaron, la puerta principal se abrió, revelando a dos pequeñas niñas, una con el cabello rubio como el sol y la otra con el cabello castaño que recordaba a la tierra fértil. Ara y Bella. Apenas vieron a sus abuelos, corrieron hacia ellos, sus risas resonando en toda la casa.
—Nonno! Nonna! —gritaron al unísono, lanzándose a los brazos de Massimo y Victtoria. El corazón de Massimo se llenó de alegría, sosteniendo a sus pequeñas con un amor que solo un abuelo podría entender.
—¿Y su madre? —preguntó Massimo, mirando a las mellizas con curiosidad.
Ara, siempre directa, respondió mientras se acurrucaba en el regazo de su abuelo:
—Nos dejó aquí y se fue de viaje... o algo así.
Massimo sintió una punzada de enojo. Las niñas, a pesar de tener solo cinco años, eran increíblemente inteligentes y perceptivas. Pero la idea de que su hija, Rene, hubiera dejado a las niñas sin siquiera detenerse a saludarlos, lo perturbó profundamente.
—La mia luna, la mia stella —dijo con ternura, acariciando las cabezas de las niñas—. El nonno les tiene un regalo. ¿Por qué no van con su nonna mientras yo las alcanzo en un rato?
Les dio un beso en la frente a cada una, y las niñas, emocionadas, corrieron junto a Victtoria, quien las condujo hacia el jardín.
Una vez que las mellizas se alejaron, el rostro de Massimo se endureció de nuevo. Se dirigió con pasos firmes hacia su despacho, cerrando la puerta detrás de él. Tomó el teléfono y marcó el número de su hija.
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Please Please Please
FanfictionPlease please Please Don't bring me to tears when I just did my makeup so nice Heartbreak is one thing My egos another I beg you don't embarass me Mother fucker ahhh Ara x ?