XII

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Las mellizas se encontraban en la habitación de Bella, el ambiente estaba cargado de un silencio tenso, casi palpable

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Las mellizas se encontraban en la habitación de Bella, el ambiente estaba cargado de un silencio tenso, casi palpable. Ambas sabían que la revelación que habían recibido en La Reserva no era algo que se pudiera procesar rápidamente. La realidad de la situación las abrumaba, y aunque querían encontrar consuelo en la compañía de la otra, ninguna sabía cómo comenzar.

Bella, que siempre había sido la más introvertida y reservada, fue la que rompió el silencio. Su voz temblaba ligeramente, un reflejo de la ansiedad que sentía.

—Ara, Jacob me contó algo que me tiene preocupada... —dijo Bella, sin levantar la vista del suelo—. Victoria anda rondando por aquí.

Ara sintió un escalofrío recorrerle la espalda al escuchar ese nombre. Su mente viajó a todos los momentos de terror que la pareja de esa vampiresa pelirroja les había causado, y una profunda sensación de miedo y preocupación la invadió.

Bella continuó, intentando mantener la compostura:

—Jacob me dijo que hay una vampira pelirroja merodeando por la zona. La única vampira pelirroja que conocemos es...

—Victoria —interrumpió Ara, completando la frase de su hermana.

Bella asintió, confirmando sus sospechas. Se acomodó mejor en su cama, cruzando los brazos sobre su pecho como si eso pudiera protegerla de la amenaza inminente.

—Jacob dice que ellos ya se están encargando de eso, pero no quisiera que lo lastimen. Es mi mejor amigo, Ara. Me dolería mucho si le pasara algo.

Ara, sintiendo el dolor en la voz de su hermana, se acercó y la abrazó con fuerza. El peso de la preocupación por Jacob, sumado al miedo constante que sentían por la presencia de Victoria, era casi insoportable.

—Todo va a estar bien, Bells. Jacob es fuerte, y los chicos de La Push saben lo que hacen. No dejaremos que nada les pase.

Bella asintió, recostando la cabeza en el hombro de Ara mientras intentaba calmarse.

Después de unos minutos de silencio, Bella se movió ligeramente en su cama, acomodándose mejor. Luego, con la voz aún temblorosa, le dijo a su hermana:

—Ara, ¿te puedo preguntar algo?

—Claro que sí, Bells. Pregunta lo que quieras.

Bella tomó una profunda respiración antes de formular la pregunta que la había estado rondando desde hacía días.

—¿Ya superaste a Emmett?

El corazón de Ara dio un vuelco al escuchar ese nombre. Miró hacia la ventana, donde la luna llena brillaba con intensidad, antes de responder con una sonrisa amarga.

—No, Bells. No lo he superado. Lo sigo amando, y sé que no es fácil quitar lo que uno siente de un día para otro. Pero he aprendido a vivir con eso. Aprendí que puedo amarlo, pero también me amo a mí misma lo suficiente como para no hundirme en una depresión por él.

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