XII

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En la oscuridad de la noche, la casa de los Cullen estaba iluminada por una tenue luz, con todos los miembros de la familia reunidos en el amplio salón

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En la oscuridad de la noche, la casa de los Cullen estaba iluminada por una tenue luz, con todos los miembros de la familia reunidos en el amplio salón. Alice había tenido una visión inquietante: las mellizas, Ara y Bella, habían resuelto el enigma. Ellas ya sabían su secreto.

Rosalie estaba visiblemente enojada. Sus ojos dorados centelleaban con furia mientras caminaba de un lado a otro.

—¡Nos van a poner en peligro! —exclamó Rosalie, golpeando la mesa con la mano—. ¿Qué pasará si los Vulturi lo descubren? ¡Ninguno de ustedes piensa en la familia!

Damon, su pareja, se levantó y se colocó a su lado, intentando tranquilizarla.

—Cariño, sabemos que esto es un peligro —dijo Damon en voz baja y calmada—. Pero también sabemos que ellas son las compañeras de Emmett y Edward. Sabes que ellos han estado solos durante décadas. Debemos comprender eso.

Rosalie lo miró intensamente, sin decir una palabra. Emmett, por su parte, estaba sumido en sus propios pensamientos, su mente un torbellino de emociones. La idea de que Ara lo viera como un monstruo lo atormentaba. ¿Y si no lo aceptaba? Necesitaba verla, necesitaba saber.

Sin decir nada, Emmett salió de la casa y se dirigió a la casa de Ara. Se subió al árbol fuera de su ventana, desde donde podía verla dormir. Esperaba que ella no le tuviera miedo, que no se apartara de él.

A la mañana siguiente, Ara se despertó con una sensación de incertidumbre

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A la mañana siguiente, Ara se despertó con una sensación de incertidumbre. Hoy le iba a decir a Emmett que ya sabía lo que era, pero que a pesar de todo, no le tenía miedo. Quería estar con él, no importaba lo que fuera. Con ese pensamiento, comenzó a alistarse para ir a la escuela. No sabía si Emmett la iba a pasar trayendo, pero ese pensamiento se desvaneció cuando escuchó el jeep de Emmett.

Salió de su habitación y se encontró con Bella en el pasillo.

—Hoy también hablaré con Edward —le dijo Bella, con determinación en su voz.

Ara asintió y le dio un abrazo a Bella antes de salir. Emmett ya la estaba esperando fuera, junto a la puerta del copiloto. Ara se subió al jeep y Emmett hizo lo mismo.

—Sé lo que eres —dijo Ara, mirándolo con determinación.

—¿Me tienes miedo? —preguntó Emmett, su voz cargada de preocupación.

—No. Jamás te tendría miedo —respondió Ara con firmeza.

Emmett no dijo nada, pero Ara notó que se desviaba del camino hacia la escuela, adentrándose en el bosque. Llegaron a un claro y ambos se bajaron del jeep.

—Ven —le dijo Emmett, tomándola en sus brazos y subiéndose a su espalda—. Agárrate fuerte, ángel.

Ara hizo lo que él le pidió y él corrió a una velocidad increíble hasta llegar al punto más alto de la montaña. Allí, Emmett la bajó y se quitó la camisa. Ara lo observaba con curiosidad cuando la luz del sol golpeó su piel, haciéndola brillar como si estuviera cubierta de miles de diamantes.

—Esto necesitaba que vieras —dijo Emmett, girándose para mirarla—. Esta es la razón por la que no dejamos que la gente nos vea a la luz del sol.

—Eres hermoso —murmuró Ara, sin poder apartar los ojos de él.

Emmett soltó una risa suave.

—¿Sigues sin tenerme miedo a pesar de que sabes que soy un vampiro?

Ara se acercó a él y, sin dudarlo, respondió:

—No te tengo miedo, Emmett. Si hubieras querido lastimarme, lo habrías hecho hace mucho tiempo. Pero no lo hiciste.

Emmett la miró con una intensidad que le hizo estremecerse.

—Jamás te podría hacer daño, ángel. Te he esperado cientos de años. Te has convertido en la razón de mi existencia. Mi vida está en tus manos. Úsame, haz todo lo que quieras conmigo.

Las palabras de Emmett hicieron que los ojos de Ara se llenaran de lágrimas. Era como si todo el amor y la devoción que él sentía por ella estuvieran contenidos en esas palabras. Incapaz de contenerse más, se acercó y lo besó.

El beso fue profundo y lleno de pasión. Emmett la sostuvo con firmeza, como si temiera que se desvaneciera. Sus labios se movían con urgencia, explorándose mutuamente, mientras el mundo a su alrededor desaparecía. Sentían que se complementaban, que ese momento era la culminación de todo lo que habían vivido hasta ahora.

Ara se dejó llevar por la intensidad del beso, sintiendo cada fibra de su ser conectarse con Emmett. Sus manos se deslizaron por la espalda de Emmett, sintiendo su piel fría y dura, pero también increíblemente cálida y protectora en su abrazo.

Cuando finalmente se separaron, ambos estaban sin aliento. Emmett la miró a los ojos, sonriendo.

—Te quiero, ángel —dijo suavemente.

—Y yo a ti, Emmett —respondió Ara, acariciando su mejilla.

Sabían que, a pesar de los desafíos que enfrentarían, estarían juntos. El amor que compartían era más fuerte que cualquier miedo o peligro. Y con esa certeza, se quedaron allí, abrazados, disfrutando de la compañía del otro mientras el sol brillaba a su alrededor, iluminando su nuevo comienzo juntos.

 Y con esa certeza, se quedaron allí, abrazados, disfrutando de la compañía del otro mientras el sol brillaba a su alrededor, iluminando su nuevo comienzo juntos

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